miércoles, 21 de noviembre de 2012

Democracias sangrientas

Fue en el 2006 cuando el mundo autorizó que los territorios ocupados eligieran a sus gobernantes reconociendo dicha elección como justa y transparente. Pero la victoria política de Hamas sumió a los palestinos en guerras y agresiones justificadas con la tan sonada y gastada melodía de “guerra contra el terrorismo”. El maltrecho pueblo eligió a los “belicosos” y al hacerlo se convertían todos en “terroristas” dando acceso libre a Israel a sus territorios. A nadie le puede pasar inadvertido que este es justo el motivo para que se permitieran aquellas elecciones. Utilizan la elección democrática de un pueblo como excusa o evasiva a la hora de responder a los reproches de quienes se atreven a cuestionar.

Los medios de comunicación nos dicen que Israel se está defendiendo de las agresiones que recibe por parte de los palestinos. ¡Gran mentira! Se está repitiendo el mismo escenario de 2008, con los medios de comunicación expeliendo la propaganda cínica del gobierno israelí. Durante semanas y meses, aviones pilotados estuvieron planeando sobre Gaza, aterrorizando a la población y atacando objetivos concretos. El liderazgo palestino no reaccionó ante la provocación hasta que se produjo la muerte de un niño. Se lanzó un cohete, antes de un acuerdo sobre los términos de una tregua entre ambas partes y un día antes del asesinato del líder de Hamas, Ahmed Jabari. Y entre tanto, Israel ataca, mata y provoca en silencio y se presenta en los medios como la víctima que debe defenderse. El escenario es el mismo que en 2008, que le costó la vida a cerca de 1.500 palestinos. Personas que se convierten en meros daños colaterales autorizados a nivel internacional. 

La guerra que masacra a los palestinos por enésima vez tiene lugar en momentos en los ciudadanos de las democracias internacionales experimentan cierto desapego de esos ideales que nos han nutrido durante décadas afianzándonos en la libertad, derechos y demás papeletas electorales. Los individuos de este y oeste, norte y sur comienzan a descubrir la falacia en que se les ha educado para que defendieran acérrimamente un sistema que ahora los masacra.

Nuestras democracias matan. Matan a nuestros vecinos más cercanos, como podemos ver en los telediarios. Y matan a los que se defienden, como sucede en Palestina.

Nuestras democracias están exterminando nuestra capacidad de razonamiento al inculcarnos estilos de vida parejos a sus intereses. Están aniquilando nuestra creatividad a la hora de sentar las bases para un sistema más justo, más humano, más igualitario. Nos están limitando a meros consumidores: consumimos desde galletas y perfumes, hasta ideales o religiones… hemos dejado de operar sobre nuestras elecciones y nos hemos convencido de que la única solución viable al pésimo estado del mundo es entrar en el mismo sistema que ha generado semejantes desórdenes.

Da la sensación de que en la mente del hombre ilustrado, tal y como se considera el ciudadano occidental, la sangre y carne de los oprimidos tiene menos valor que la de quien oprime. Todos en sincronía defendiendo y condenando a los de siempre dando ejemplo con ello de lo instruidos que estamos por el sistema.

Las ideas de hombre de bien, o ideales del justo medio parecen haber servido sólo como utopías de Rousseau, Goldsmith y Compte pero no encuentran terreno de aplicación en nuestra atropellada carrera hacia ninguna parte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario