sábado, 17 de septiembre de 2011

Diálogo interreligioso: Hacia un diálogo constructivo

El diálogo que entablemos ha de ser ante todo cortés. La necesidad de verdad que permea nuestras sociedades y las situaciones de conflicto religioso a lo largo y ancho del mundo suponen que nuestra tarea debe tener un alcance largo, que será a la vez exigente y riguroso. Antes de nada, el diálogo debe basarse en el conocimiento mutuo que se logra a través de nuestros intentos por dejar claro que compartimos las mismas convicciones, valores, esperanzas…, según vamos definiendo con claridad nuestras especificidades, diferencias y lo que podría llegar a suponer desacuerdos. Esto es lo que se hace en la mayoría de los grupos interreligiosos, y creemos que es necesario moverse en esta dirección. Pero no es suficiente: ya hemos dicho que la mayoría de hombres y mujeres que participan de este tipo de encuentros son de mente abierta y están preparados para el encuentro. Es crucial que describan y expliquen lo que realmente representan en sus familias religiosas (su tendencia, la extensión de ésta, sus relaciones con la comunidad como un todo, etcétera). También es importante saber con quién hablamos, y no es menos esencial saber con quién no se está hablando y por qué. El diálogo interreligioso debería posibilitar a cada participante entender mejor las distintas teorías, los puntos que se comparten y las diferencias y conflictos que padecen las otras tradiciones. Se trata de antes de nada, no engañarnos a nosotros mismos pensando que el otro “representa” todo el Hinduismo, todo el Budismo, todo el Judaísmo, todo el Cristianismo o todo el Islam y segundo ,de conocer qué tipo de relaciones establecen nuestros compañeros en el diálogo con sus correligionarios.

Estar presente en el diálogo interreligioso cuando se vive totalmente apartado de la comunidad de fe propia es problemático y puede resultar ilusorio. Muchos “especialistas” en el diálogo interreligioso que van de conferencia en conferencia se hallan totalmente desconectados de sus comunidades y de las realidades que les rodean. Esto puede ser concebible cuando se tratara de discusiones puramente teóricas, pero en la mayoría de los casos, desafortunadamente, este no es el caso. ¿Cómo es posible llegar a  un entendimiento real entre las tradiciones religiosas y las dinámicas que las permean sobre el terreno si los que dialogan nos están involucrados de forma activa en sus comunidades? Una vez más, ¿cómo vamos a esperar influir en los creyentes de forma más amplia si el círculo de especialista se aíslan en una torre de marfil y no fundan sus trabajos en cada una de sus respectivas comunidades de fe? 

Por esto emergen las dos condiciones fundamentales para el diálogo: primero, comprometerse, tanto como sea posible, a rendir cuentas del trabajo compartido a la comunidad de fe propia y segundo, para lograr eso, dedicar parte de la energía personal a establecer un diálogo intracomunitario, que posibilitará el avance hacia el verdadero pluralismo. Este diálogo es extremadamente difícil, a veces mucho más complicado que el diálogo interreligioso mismo, porque las discusiones con quienes nos son más cercanos y queridos pueden ser peligrosas. Sin embargo este compromiso es esencial si queremos tirar abajo los guetos internos y los sectarismos e intentar, dentro de unos límites manejables, respetarse. No nos cansaremos de decir que el diálogo intracomunitario entre los musulmanes es algo que se plantea como virtualmente inexistente. Los grupos se conocen los unos a los otros, saben cómo identificarse y trabajar desde donde están con los demás, pero inmediatamente después se ignoran, se excluyen o insultan sin dejar ninguna oportunidad para la discusión. Las corrientes de pensamiento y divisiones se mantienen e intervienen en el entendimiento religioso personal de cada persona y en el de las organizaciones. La cultura del diálogo y el respeto a la diversidad, prácticamente, ha abandonado las comunidades musulmanas, ignorando que ha sido siempre la fuente de su riqueza y que debería continuar siéndolo. Pero se ha reemplazado por duelos de discrepancias que contribuyen manteniendo la división, que es la causa de su debilidad. Se han emprendido iniciativas tentativas, pero el movimiento debe generalizarse y debe ir de la mano del compromiso en el diálogo con otras tradiciones espirituales.  

Aparte de llegar a conocer al otro, es también importante establecer relaciones de confianza y respeto. Hoy en día carecemos de confianza: nos encontramos a menudo, nos escuchamos a veces y desconfiamos de los demás demasiado a menudo. La confianza necesita del tiempo y del apoyo. La frecuencia y calidad de los encuentros y la naturaleza de los intercambios ayuda a crear espacios para un encuentro sincero. Sin embargo, creemos que se deberían aplicar cuatro reglas que son exigentes y preliminares, pero que tienen fundamentalmente una naturaleza constructiva:

  1. Reconocer la legitimidad de las convicciones del otro y expresar el debido respeto por éstas;
  2. Escuchar lo que la gente dice de sus propias fuentes escriturarias y no lo que entendamos (o queramos entender) de ellas;
  3. Otorgarse el derecho, en nombre de la confianza y del respeto, a hacer todas las preguntas, incluso las más embarazosas;
  4. La práctica de la autocrítica, que consiste en saber cómo discernir entre lo que los textos dicen y lo que nuestros correligionarios hacen con ellos, y decidir con claridad cuál va a ser nuestro postura.
Estas reglas son esenciales. No podemos entablar diálogo si no reconocer la legitimidad de las convicciones de las demás personas. Podemos no compartirlas, pero es necesario reconocer, en el fondo de nuestro corazón, su derecho a ser. Tampoco podemos intentar ser exegetas de las escrituras de nuestros compañeros, ya que no es de nuestra incumbencia. Les corresponde a nuestros compañeros decirnos lo que entienden o lo que sus correligionarios entiendan de tal y tal texto. Leer la Torah o la Biblia para un musulmán, el Corán para un judío o cristiano, o la Bhagavad Gita para los tres es verdaderamente útil y necesario para intentar entender las convicciones de los demás, pero estas lecturas deberían inspirarnos con meditación y preguntas y no con acusaciones simplistas. También deberíamos otorgarnos el derecho de atrevernos a hacer las preguntas que se nos ocurran. Las preguntas pueden ser satisfactorias o pueden no serlo, nos pueden convenir o no, pero se tendrán que formular de manera clara. La confianza sólo puede emerger de esta franqueza y claridad: mientras tanto, sin esto último, la cortesía será artificial llegando a la farsa. A un nivel más profundo, estas son las preguntas que ayudan a las personas a ir más allá en el entendimiento de sus propias tradiciones.

Buscar una manera para dar una explicación profunda de nuestras convicciones supone hacer el esfuerzo de entenderlas mejor. La relevancia de lo que pregunto a mi compañero en el diálogo es un regalo, un remedio intelectual y espiritual porque aprendo a expresar mejor aquello en lo que creo y por tanto, a entender mejor el significado de lo que soy. Finalmente, el diálogo conlleva claridad y coraje: nuestras fuentes escriturarias se han utilizado en ocasiones, o han legitimado (y aún legitiman) discursos, comportamientos, y el emprender acciones en contra de otros porque entendermos que tenemos que hacer declaraciones claras en su contra. Esto no es siempre fácil, y todas las tradiciones espirituales deberían comprometerse en este tipo de autocrítica. Algunos lo ven como una traición a su comunidad de fe; en vez de eso debería ser una cuestión de auto-respeto y dignidad ante Dios y ante cada conciencia humana.


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1 comentario:

  1. La relación entre la fe y la razón, la religión, la ciencia y la educación, se enmarca en el fenómeno espiritual de la trasformación humana: abordado por místicos y teóricos que han formulado y enriquecido la doctrina y la teoría de la trascendencia humana: conceptualizada por la sabiduría védica, instruida por Buda e ilustrada por Cristo y, sus jornadas y metas descritas metafóricamente por los poetas sufies; la cual concuerda con los planteamientos de la filosofía clásica y moderna, y las conclusiones comparables de la ciencia: (psicología, psicoterapia, logoterápia, desarrollo humano, etc.). Relación inobjetable que la iglesia y los teólogos niegan, porque han castrado mentalmente a sus seguidores separado la fe de la razón, para evitar que los fieles se liberen de las mordazas que anudó Sn Pablo en su cristología al divinizar a Cristo olvidando su naturaleza humana__impidiendo que la fe se cimentara en la vida, doctrina y ejemplo de Jesús histórico narrada en los Evangelios, centrada en la práctica del altruismo, el misticismo y el activismo social intensos, a fin de alcanzar la trascendencia humana y la sociedad perfecta __ para desplantarla en Jesús resucitado, fuente y cisma de la fe centrada en el culto, el rito, el rezo y la lectura bíblica, a fin de convertir en religión el movimiento cristiano inicialmente laico, judaizándolo, sujetándolo a la Ley judía y a la autoridad de la jerarquía religiosa. Apostasía que ha convertido al judeo cristianismo en religión basura, potentísima incubadora de generaciones de estultos en gran escala. http://www.scribd.com/doc/33094675/BREVE-JUICIO-SUMARIO-AL-JUDEO-CRISTIANISMO-EN-DEFENSA-DE-LAS-RAICES-GRECO-ROMANAS-DEL-CRISTIANISMO-LAICO-Y-LA-DEMOCRACIA

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