domingo, 19 de diciembre de 2010

Contenido y alcance de las fuentes

Para evitar tanto la actitud de reacción como la de sumisión es necesario volver a las fuentes y estudiar las prescripciones generales, con el fin de identificar el parámetro según el cual podamos medir la coherencia de nuestras posiciones, nuestras interpretaciones o nuestras soluciones. Con esta publicación intentaremos explicar que el margen de maniobra es importante y que el alcance del derecho y de la jurisprudencia islámicos es a la vez concreto y amplio, y que aún basándose en la fuente revelada, necesita un compromiso de la razón humana.

Universalidad y unicidad del mensaje

Para los musulmanes, el Corán, revelado en el transcurso de veintitrés años, entre 610 y 632. En ese sentido el Corán representa un mundo absoluto, ya que está revelado por el Creador de los cielos y de la tierra, del espacio y del tiempo. En el Corán, los creyentes encuentran, más allá de los acontecimientos y de las contingencias de la historia, el mensaje profundo y esencial de at-tawhîd (unicidad de Dios): no hay dioses, hay Al·lâh y los seres humanos deben responder a Su llamada.

Esta es la quintaesencia de los mensajes revelados a todos los mensajeros precedentes: Adán, Noé, Abraham, Moisés, Jesús y el resto de los profetas a lo largo de la historia. El Corán es una llamada, una «amonestación», la última, y está preservada por el mismo Dios: «Somos Nosotros Quienes hemos revelado la amonestación, y somos Nosotros quienes la custodian» (Corán 15/9).

El corazón de la esencia divina, que constituye la base de todas las revelaciones, está presente en el Corán, con todas sus implicaciones para los seres humanos: hay un solo Dios. Es el Creador de todo, venimos de Él, Le pertenecemos y volveremos a Él. Cada uno será juzgado según su îmân, sus intenciones, su conciencia y su comportamiento. Esta vida no es la Vida, sino un tránsito, un tiempo muy breve…; esta vida es una prueba «Es Quien ha creado la muerte y la vida para probaros, para ver quién de vosotros es el que mejor se porta» (Corán 67/2).

Todas las religiones reveladas se basan en la comprensión general del sentido de la vida. Según la enseñanza islámica, Dios, a través de la enseñanza fundamental, ha dado a los diversos pueblos un medio particular para adorarle, adaptado a una cierta época y a un cierto contexto, lo que explica la diversidad y la coexistencia de las creencias queridas por el Creador: «Te hemos revelado la Escritura con la verdad, en confirmación y como custodia de lo que ya había de la Escritura» (Corán 5/48).

Así pues, la diversidad religiosa es querida por Al·lâh y Él ha dado a cada pueblo un mensaje específico. Sin embargo, los mensajes divinos a lo largo de la historia han sido, de una u otra manera, modificados y alterados por los hombres, y cada una de las revelaciones sucesivas ha debido rectificar lo que había sido transformado y falsificado en la precedente.

Para los musulmanes, el Corán confirma lo que ya había sido revelado con anterioridad, y al mismo tiempo corrige y rectifica los errores y las alteraciones que, según el mismo Corán habían sido introducidas en los mensajes precedentes. Como es la última Revelación, el Corán representa la última vía, la última dirección, la última referencia cuyas enseñanzas son válidas en cualquier lugar y para todos los siglos futuros hasta el fin de la historia humana. Las nueve décimas partes del Corán tratan de la espiritualidad en su sentido más amplio: la presencia de Dios, la creación, al-îmân, el culto, la moralidad, el más allá, etc. También hay prescripciones generales concernientes a los temas sociales: en su última Revelación, Al·lâh ha establecido un marco general en el seno del cual los creyentes deben esforzarse por encontrar la ley más adecuada, a la vez fiel al Corán y adaptada a su contexto.

Contenido y alcance

Según algunos ulemas, solamente unos doscientos cincuenta versículos (de un total de seis mil seiscientos treinta y dos) tratan de cuestiones jurídicas, la mayor parte de ellos respondían a problemas planteados a la comunidad en la época de la Revelación. De dichos versículos (es decir sólo un porcentaje del 3,77% aproximadamente),  fuqahâ’ al-usûl (especialistas en los fundamentos del derecho y de la jurisprudencia) extrajeron las prescripciones generales que dirigen la comprensión y el comportamiento tanto de los ulemas como de los creyentes. Lo comprendieron, primero, los compañeros del Profeta y a continuación los juristas (fuqahâ’) para esforzarse por exponer las prescripciones generales que sostenían las respuestas reveladas otorgadas a los musulmanes en el siglo VII de la era cristiana.

Para llevar a cabo esta tarea, se remitían también a la enseñanza del Profeta, SAAWS, a su Sunna. Que contiene todo lo que se reunió sobre el Profeta, sus actos, sus palabras y lo que aprobó clara o tácitamente. La Sunna, segunda fuente de la jurisprudencia islámica, confirma y detalla lo que ya se encuentra en el Corán y, más raramente, añade algunos elementos. Los hadices, cuyo proceso de autentificación se convirtió a lo largo de la historia en una rama de estudios independiente, permiten a los ulemas comprender de manera más completa y profunda las enseñanzas divinas y la vía que los musulmanes deben seguir. Con la primera referencia, que es el Corán, les permiten extraer un marco general de principios que presentan las enseñanzas de la shari’a. De hecho, el marco global y los principios y reglas generales constituyen, según la creencia musulmana, lo que debe ser considerado absoluto e inmutable. Revelados por Dios en su última revelación a través de Su último mensajero, son válidos en cualquier tiempo y lugar. Eso responde a la creencia islámica según la cual los musulmanes deben “permanecer fieles a la Vía revelada” (a-sharî’a) y es uno de los principios de las enseñanzas más importantes de at-tawhîd (unicidad de Dios).

Sin embargo, la fidelidad a tales principios absolutos necesita un trabajo importante y permanente por parte de los ulemas, de los que se espera que formulen reglas específicas y concretas adaptadas al contexto histórico y geográfico. Tal es exactamente la función de al-iÿtihâh (la totalidad del esfuerzo efectuado por un jurista), abordado en otra publicación, aquí basta con mencionar que se espera de los fuqaha’ de la comunidad musulmana, porque tienen que proporcionar a sus correligionarios las respuestas adecuadas y adaptadas a su entorno, que se esfuercen en conseguir juicios individuales o colectivos que permitan preservar el vínculo fundamental que une lo absoluto de las fuentes con la relatividad de la historia y la geografía (épocas, circunstancias, culturas, etc.).

 
Deben plantearse un doble trabajo: una interpretación profunda y concreta del Corán y de la Sunna, y un análisis adecuado de la situación social, política y económica a la que se enfrentan. Deben determinar al-fiqh que es el producto de una actividad humana racional sobre la base de las prescripciones inmutables de la sharî’a, pero son respuestas, adaptaciones y formulaciones que a su vez están en constante evolución.
De hecho, cuando el profeta llegó a Medina se encontró con que los nativos injertaban sus palmeras. Les dijo: “quizás fuera mejor no hacerlo”. Los ansar (habitantes musulmanes de Medina) abandonaron su práctica menguando la cosecha de dátiles, así que fueron a preguntar al profeta, quien les respondió: “no soy más que un ser humano. Cuando os digo que hagáis cualquier cosa que tenga que ver con la religión hacedla; pero cuando os digo algo según mi opinión personal, recordad que soy un ser humano. Vosotros conocéis mejor los asuntos de este mundo.”

Las dos observaciones precedentes nos permiten aportar cierta luz sobre al menos dos confusiones o errores de comprensión en cuanto a la shari’a, su contenido y su alcance.

En primer lugar, la shari’a no se limita al Código penal, que es un elemento muy concreto para tener en cuenta a la luz de una metodología general y una filosofía global de la vida. Considerarlo un elemento fuera del contexto que le confiere su sentido es, no sólo injusto, sino metodológicamente erróneo. Las enseñanzas del Corán y de la Sunna dan forma a un modo de vida completo, lo que en realidad es la shari’a que se nos ha ordenado seguir: desde el cumplimiento de las oraciones cotidianas hasta la defensa de la justicia social, del estudio a la sonrisa ofrecida a un ser humano, del respeto a la naturaleza a la protección otorgada a un animal.

En segundo lugar, la confusión muy extendida según la cual shari’a y fiqh aparecen como la misma y única cosa, cuando de hecho existe una distinción esencial entre ambos. El fiqh representa el producto del pensamiento y la elaboración humanos, más concretamente, es el estado de la reflexión jurídica al que han llegado los sabios musulmanes en un cierto momento y en determinado contexto a la luz de su estudio de la shari’a. Así que, si la shari’a constituye la Vía revelada e inmutable, es completamente distinta del fiqh, que, para ser fiel a su función, debe ser dinámico y estar en constante elaboración, ya que la evolución es la característica de nuestro mundo.

Ser fiel al mensaje del Corán no significa en absoluto limitarse a una lectura literal, restrictiva y perezosa de las dos principales fuentes y de los comentarios que fueron hechos por los grandes ulemas de antaño; al contrario, significa ejercer la inteligencia para aportar soluciones que, al estar adaptadas a la realidad social y política, expresen nuestra intención individual y colectiva de ser musulmanes, de permanecer fieles.

Al conocer la función de las fuentes islámicas y comprender el alcance de la shari’a, se pueden asimilar más fácilmente las diferentes esferas y estratificaciones del pensamiento islámico. Dios sólo decide la Vía, la dirección y los fines y, en el interior de las prescripciones generales y globales que les ha revelado, los musulmanes deben desarrollar su propio conocimiento y comprensión, tanto de las fuentes como de la realidad social para ser capaces de aplicar las enseñanzas de forma fiel. Dios ha decidido la manera de adorarle, el modo de rezar y también lo que es lícito y lo que no lo es: los seres humanos no pueden modificar eso, pero a la vez, no pueden apoyarse únicamente en las prescripciones generales de la shari’a para resolver sus problemas en un mundo que resulta cada día más complejo. Debemos, por ejemplo, en estos tiempos de crisis financiera, estudiar, comprender y tomar en consideración los diez únicos versículos que tratan de economía en el Corán –y debemos encontrar el medio de respetar las enseñanzas-, pero será imposible proponer una economía alternativa, un sistema específico apropiado para nuestra situación contemporánea sin emplear todos nuestros esfuerzos y toda nuestra cualificación –intelectual y financiera- para poner por delante las prioridades, las etapas y las perspectivas que pueden hacernos esperar un porvenir liberado de la dominación del capitalismo y del injusto y despiadado sistema financiero, que padece, desafortunadamente, mucha gente en estos momentos.

Los compañeros del profeta, SAAWS, no dudaban en hacer frente a la necesidad formulando prescripciones y reglas cuando no encontraban respuesta adecuada en las fuentes. Unidos a Dios, sabían que vivían en un mundo en constante evolución. Sabían que ser un auténtico creyente no significa desatender nuestra mente, que buscar la proximidad de Dios en nuestro corazón no significa olvidar la elaboración intelectual; y eso, junto con sus cualidades individuales, quizás sea el don más grande que nos legaron. En otras palabras, a través de ellos aprendemos que una fe intensa no equivale a un déficit de inteligencia. Inmersos en la historia, necesitamos a la vez del corazón y de la mente, de la fe y del intelecto para trazar nuestra vía y para formular reglas y límites de acuerdo con la orientación que Dios le ha marcado a la humanidad.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Ser musulmán y cómo serlo


Oímos y leemos con demasiada frecuencia en la televisión, Internet, medios impresos, etc. A gente que dice haber leído el Corán y, por tanto, haberse acercado a su mensaje y esencia. Vemos que éstos se permiten opinar, a la ligera, sin conocer algunas nociones básicas del Islam, (como pueden ser al-islâm, al-imân, al-ihsân, as-shahâda o as-sharî’a) ni haber realizado antes una tarea esencial que satisfaga la adecuación de esos textos a un contexto (lo que rodea al texto) concreto y una época determinada.

Por otro lado, hay musulmanes que no se han planteado mucho estos conceptos y que se encuentran inmersos en una interpretación liviana que no distingue los aspectos culturales de los religiosos. Hecho peligroso por ambas partes. Que hace que nos sumerjamos en interminables coloquios que suelen tener a la exclusión, el totalitarismo, e incluso la excomunión, de protagonistas.

El discurso que aquí pretendemos desarrollar, debe responder primero al analfabetismo religioso tan extendido en los medios. Y segundo a ciertas preguntas de algunos musulmanes, escapando de conceptos que no atienen a lo que describimos a continuación, pues se trata de conceptos teóricos que han de trasladarse a la práctica para englobar un ser musulmán, junto con un cómo ser musulmán y que no se contradigan ni con las fuentes, ni con el terreno de aplicación de la fe.

Los especialistas del fiqh han querido con frecuencia reducir la noción de shari’a a su propio ámbito de especialización, es decir, exclusivamente al derecho. Otros ulemas, y especialmente los que estaban versados tanto en el derecho como en la mística, recordaban que el sentido de shari’a es mucho más amplio y que el tema remite literalmente a la idea del “camino que lleva a la fuente” que expresa la idea de “la vía”, abarcando más aspectos del Islam: al-‘aqîda (ciencia de la fe), al-fiqh (derecho y jurisprudencia), y a-tassauf (la mística). También querían volver a la visión englobadora y única que circulaba en la época del profeta del Islam, en la que la fe, la espiritualidad y el cumplimiento estaban movidos por el mismo y único aliento. Deseaban sobre todo oponerse a la visión esterilizante de aquellos, para quienes el Islam había acabado por reducirse a la primacía del derecho y de su aplicación. Para estos últimos, especialistas de al-fiqh y de las discusiones relativas a él, el derecho ya no era un medio para mantener la fidelidad al mensaje, sino se convertía en una finalidad, el Islam, que originalmente englobaba la fe, la espiritualidad y el derecho, se reducía desde ese momento a las prescripciones del derecho, a su codificación y a su glosa.

Estas discusiones nos han llevado muy lejos de la simplicidad original del Islam. Tenemos que volver a lo esencial y presentar las cosas de manera clara, sintética y que sobre todo nos haga encontrar la fuente del aliento único con cuyo impulso el Islam es a la vez una fe, un derecho y una mística. El Islam es uno y se basa en dos ejes esenciales ser musulmán y cómo ser musulmán.

Ser musulmán es dar testimonio de que se es portador de la fe en Dios en el corazón y en la mente, y que se reconoce la verdad de la revelación coránica y de su Mensajero: el testimonio de la shahâda es lo que hace entrar a un hombre o a una mujer en el Islam (no hay más Dios que Dios y Mohammad es Su enviado).

Cómo ser musulmán abarca el conjunto de las dimensiones de la acción que nos permiten permanecer fieles al testimonio de la fe, tanto en el plano íntimo de la labor espiritual y mística, como en el derecho y la jurisprudencia a nivel individual y colectivo.

El progreso en ambos ejes de as-shahâda (ser musulmán) y as-sharî’a (cómo ser musulmán) nos lleva a una elevación espiritual (tazkiat an-nafs). Esa progresión en el tiempo y en el espacio pasa por etapas como al-islâm, al-imân y al-ihsân.

Al-islâm o fiqh al-‘ibâdat: conocimiento del culto es la primera parte de lo que se llama al-fiqh al-islâmi (el derecho y la jurisprudencia islámicos).

Al-îmân: es un instrumento poderoso que tiene el ser humano para afrontar el reto de Al·lâh, para encarar el desafío contenido en las inmensidades que presiente en lo más hondo de sí y de la existencia entera. (A. Aya: El islâm no es lo que crees. Pág. 56).

Al-ihsân o excelencia: según su triple dimensión (íntima, individual y colectiva) vinculada a la acción humana, resultó: en su aspecto íntimo en a-tassauf (sufismo); en su aspecto individual en ‘ilm al-ajlâq (la moral, la ética, el buen comportamiento) y, en lo que concierne a sus aplicaciones colectivas, sociales, comerciales o jurídicas, en fiqh al-mu’âmalât (el conocimiento de las relaciones sociales, la segunda parte de al-fiqh al-islâmi).

Éstas son algunas de las nociones de las prescripciones islámicas que intentaremos desarrollar con más detalle en un futuro, con la constante ayuda de Dios.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Entre religión y tradición

Las nuevas generaciones se encuentran aturdidas por la información tan divergente sobre sus ideales y pertenencias que reciben a diario, tanto a través de sus familiares como por los medios de comunicación.

Cuando preguntan, se puede caer en el error de dar una explicación acudiendo a toda una serie de reglas y prohibiciones, cuya totalidad pretende explicar la religión islámica pero en el marco de una relación de protección frente al contexto, percibido como demasiado permisivo y, por tanto, hostil. Esta actitud nos puede convertir en portadores de un conocimiento islámico bastante “modesto” que va encaminado a no perder las tradiciones, porque por lo general, quien responde no ha nacido en Europa o no comparte todos sus valores porque no se siente de aquí. Esto suele hacerse sin realizar la necesaria distinción entre los aspectos tradicionales y los religiosos.

De este modo el Islam se entiende como una tradición que engloba muchos aspectos culturales que no tienen nada que ver, en su origen, con sus enseñanzas. La “paquistanización”, si se nos permite el neologismo, de muchos musulmanes sería un ejemplo de este fenómeno. Un ejemplo porque parece que la indumentaria y la onomástica “islámicas” y de más símbolos culturales, prevalecen sobre otros valores que tienen más que ver con la esencia del pensamiento islámico. Nos olvidamos de que lo esencial es invisible para los ojos. Lo más peligroso de estos fenómenos es que se convierten en un soporte “oficial” y legítimo de discriminaciones evidentes al hacer vida fuera de casa, dentro de un contexto que no comparte esos mismos valores. De esta manera, los musulmanes se tienen que enfrentar a las imágenes que moran en el imaginario colectivo europeo, independientemente de los derechos que las constituciones contemplen para ellos. Pues se incurre con indeseada frecuencia, en el error de juzgar a las personas únicamente por su aspecto sin llegar siquiera a escuchar y valorar sus ideas.
Da la impresión (trasladándonos a la propia comunidad islámica) de que ser musulmán no es compatible con el sentir europeo o universal y que para ser un buen musulmán, tenemos que ser muy severos y poco permisivos respecto de la aplicación de al-usûl (principios fundamentales) independientemente del contexto en el que esta aplicación tenga lugar. Esta aproximación a las fuentes hace difícil la compenetración entre vida europea y un respecto concienzudo a las creencias y valores que compartimos dentro del marco religioso. ¿Acaso los valores que el Islam defiende no son conciliables con los occidentales?

Algunos musulmanes, actuando —o mejor dicho, reaccionando— bajo el efecto de la cultura permisiva occidental más que a la luz de una comprensión profunda de la ciencia islámica, presentan el marco jurídico islámico como si ya estuviera fijado, o como si todo lo que contiene fuera totalmente inamovible, dado que procede de Dios y nuestros ulemas precedentes ya han formulado todo lo que debemos saber y seguir. Tal actitud revela una profunda falta de conocimiento y, sobre todo, tiende a definir lo que es el Islam, no en sí mismo, sino por oposición a lo que no es, esto es, «la civilización occidental». Si esta última progresa, innova, tiene la libertad como estandarte, lógicamente, razonablemente y por oposición, el Islam no lo hace. Este tipo de posicionamiento no encuentra ninguna justificación en las fuentes islámicas fundamentales.

Tomar esta última alternativa supondría que estamos viviendo en un sitio, sin estar del todo en él. Hay muchas manifestaciones de esta realidad, un ejemplo sería la vida comunitaria: siendo una forma instintiva de protección de la identidad de los países en que se ha nacido, una prueba de esto es que no están faltas de símbolos culturales autóctonos de esos países. Este acercamiento es peligroso porque entiende que el Islam es lo que se vivía allí, en otro contexto geográfico y quizás  temporal. Se tiende a la reducción de su mensaje a lo meramente cultural. Este sentimiento está tan acentuado que cualquier adaptación amenaza la identidad musulmana, olvidándonos de que esa adaptación o puesta al lugar (parafraseando la expresión), es necesaria para vivir en un contexto secularizado, sin que eso suponga abandonar las fuentes. Simplificaciones absurdas que pueden hacer que la religión pierda su valor universal que une a todas las personas, cualesquiera que sean sus culturas y tradiciones bajo la Shahâda (que engloba el cómo ser musulmán) de “no hay dioses, ha Al·lâh y Muhammad es su profeta.”
Dejar claro que no defendemos ningún tipo de discriminación cultural, respetamos las culturas paquistaníes, las argelinas,… la distinción que queremos marcar es que no se puede vivir en España, Suecia o Argentina como se vivía en esos u otros países y que cambiar o adaptar ciertos símbolos no supone cambiar en lo más mínimo el mensaje del profeta Muhammad, que la paz y las bendiciones de Allah sean con él.

Caer en ese error hace que seamos superficiales, que perdamos argumentos para las nuevas generaciones y transmitamos un mensaje poco conciliador entre la IDEA en su conjunto y su aplicación en el terreno pragmático. Nuestra cultura, enmarcada en occidente, está formada por valores e ideas heterogéneos que no tienen porqué chocarse sino que pueden coexistir si se plantea un cambio de perspectiva. En la mayoría de las veces, estar aquí ofrece una serie de derechos de los que careceríamos en otro lugar y todo dependerá del prisma con el que se quiera ver: la obligatoriedad de la educación en Occidente corresponde a la incitación al saber en el Islam, por lo que los valores occidentales están apremiando un valor de nuestra religión de forma implícita. Este sería un solo ejemplo de todas las posibilidades que se pueden aprovechar sin llegar a amenazar nuestra identidad.

La tarea que nos compete es llegar a considerar las diferentes pertenencias como hechos que esculpen una identidad enriquecida en base a las múltiples perspectivas que se puedan tomar al valorar un asunto. Esto puede ayudar a que nos tomemos el tema de nuestras múltiples identidades como una baraka que nos ayuda a prosperar tanto en el terreno espiritual como en el social o colectivo.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Retos comunes para vivir juntos: Las fracturas sociales

Las fracturas sociales

Las sociedades europeas atraviesan profundas crisis en los planos social y económico. El problema del paro es obsesivo y se desarrollan más bolsas de marginalidad, exclusión y delincuencia. La violencia y la inseguridad son el destino de muchas ciudades, barriadas y suburbios de toda Europa. Como es bien sabido, estos factores son proclives a aumentar el racismo y la xenofobia, ya que la población más afectada por esas plagas es, con frecuencia, la minoritaria. Es urgente desarrollar acuerdos para luchar contra todo tipo de desviaciones sociales: el trabajo en proximidad es una primera etapa indispensable, pero debe estar acompañada de estrategias de intervención más amplias en la elección de políticas sociales y urbanas.

Todos los ciudadanos, de todas las obediencias, deben participar en el esfuerzo de reforma y justicia sociales que hay que distinguir del mero trabajo benévolo y solidario. Este último es necesario, pero debe ser considerado un complemento, una ayuda y no la única implicación en el campo político.

La lucha contra el paro, el compromiso contra la discriminación en el empleo, la acción social, la intervención contra la violencia en las ciudades o el cuidado de las personas marginadas son otros tantos retos que hemos de plantearnos juntos, como vecinos, como conciudadanos.

Hay hoy gran necesidad de promover un mejor conocimiento mutuo entre los musulmanes y la sociedad en la que viven. Alejarse de la pasividad y del enorme obstáculo de los prejuicios no será posible con simples discursos o testimonios sinceros llenos de buenas intenciones. El conflicto está tan exacerbado y tenso que el proceso que lleve a establecer la confianza entre la minoría musulmana y el resto, tomará su tiempo. Deberá apoyarse en una mejor comprensión surgida de un verdadero diálogo, de actividades emprendidas a partir de un esfuerzo común y de una coexistencia necesariamente dinámica. Desde el punto de vista de los musulmanes, eso significa que tienen que admitir que están en su casa y que deben implicarse más en las sociedades europeas, desde los asuntos estrictamente religiosos hasta las preocupaciones sociales en un sentido más amplio. La postura reactiva, expresada, bien sea fundiéndose completamente en el entorno, bien oponiéndose violentamente a él, no puede ir de la mano del proyecto de construcción de un futuro basado en la confianza, el respeto y la colaboración.

 

El Islam es ante todo la expresión fundamental de los vínculos esenciales de la vida del corazón con Dios. La imagen hoy negativa del Islam ha ocultado completamente el aspecto espiritual de sus enseñanzas. Los musulmanes, debido a su reacción, muchas veces únicamente emocional, están lejos de expresar esta dimensión de su religión. El Islam es una concepción de la vida que orienta a los creyentes hacia la espiritualidad y la meditación sobre el sentido de la vida. Es un modo de vida simple y muy exigente a la vez, que necesita que el musulmán dé lo mejor de sí para ser mañana mejor de lo que ha sido hoy y para elegir, a toda costa, la vía de la generosidad, la justicia y la honestidad.

 

Los musulmanes en Europa deben superar la puesta al día asiática o africana tradicional de los principios de su religión y desempeñar su papel en las sociedades donde viven. Deben participar en el necesario debate sobre la fe, la espiritualidad y los valores en la época moderna con los miembros de otras comunidades religiosas y los hombres y las mujeres de buena voluntad. Su presencia podría ser un espejo positivo considerado algo revelador más que una agresión, ya que los musulmanes, desde ese momento, no deberán debatir las cuestiones solos, ni contra toda la sociedad, sino con sus conciudadanos, a través de una preocupación común sincera y verdadera, lo que significa que debe promoverse un amplio compromiso a favor del diálogo sobre las cuestiones tanto religiosas como éticas, desde el origen hasta las instituciones dirigentes y especialistas en los países occidentales. El Corán anima a las gentes al conocimiento mutuo “Hombres, ¡Os hemos creado de un varón y de una hembra y hemos hecho de vosotros pueblos y tribus, para que os conozcáis los unos a los otros.” Corán 49/13.

El sentido explícito de este versículo invita a los miembros de naciones o grupos específicos a hacer todo lo posible para conocer a sus semejantes. El sentido implícito, sin embargo, es que ya se conocen, lo que parece claro y debería ser asumido. Ahora bien, eso está lejos de ser la realidad de hoy, y los miembros de las naciones pluralistas occidentales, musulmanes y no musulmanes deben esforzarse para acceder a ese estado aparentemente evidente y en todo caso esencial.

La escasez de conocimientos cívicos es notoria entre los jóvenes de casi todos los países europeos. Ya no se interesan por la política y a penas conocen el funcionamiento de las instituciones nacionales y de los diversos organismos ejecutivos y legislativos. Lo que conduce, de paso, a una grave disfunción del proceso democrático en las sociedades modernas. La débil tasa de participación en las elecciones o decisiones de interés público o nacional, que a menudo no sobrepasa el 30 o 40 por ciento, resulta muy preocupante para el porvenir de las sociedades democráticas occidentales. Es como si se hubiera cavada un foso entre las clases políticas y económicas, que deciden el destino de la nación, y una mayoría de la población se interesa más por sus problemas inmediatos y cotidianos y por una obsesión permanente por el fenómeno Gran Hermano, que parece acaparar toda la atención y el interés de los televidentes.

A fin de cuentas, esta actitud pasiva ante los problemas reales que pueda padecer una sociedad, es la misma en el caso de un gran número de musulmanes, pues consideran extrañas a las instituciones políticas y sociales. La mayor parte pecan de ignorancia en lo que concierne a las leyes o a las distintas instituciones o esferas de decisión del país en el que viven. Algunos de ellos ya son ciudadanos —o son residentes desde hace más de veinte años, pero no conocen nada del marco constitucional general del país en el que viven pero nunca han pensado en una participación activa. Podemos contemplar los ejemplos del profeta Yusuf y Mohammad, que la paz y las bendiciones de Al·lah sean con ellos. El primero no sólo vivió en Egipto sino que le ofreció sus servicios a un rey politeísta (el Faraón del momento), de hecho fue el mayor responsable de la economía del país. El segundo, mensajero entre su pueblo, quiso permanecer el máximo tiempo posible en la Meca. Requirió y obtuvo el apoyo de politeístas, en particular el de su tío Abû Tâleb, quien nunca renegó de las antiguas creencias árabes. Estos ejemplos como otros tantos, les permiten a los musulmanes comprometerse en una sociedad con mayoría de población no musulmana. Y esa actitud debe ser impulsada en occidente. En otras palabras, hay que promover todas las formas de institución cívica entre los musulmanes; la instrucción versaría sobre el panorama legal y político, el funcionamiento de las instituciones, el significado de las diferentes consultas y el papel del ciudadano a los niveles local y nacional.

A la luz de sus fuentes islámicas, los dirigentes de las organizaciones musulmanas deben promover primero el compromiso social y político a nivel local con el fin de familiarizar a los jóvenes musulmanes con el compromiso sociopolítico en la proximidad. Trabajar con otras organizaciones locales, organizar sesiones de instrucción cívica para los musulmanes y los no musulmanes juntos, o reunirse con las autoridades locales son algunos de los medios que pueden encauzar un verdadero encuentro, basado en un sentimiento compartido de responsabilidad mutua. La consecuencia natural del proceso sería un compromiso más efectivo en el plano social.

La fe en el Islam está vinculada al principio de justicia, que, como hemos dicho, debe ser defendido bajo cualquier circunstancia. Si ser musulmán es actuar, entonces ser activo en las sociedades occidentales es un deber y una responsabilidad.
La participación musulmana es el medio más apropiado para desarrollar una mejor relación entre los musulmanes y los trabajadores sociales o las instituciones a las que están vinculados. Hasta el día de hoy los musulmanes tenían la costumbre de trabajar solos y de creer que, como era imposible contar con la sociedad en el ámbito de los asuntos religiosos, la situación sería la misma cuando se tratase de resolver los problemas sociales más amplios. Tal confusión, que mezcla la educación religiosa en occidente con el compromiso social, ha llevado a aislar a las organizaciones musulmanas a todos los niveles, desde la base hasta la esfera universitaria. De forma más grave, ese encierro ha privado a las asociaciones musulmanas de una valoración social más acertada. Pues las imágenes con las que se quedan conforman una anécdota caricaturesca, que en muchas ocasiones se lleva al extremo para acabar convirtiéndose en un tema de estado. Una mujer o un hombre, joven, adolescente o adulto, tiene necesidad de ser reconocido por sus iguales y una sociedad no valora más que a los que conoce, a los que reconoce.

El estado de ánimo que puede aconsejar el encierro ha de ser reformado de inmediato y como musulmanes debemos compartir preocupaciones comunes con el resto de las sociedades incidiendo sobre las cuestiones importantes que hemos presentado en publicaciones anteriores de este blog. Nuestra religión nos manda obrar para lograr más justicia. Más justicia para desembocar en una elevación espiritual (tazkiyat an-nafs) deseada por todos. Pero eso no significa que tengamos que preocuparnos únicamente por nosotros mismos sino colaborar con todos aquellos que se esfuerzan por transformar la sociedad a mejor, en nombre de la dignidad humana y del respeto.

 

Concluimos con esto la serie de Retos comunes para vivir juntos, inspirada en la obra del profesor Tariq Ramadan El Islam minoritario.


martes, 2 de noviembre de 2010

Retos comunes para vivir juntos: La educación


La educación

 

Cada día se ponen en cuestión los sistemas educativos del mundo moderno siendo objeto de severas críticas, como si fueran responsables por sí mismos de todos los fallos sociales. Los profesores se convierten, de paso, en los chivos expiatorios de todas las frustraciones: la escuela ya no es lo que era. Los musulmanes, como los demás ciudadanos, están interesados en esta cuestión, en el sistema escolar en su conjunto, en los programas de enseñanza y en la vida en la escuela, pues son cuestiones que implican a todos los actores sociales.

Bien sea en las familias musulmanes o en las demás, las antiguas compartimentaciones (la familia que educa y la escuela que instruye) se han hecho trizas: los espacios de complementariedad ideales han dejado sitio hoy a una especie de nebulosa en el seno de la cual es difícil definir los respectivos roles. Y los debates suelen acabar con la responsabilización del otro: los padres han dimitido, dicen unos, los profesores son blandos, replican los otros. Mientras tanto, se crían generaciones de niños a quienes no se ofrece esperanza sino que se les transmite una curiosa o muy precoz desgana.


La educación es una de las construcciones más grandes de la época moderna. Para debatir sobre ella se necesita que el conjunto de los actores de nuestras sociedades occidentales, de todas las confesiones, espiritualidades, convicciones humanistas; trabajen juntos con el fin de determinar la vocación de la escuela y su lugar en nuestra sociedad a la luz de nuestro proyecto común.

Una comunidad o nación de seres responsables se valora por la inversión que hace en la formación y educación de los adultos del día de mañana. No se trata sólo de transmitir meros conocimientos y habilidades que hagan posible el control casi total del entorno y permitan a los individuos obtener un reconocimiento social con un buen salario como retribución. ¿Qué queremos exactamente? Sería tiempo de que entre todos nos planteáramos la pregunta: ¿qué queremos? ¿Formar seres dignos y responsables? ¿Vivir juntos en el respeto hacia los demás y hacia la pluralidad? ¿Defender el derecho y la justicia? ¿Conduce a esos objetivos nuestro proyecto educativo global? Lo menos que podemos decir es que se ejerce presión que pesa sobre la escuela para que a partir de la selección y de la competición a ultranza sean “producidos” los universitarios y la élite del mañana.

Los alumnos, colegiales y universitarios adivinan, más o menos, hacia dónde se les quiere llevar. Pero no saben quiénes están en el camino de su formación. La memoria, a menudo truncada en cuanto a su historia, y los horizontes particularmente confusos de su identidad cultural se unen a un analfabetismo religioso mayoritariamente extendido. Todos estos elementos son factores multiplicadores de temor y miedo: ¿cómo reconocer serena y respetuosamente al otro si no sé quién soy? La sociedad pluricultural necesita una educación exigente y adaptada para combatir la producción de las peores desviaciones racistas y xenófobas. La escuela hoy, más que ayer, debe formar el ser y contar con él, cuestionar el sentido, debatir los valores y no encerrarse en una simple y única gestión selectiva de las capacidades y aptitudes. Esta cuestión concierne a todos los ciudadanos responsables sean de la confesión que sean.


lunes, 1 de noviembre de 2010

Retos comunes para vivir juntos: La espiritualidad

La espiritualidad

En esta segunda parte de los retos comunes que tenemos que asumir para la convivencia en una sociedad occidental, trataremos el tema de la espiritualidad.

Según las enseñanzas del Islam, vivir la relación con Dios en el crisol de la energía y del aliento de la evocación y de la proximidad, es la finalidad de toda vida humana. El Islam es, ante todo, una fe en un solo Dios a quien el creyente está vinculado a través de una vida espiritual permanente. Su vida debería ser, idealmente, una total manifestación de la fe. Así pues, cualesquiera que sean el entrono, el testimonio y la vida del corazón; la espiritualidad debe ser protegida y respetada porque para un musulmán, la vida espiritual es la esencia misma de la existencia en la tierra. La protección de la fe y del modo de vida están naturalmente unidos a su expresión (ad-din), que conforma la libertad de conciencia.

La espiritualidad es la luz a la que las normas morales sirven de jalones y marcas. Todas las religiones y todas las espiritualidades del mundo desean proteger la energía íntima que permite el equilibrio, la armonía, la humanidad de los hombres y su dignidad. Ni siquiera los agnósticos se abstienen de hablar de su deseo de vivir y de dar sentido a una espiritualidad, un aliento de vida, a la conciencia de un sentido que hay que preservar. Todos hablamos: y todos nos damos cuenta de la dificultad casi insuperable de vivir una espiritualidad coherente con el modo de vida en que estamos sumergidos. ¿Cómo vivir la espiritualidad? ¿Cómo protegerla? ¿Cómo transmitirla cuando es tan difícil de vivir?, ¿cómo transmitir su saber y su fuerza a las nuevas generaciones cuando se desea vivir juntos en conciencia? ¿Cómo educarles a la luz del aliento, del sentido? ¿Cómo acompañar a su corazón? ¿Cómo alimentar nuestras conciencias?

Vivir y proteger su espiritualidad en una sociedad materialista es difícil, un verdadero reto que debemos afrontar juntos. La espiritualidad, el sentido y los valores son otros tantos ámbitos que nos deben preocupar si no queremos que mañana, a fuerza de haber descuidado o evitado los debates de fondo, tengamos la obligación de reconocer que hemos dejado el campo libre a todas las desviaciones sectarias y generadoras de exclusiones. Se plantean cuestiones que deben volver a cubrir el ámbito de reflexión de las sociedades industrializadas y ricas. Preocuparnos por la espiritualidad y el corazón es plantear la cuestión del lugar que ocupa nuestra fe en nuestras vidas cotidianas, del papel de las conciencias en nuestras elecciones y negligencias, del valor y del sentido de las cosas más allá de su cuantificación económica. ¿Cómo estar hoy con Dios? ¿Cómo vivir con los hombres? Preguntas inquietantes; un terremoto, a veces, para quien acompaña a sus hijos en su camino y se pone de repente a reflexionar.

La imagen hoy negativa del Islam ha ocultado completamente el aspecto espiritual de sus enseñanzas. Los musulmanes, debido a su reacción, muchas veces únicamente emocional, están lejos de expresar esta dimensión de su religión. El Islam es una concepción de la vida que orienta a los creyentes hacia la espiritualidad y la meditación sobre el sentido de la vida. Es un modo de vida simple y muy exigente a la vez, que necesita que el musulmán dé lo mejor de sí para ser mañana mejor de lo que ha sido hoy y para elegir, a toda costa, la vía de la generosidad, la justicia y la honestidad.


domingo, 31 de octubre de 2010

Retos comunes para vivir juntos: Recuperar el matiz y la complejidad

Introducción

Para poder asentar axiomas de diálogo efectivo entre las distintas propensiones, tenemos que asumir una serie de retos comunes con el fin de lograr una coexistencia que no esté compuesta por una paz en la separación, sino formada por un vivir juntos en la participación.

Hoy en día ya no se trata de saber cuál es, o será, el lugar de los musulmanes en Europa. La cuestión que nos interesa en este momento es la de saber cuál será su aportación a sus respectivas sociedades. Cuando hablamos de identidad musulmana (concepto aislado de los revestimientos culturales que le suelen acompañar) podemos mencionar varios ejes: fe, espiritualidad, educación y participación. Estas referencias como otros elementos importantes nutren y acompañan a los musulmanes allá donde vivan. En conjunto, forman la cuestión del sentido y de la preocupación por los valores.

Los musulmanes están lejos de ser los únicos en plantearse estas cuestiones fundamentales. Los hombres y las mujeres de fe y de conciencia, los humanistas en general, están preocupados por el futuro de nuestras sociedades; que están cada vez más orientadas hacia la productividad, el rendimiento y el afán de consumo.
Los retos son numerosos, considerables, complejos y comunes, y hay que aprender a planteárselos en su conjunto. Los publicaremos en cuatro partes y aquí nos disponemos a publicar la primera.

Recuperar el matiz y la complejidad

Acceder a la complejidad es saber escuchar a una mujer o a un hombre y estar atentos a sus expectativas, heridas, preocupaciones o dudas. Nuestra concepción del mundo quizás sea simple, nuestros principios quizás sean limpios, pero la vida es complicada… Complicada como cada corazón y la inteligencia de cada cual. Lo sabe bien quien está atento y es respetuoso consigo mismo y para con los demás. Es asombroso que lo que sabemos de forma natural en nuestras relaciones afectivas y cotidianas se evapore y desaparezca cuando el otro pertenece a otra religión, otra cultura u otra historia. En este caso es la información concisa, rápida, tajante y casi definitiva lo que da cuerpo a nuestra relación: como si tratara de comprender profundamente a los amigos y únicamente informarse superficialmente de las relaciones de los demás. Se da a los unos, por amistad y amor, lo que se les niega a los otros, por indiferencia y prejuicios, aun cuando se preconiza el diálogo. La evidencia de lo que se sabe sobre el otro no nace del tiempo que se ha empleado para escucharlo y comprenderlo, sino que procede de la frecuencia con la que se ha repetido una información determinada. La velocidad y la era de las tecnologías de la información y comunicaciones han hecho que las evidencias, nuestras evidencias, hayan cambiado de naturaleza.

Es imprescindible recuperar el sentido del estudio y de la comprensión en profundidad, que accedamos juntos a una mejor percepción de la complejidad sobre la que se organizan las referencias y la vida de los demás. Escuchar, aprender a comprender o aceptar simplemente que, a veces, no se comprende, son otras tantas vías que conducen o bien al pensamiento profundo y matizado o al pensamiento silencioso y sin juicio.

Nuestros enemigos actuales son la caricatura y el prejuicio: la ausencia de información nos constituía ayer como simples ignorantes de algunas culturas, realidades o acontecimientos; hoy la información caricaturesca, superficial, incluso la desinformación, nos proporcionan la ilusión del conocimiento. Ahora bien, la ilusión de hoy es mucho más peligrosa que la ignorancia de ayer: es la madre de la suficiencia, de los juicios definitivos y de las dictaduras intelectuales. El movimiento va en los dos sentidos: por una parte, tener el deseo de evitar las simplificaciones, y por otra, ofrecer al otro un acceso a la complejidad de su ser y de sus referencias. Ese nos parece que es el reto del diálogo de una sociedad culturalmente plural.


jueves, 28 de octubre de 2010

¿Ha fracasado el multiculturalismo?

"El multiculturalismo ha fracasado en Alemania." El 17 de octubre nos despertábamos con este brillante titular de la cancillera alemana. Quien flaco favor le hace a los ideales de sociedad democrática plural. Ya que entendemos que este plural se refiere a las miniculturas que conforman una sociedad avanzada.

Parece que el multiculturalismo podría significar muchas cosas dependiendo de la persona a la que preguntes. Pues para algunos se tratará de la ausencia de racismo, de compartir culturas divergentes, de la mezcla de etnias con pieles claras y oscuras, etc. Pero ¿a caso el multiculturalismo es la mezcla de culturas en un mismo contexto geográfico o es la coexistencia de éstas sin que convivan? Tomaremos el modelo inglés como ejemplo.

Nos referimos al multiculturalismo en Gran Bretaña porque los ingleses llevan muchos años conviviendo con extranjeros que se han acabado convirtiendo en autóctonos y no tienen ninguna censura en lo que a formas de vida o planteamientos ideológicos se refiera. El modelo inglés prevalece sobre los demás planteamientos europeos por su falta de restricciones y porque la población manifiesta que “el multiculturalismo hace del país un sitio mejor.” Vamos a ojear los resultados de una encuesta de la BBC en la que participaron 1004 ingleses y 204 ingleses musulmanes:
 
El 89% de los musulmanes manifestaron sentirse orgullosos cuando la selección inglesa de fútbol queda bien en competiciones internacionales. Siendo un porcentaje similar al de los nativos.

La encuesta deja ver una similitud grande entre los dos grupos, estando de acuerdo con que los inmigrantes aprendan inglés y acepten las autoridades inglesas.

Ambos grupos apoyan la expulsión de quienes promocionan el terror y usan métodos tales como el arresto domiciliario. En lo que se dividen más es en cualquier cambio sustancial en lo que concierne a las libertades civiles a nivel oficial en el país.


El estudio también contempla que los atentados del 7 de julio no han conllevado un incremento de la intolerancia racial.

Ponemos este ejemplo porque, como la experiencia inglesa demuestra, este multiculturalismo no es un fenómeno nuevo en Europa. Inmigración ha habido siempre pero se ha acentuado con la reconstrucción que necesitó Europa después de las guerras mundiales. Todos conocemos los motivos que hicieron necesaria la mano de obra extranjera, tanto en Alemania como en el resto de países de la Nueva Europa. Pero, ¿qué hacemos con los extranjeros que se quedan a vivir con nosotros? 

La mayoría de los inmigrantes que vinieron y siguen viniendo a Europa han dejado de pensar en volverse a sus países de origen. En parte, porque esos países tienen ya poco que ver con sus ideales. Cuando nos trasladamos a la situación de los descendientes de estos inmigrantes, la problemática se acentúa aún más. Ellos no eligieron venirse a Europa, han nacido aquí. Para ellos sería impensable el hecho de trasladarse a sus países, porque están viviendo en sus países. 

Estas manifestaciones de culturas que aparecieron en Europa, distintas en su forma  y esencia de las que habían existido siempre, enriquecen al Viejo Continente porque le aportan nuevas percepciones de la realidad, nuevas formas de convivencia y suman valores que no se conocían en estas sociedades.  

Por todo ello, la declaración de Angela merkel es chocante. Se deshace de todo el esfuerzo que han realizado los inmigrantes por asentarse y muestra poco reconocimiento por las políticas que los estados emprenden con el mismo fin. Si pretende con esta afirmación hacer que los inmigrantes cambien la forma que tienen de integrarse, no va por buen camino porque lo que consigue es que se retraigan en sus culturas minoritarias, dejando de tener un rol activo en la cultura dominante. Su declaración se contradice desde el inicio y muestra la clara crisis de identidad que está sufriendo Europa. No es momento para ejercer y fomentar la exclusión y la xenofobia, es hora de reconocer y aceptar el cambio en nuestras sociedades; abriendo más espacio para el acercamiento, entendimiento y debate entre las distintas partes. Necesitamos políticas inclusivas y no el contrario.

En esa misma semana, Özil (jugador turco-germano del Real Madrid y de la Selección Alemana de Fútbol), a quien Angela Merkel había citado como ejemplo de integración por haberse acoplado a los ideales europeos; marcó un gol e hizo el gesto de la media luna con la mano. Un gesto lleno de significado mediante el que reclacaba sus múltiples pertenencias y se deshacía de la justificación de su éxito profesional y personal con la pertenencia a un estado que no es capaz de reconocer la riqueza cultural que alberga.

La diversidad en nuestros países no es ni una bendición ni una maldición. Simplemente es una realidad que conlleva una labor prolongada de educación cívica para saber convivir de acuerdo a lo que pensamos sin dañar los sentimientos de las personas que consideramos distintas. De manera que esta diversidad se convierte en un manantial de riquezas y sufrimientos. Riquezas, si la sabemos aprovechar y sufrimientos, si nos dedicamos a buscar lo que nos separa del resto en vez de prestar atención a las cosas que tenemos en común.

No podemos evitar la referencia a un concepto que aparece en Identidades asesinas, libro de Amin Maalouf, siendo un autor francófono de origen libanés galardonado receintemente con el Príncipe de Asturias de las letras. El concepto de “tribus planetarias” que tiene que ver con la globalización del mundo y el bagaje que llevamos cada uno de nosotros en este complicado entorno. Se trata de un bagaje cultural aunque hayamos dejado de vivir en tribus, que se han hecho planetarias porque cada uno porta sus ideales, pertenencias, religión… y divaga por el mundo. Por ello tenemos que sentir que somos parte de todas las culturas porque estamos inmersos en todas ellas a la vez. Nos hallamos en un mundo de transacciones culturales, donde seguir un solo patrón cultural se plantea como un sin sentido, que conllevaría una inminente dictadura intelectual.

Ninguna cultura es pura de por sí. Sino que se ha esculpido en base a los contactos con otras. Nuestros números occidentales vinieron desde la lejana India en caravanas árabes. Santo Tomás de Aquino conoció a Aristóteles gracias a las traducciones y aproximaciones de Avicena y Averroes, y ahora forma parte del compendio cultural europeo sin que nadie se pregunte por el porqué. Sería estúpido dejar de enriquecerse, tanto a nivel individual como colectivo, por falta de fe en un proyecto de integración. Falta de fe que resumen con el rezo “el multiculturalismo ha fracasado en Alemania.” Es simplemente ridículo y demuestra poca confianza y reconocimiento por el encomiable esfuerzo porque se les considere iguales al resto, que realizan los que nacen aquí, pero no son considerados de aquí. El multiculturalismo es el reconocimiento y respeto por la diversidad cultural. Si Angela Merkel pensaba que los inmigrantes se irían tras trabajar por su país, es contradictorio el que desarrollaran políticas de integración. En este caso, el hecho de querer integrar parte de los ciudadanos en una misma sociedad con múltiples pertenencias suena demagógico y nada coherente.

Este discurso también demuestra una crisis de identidad europea. Los políticos se aferran a cualquier argumento para tranquilizar las preocupaciones de sus congéneres y hacer latente una estabilidad cultural inexistente. El modelo occidental, pese a su victoria, pese a que extiende su influencia por todos los continentes, se concibe como un modelo en crisis, incapaz de resolver sus propios problemas. Problemas como la pobreza en sus metrópolis, la delincuencia, el paro, la pérdida de valores, entre muchos otros.

El multiculturalismo es el reconocimiento y respeto por la multiplicidad de culturas en un mismo contexto geográfico. Diciendo la señora Merkel que este reconocimiento ha fracasado, saca un problema de donde no lo había; diciendo que no lo respeta, un problema mayor si cabe porque no respetaría los valores sobre los que se han fundado nuestros países bajo los lemas de igualdad y de más pancartas partidistas. Hay que repasar las ideas antes de intentar ser fidedigno con lo que se piensa y dice, porque si no, caemos en contradicciones superlativa.

sábado, 16 de octubre de 2010

Carta abierta a josep anglada y a alicia sánchez-camacho

Dirijo esta carta al señor Josep Anglada y tengo que destacar desde el inicio que señor no es más que un distintivo de género porque dudo que el término le sea aplicable a tal conspirador.

Para quienes tengan la suerte de desconocer de quién se trata, es fundador y presidente del partido Plataforma per Catalunya y concejal desde el 2003 del ayuntamiento de Vic, Barcelona. También fue militante de la agrupación de extrema derecha Fuerza Nacional y candidato en el 89 por el partido, ultraderechista para variar, de Frente Nacional.

Este señor pretende hacernos creer que tiene tanta visión y poder de análisis que es capaz de predecir el futuro del Islam no sólo en su barrio, en Cataluña o en España, sino en el mundo entero. Defiende pues, que el Islam tiene que ser "erradicado hasta el cero" en estos lugares justificando dicha aberración con que los musulmanes son unos salafistas que pretenden dominar el mundo entero para someterlo a las leyes coránicas y a la tradición del profeta Mohammad.

Frente a esto, dice creer en Cristo y por tanto también tiene su fe depositada en la Providencia. Pero tiene una interpretación bastante partidista de su fe: parece que Cristo ha emprendido una guerra (no sabemos cuándo) contra el Islam y la Providencia dice que este “Cristo guerrero” puede perder una batalla pero no la guerra.

Por otro lado, tenemos a Alícia Sánchez-Camacho, del PP y pretende dejar a los inmigrantes ilegales sin empadronamiento. ¿Cómo? Sencillo: los ayuntamientos catalanes le podrán facilitar a la Guardia Civil los datos de los inmigrantes que se hayan empadronado con pasaporte u otro documento. Sabemos que lo hacen por la seguridad de los españoles, es algo que para ella, infringe la ley y ¡no nos podemos quedar tranquilos sabiendo que hay inmigrantes empadronados con pasaporte! Lo que se consigue con ésto es que no se empadronen, y que estas familias dejen de tener los dos derechos fundamentales que se consiguen con un padrón: escolarización y sanidad. Lo paradójico del asunto es que los inmigrantes no dejan de tenerlos porque estén en sus países subdesarrollados sino que lo hacen aquí.


Volveremos ahora al principio intentando evocar el intelecto de Don Josep, aunque creo que nos quedaremos en el intento, pues carece de tal cosa. Empezaré por explicarle el concepto de "múltiples pertenencias:" se puede ser musulmán por religión, árabe por memoria, español por nacionalidad y occidental por cultura. Ninguna de estas pertenencias se contradice, necesariamente, con la otra sino que pueden coexistir de forma armoniosa, formando una identidad uniforme. Al ser y estar en España, primer mundo, tenemos la libertad de practicar nuestra religión, o cualquier otra, ya que estamos amparados por las leyes de libertad de credo y culto. En caso de vetar un derecho que la misma Constitución contempla, se estarían olvidando los ideales de la propia cultura en que convivimos. Porque si el ideal de sociedad homogénea es que seamos todos iguales, vayamos juntitos a Misa y recemos el Padre Nuestro antes de acostarnos, tienen un problema. Un problema porque en el fondo su personalidad no tiene cimientos sólidos, sus ideas se tambalean por lo que cualquier manifestación distinta peligra su identidad sin ninguna lógica aparente.

A lo de que Cristo tiene una guerra que no perderá aunque pierda batallas y demás mitologías le vamos a decir que como musulmanes, amamos a Jesús y lo hacemos desde el respecto por lo que predicó, y porque significó la continuación del mensaje de los profetas que le precedieron. Y no fue la guerra lo que predicaban sino todo lo contrario. Hay que fomentar un conocimiento más certero de esta religión a la que la mayoría de la gente dice pertenecer y de la que se siente tan feligrés que nos quiere cristianizar a todos. Además de conocer a los demás junto con sus tradiciones espirituales. Las religiones monoteístas se complementan entre sí y no se tiran piedras como se haciendo aquí con este tipo de discurso.

En cuanto a Alícia Sánchez-Camacho, decirle que no cometa el error en el que cae este Occidente tan culturizado una y otra vez: apropiarse de ideales y valores universales que cuando se llevan a la práctica, o bien no se los aplican ni a ellos mismos, como sucede en este caso, o pretenden inculcárselos a las personas mediante la fuerza o la guerra, como ha sucedido tantas veces a lo largo de la historia y sigue, desafortunadamente, sucediendo. No es el camino. Hay que ser coherentes porque si no, les estaremos inculcando a las inmigrantes, mediante políticas como éstas, el resentimiento, la incomprensión para terminar en el consiguiente enfado que fermentará en extremismos. Es con estas variables que tenemos que afrontar la inmigración y no tratándola como un problema aislado del contexto cultural y político en el que se desarrolla. Si abrimos todos los ojos, no tendrá porqué haber confrontación.

Por otro lado hay que contemplar que la presión que se ejerce estos días sobre los musulmanes occidentales (inmigrantes que se han instalado en Occidente e hijos que han nacido aquí o se han convertido al Islam) es muy fuerte. Éste es un hecho nuevo y los musulmanes no tienen siempre conciencia de ello. Dirigen la mirada hacia otra realidad más próxima a su vida cotidiana: declaraciones como las mencionadas anteriormente no llaman la atención de esta comunidad como para encarase al poniente sino que, por un efecto rebote, hacen que se retraigan más en sus comunidades negando cualquier posibilidad de integración o diálogo con el resto de la sociedad. No nos podemos dar por satisfechos con el retiro de la sociedad en la que vivimos ni con el desarrollo de comentarios o discursos contestatarios que mitigan el daño pero no ofrecen ninguna contribución.

Tampoco se puede cerrar este artículo sin hacer mención de lo que se pueda pretender con este tipo de iniciativas. Señores, ¡no somos tontos! Sabemos que este discurso con ideales simplistas persigue únicamente el voto de la gente y estos políticos recurren a él porque no tienen argumentos sólidos que defender ni un proyecto socio-político viable. Desde luego que con las ideas de Anglada, Alícia y similares, se están cerrando las puertas a soluciones creativas e innovadoras, en un tiempo en el que disponemos de herramientas que pueden desarrollarse lejos de cualquier fobia para con las minorías.

sábado, 2 de octubre de 2010

La discoteca de Águilas

Nos llegó la noticia de la discoteca de Águilas que tuvo que cambiar de nombre porque a los musulmanes, calificados de islamistas, no les agradaba que se la designara con el nombre de “La Meca”.

Entraremos a reflexionar más adelante sobre la reacción de los islamistas (que no compartimos); pero lo que nos preocupa en este momento es la forma que tienen los medios de referirse a un colectivo extenso con el adjetivo que define a una minoría.
Según la RAE, un islamista es una persona "perteneciente o relativa al integrismo musulmán."

Si todos los musulmanes fueran integristas, sería un verdadero problema ya que no tendrían ninguna posibilidad de desarrollo o participación en esta sociedad.  El problema es que los que son integristas, que los hay, suelen hacer más ruido que el resto de los musulmanes, aunque ese resto constituya más del noventa por ciento de la población. El integrismo propugna una visión de la religión como bloque aplicable a cualquier momento histórico y a cualquier contexto cultural, sin más consideraciones. Y aquí habremos de tener mucho cuidado. Resaltar que los integristas son la excentricidad ya que abundan muchos más ejemplos de integración, ideas renovadas, ganas de contribuir...

Hay un conflicto de intereses, los musulmanes no suponen un problema en España sino que participan, hasta donde se les deja, desarrollando una vida normal tanto en las esferas públicas como en el privadas. Pero a los medios de comunicación no les interesa marcar matices para no cansar mucho al televidente. Es mejor darlo todo masticado, todo etiquetado.

Podría haber pasado como simple anécdota, engendrada por un malentendido cultural desde las dos partes implicadas. Por un lado, para los dueños de la discoteca, La Meca es el nombre de una ciudad y no entran en consideraciones religiosas o en lo que, para un grupo,  ese nombre puede suponer. Y están en su derecho. Para el otro participante del conflicto, están mancillando uno de los pilares de su religión, lo que él considera centro y lugar más venerado en la tierra y, lo que es más grave, piensa que lo hacen adrede.

Lo que los medios analizan es la reacción de un grupo de musulmanes que se sintieron incómodos con este hecho y pidieron que se le cambiara el nombre a la discoteca. Por esta reivindicación, fueron llamados islamistas alarmando de forma implícita a la sociedad. En España, la gente aún no distingue entre musulmán, árabe, moro o islamista, por lo que resulta muy alarmante que se tomen con tan poco cuidado tal calificativo. Pues islamista es el mismo término que se aplica a quienes detienen y oímos en las noticias, los vemos muchas veces detenidos pero sabemos poco de ellos más adelante.

Entonces, ¿eran islamistas quienes pidieron que la discoteca fuera rebautizada?

Como muchos musulmanes no conocen bien cómo se mueve esta sociedad, lo que piensa, las razones que hacen que la gente se comporte de una manera determinada o lo que rige su vida diaria; no pueden entender ciertas reglas que se supone rigen las prácticas sociales en España. A ellos, les digo que yo también soy musulmana. Y en nada influye el que una churrería se ponga “La Meca” como cabecera o que lo haga una discoteca. A lo que voy es que el hecho de que la gente, los negocios o los intereses políticos internacionales les vayan poniendo etiquetas a nuestros símbolos y a lo que para nosotros es más distintivo de nuestra fe no cambia en nada su esencia y lo genuino de las aproximaciones personales que puede haber hacia ella. No puedes ir vetando la libre expresión, más aún cuando no te afecta, sólo porque te tomes el asunto como algo personal. No creo que hayan tramado ningún plan para desprestigiar los símbolos religiosos de los musulmanes. Simplemente, no lo entienden porque aquí es una libertad y porque están muy acostumbrados a usar símbolos cristianos, en parte influidos por el desgaste que ha sufrido esta religión a lo largo de los siglos.

Nuestra postura ha de ser la de comunicar en vez de vetar, compartir en vez de limitar y conocer en vez de darnos por satisfechos con lo que ya tenemos. Cuando lo hayamos hecho, estaremos en condiciones de pedir más cosas. Lo que yo pido en este momento, es respeto mutuo porque no es un asunto que haya que tratar unilateralmente.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Deseo de humanidad

Era la foto de un señor joven, grueso y con la mirada fija en la cámara, cuya función es la de plasmar su supuesta generosidad y benevolencia, maquillando la existencia de un ser egoísta y sin escrúpulos. Se encontraba en el pasillo del hospital que visité en verano. Un hospital que había sido construido en tiempos pasados y que sobrevivía, a duras penas, al maltrato que recibía del personal sanitario. Y cómo iban a tratarlo si no. Gente sin piedad que cree tener poca culpa de la angustiosa situación del país.

En la habitación, privada y por ende pagada aun formando parte de un hospital público, se divisan dos camas de relleno lanoso y fragmentado, cubiertas de sábanas viejas y sucias que carecen de mantenimiento, como el resto del material. Sobre una está el enfermo. Grita de dolor al moverse la vía del suero, provocándole más perjuicio. Tras varios minutos de súplica y espera parece que la indeseada enfermera llega, le quita con brusquedad la cinta que le sujeta la vía y le coloca unas bandas que acababa de recoger del suelo. La hermana del enfermo le llama la atención por lo que acaba de presenciar, y aquélla, con más crudeza si cabe, le responde de forma grosera y sale del habitáculo marmullando maldiciones. Quedándose el enfermo en manos de nadie, sin medicación, sin remedio.

Empecé este relato describiendo esa foto, porque no hay nada más visible que las contradicciones. Puede ser objetivo guiar el análisis con analogías, para conseguir comparaciones y más contraste aún. Podemos comparar el valor que tienen unas bandas limpias para atender con corrección a los enfermos -algo esencial en un país que dice gozar de una economía emergente que se abre al mercado europeo y mundial- y una foto que te recuerda que tienes que medio agacharte al verla, porque más importante es acordarse de quien es el símbolo de una monarquía absoluta que se desvela tras el nombre de democracia o monarquía constitucional; que el cuidado de una población que se desvive por saber cómo va a vivir al día siguiente… Pero la monarquía no es el único problema.

Habré de decir que esa abrupta enfermera de carácter destemplado que se negó rotundamente a cumplir con su deber ha de responsabilizarse, en parte, de lo que le ocurrió al enfermo: ya era de noche y él seguía sin suero. Su mujer estaba acostada en una especie de butaca que le pusieron para amortiguar, no sabemos si la pena por su marido, o el dolor al  sentirse tan desamparada. Tan profundo era su sueño que no se percató del despertar de su marido que perseguía ir al baño, a donde no llegó. Pues al intentar levantarse de la cama, cayó rendido ante ésta, consiguiendo despertar a su mujer mediante los gritos de dolor que agrietaban aún más su debilitada garganta.

Nos enteramos por la mañana de que tenía fractura de caderas, por lo que tuvo que ser trasladado a un hospital con prestaciones, ya que aquél en el que se encontraba carecía de ellas. Lo curioso de lo que pasó a partir de este momento, es que, ante la emergencia, todos esos funcionarios que se habían negado a mostrar colaboración se presentaban insólitamente participativos. Yo me extrañé, me extrañe hasta que me enteré de que habían sido sobornados, enfermera incluida, por los familiares del enfermo, quienes ya no tenían a quien recurrir ante un familiar moribundo.

A resaltar que si la gente sigue pensado que no tiene mucha culpa de lo que sucede es porque aún no se ha propuesto nadie cambiar el ritmo y los valores sobre los que se asienta la sociedad. No seré yo quien abogue por una reforma sociopolítica radical, aunque quede esta alternativa. Pero creo en la posibilidad del cambio a través de la honradez en los actos y en las palabras, el buen trabajo, cada uno en su puesto, y con un buen hacer que no persigue más que el cumplimiento con el deber para que la sociedad funcione con rectitud y sin tantas injusticias.

Donde tienen lugar estos hechos, los caracteres se proclaman musulmanes pero carecen del segundo eje esencial que los constituye plenamente como tales: tras proclamarse, tenemos que saber que para permanecer fieles a la fuente, habremos de trasladar esta fe a las dimensiones de la acción tanto a nivel individual como colectivo.

Se habrán olvidado, estos musulmanes, del concepto al-ihsân, siendo una tipología de las ciencias islámicas vinculada a la acción humana que tiene triple dimensión: la íntima (sufismo -tasauf-) la individual (la moral, la ética y el buen comportamiento -'ilm al-ajlâq-) y la colectiva (que concierne a las aplicaciones colectivas, sociales, comerciales o jurídicas -fiqh al-mu'amalât-). Esto está estipulado en las ciencias islámicas aunque algunos musulmanes lo desconozcan, o para ser más justos con la palabra, no lo conozcan aplicado al trato humano. Estos principios ensalzan el sentir humano, que empieza desde la dimensión íntima ya que si una persona no vigila su comportamiento consigo misma, no lo va a hacer para con los demás. La dimensión íntima e individual del comportamiento y de la moral se reflejan inexorablemente en nuestra ética con los demás.

De aplicarse esta ética, conseguirían romper ese círculo vicioso que se abre cuando los ciudadanos, desprovistos de una solución alternativa, sobornan a unos “funcionarios” que no funcionan. Tanto en un hospital, una administración pública o en la oficina de correos. La gente se conforma con ese trato. Pensamos que los problemas son de “el otro”: las familias piensan que si no sobornan no van a ser atendidas, el funcionario piensa que como no cobra dinero suficiente, tiene el derecho de conseguir ese dinero por otra vía, pisoteando todas las dimensiones de al-ihsân y cerrando así ese círculo. Todos conformes y disconformes a la vez; cuando toda humanidad se ha ido quedando por el camino.