Todos los creyentes que participan en el diálogo lo hacen tras haberse nutrido de una fe o de una convicción en base a la cual se entienden a sí mismos, perciben el mundo y construyen relaciones con quienes les rodean. Su conexión con la Verdad, con las creencias de los otros y con la diversidad en general está directamente influida por el contenido y la naturaleza de esa fe o convicción. Hemos intentado enfatizar la centralidad de a·tawhîd del mensaje del Islam en publicaciones anteriores. Se trata del principio en el que se posan todas las enseñanzas islámicas siendo el eje y punto de referencia en el que los musulmanes confían cuando dialogan. La conciencia íntima del tawhîd da forma a la percepción del creyente, que entiende que la pluralidad es elección del Uno, que es el Dios de todos los seres, y que Él exige que se respete a cada ser creado: “Y decid: «Creemos en lo que se nos ha revelado a nosotros y en lo que se os ha revelado a vosotros. Nuestro Dios y vuestro Dios es Uno." (29/46) Los musulmanes deben participar del diálogo desde esta convicción, siendo algo que se tiene que asumir cuando se establecen relaciones con el otro. Lo que puede determinar la diferencia con el otro, y por tanto la dirección y los términos del diálogo, es si hay encuentro a la hora de expresar un monoteísmo absoluto. Y por eso el Corán llama a la judíos y cristianos: "Di: « ¡Gente de la Escritura! Convengamos en una fórmula aceptable a nosotros y a vosotros, según la cual no serviremos sino a Al·lâh, no Le asociaremos nada y no tomaremos a nadie de entre nosotros como Señor fuera de Al·lâh». Y, si vuelven la espalda, decid: « ¡Sed testigos de nuestra sumisión!»" (3/64). Afirmar este principio indica que a·tawhîd es el punto de referencia en base al cual los musulmanes participan de las discusiones: si hay diferencias en este punto central, se hace necesario entablar diálogo y desarrollar éste en base a los valores y enseñanzas que se comparten, ya que la última Revelación organiza lo que ya nos había llegado. En la mente de los musulmanes, el Corán confirma, completa y corrige los Mensajes anteriores a él, y los musulmanes mantienen en esto la misma postura de los cristianos con los judíos. Es una postura que es en sí misma absolutamente coherente: creer en un libro que se revela después asume la creencia de que hay deficiencias y distorsiones en el anterior. ¡Al·lâh! No hay más dios que Él, el Viviente, el Subsistente. “Él te ha revelado la Escritura con la Verdad, en confirmación de los mensajes anteriores. Él ha revelado la Torah y el Evangelio." (3/2,3). Este reconocimiento es fundamental y abre el camino para el diálogo que, aunque nos fuerce a ver nuestras diferencias, está destinado a construir puentes entre las distintas convicciones y tradiciones.
El Corán no sólo promulga una llamada al diálogo sino que también insiste en la forma en que éste tendría que tener lugar y en la manera en que se debe dirigir. No debe ser sólo un intercambio de información sino una forma de ser y de hablar, una actitud: "...Discute con ellos de la manera más conveniente..." (16/125) y también: "No discutáis sino con buenos modales con la gente de la Escritura, excepto con los que hayan obrado impíamente..." (29/46). En esta última aleya la restricción no es para el diálogo como tal, sino para el que se relacionaba con la actitud represiva que adoptaron algunos judíos y cristianos para con la comunidad musulmana que atravesaba adversidades serias en ese momento. Esta aproximación contextuada es lo que da sentido al versículo que se cita a menudo "Verás que los más hostiles a los creyentes son los judíos y los asociadores, y que los más amigos de los creyentes son los que dicen: «Somos cristianos». Es que hay entre ellos sacerdotes y monjes y no son altivos." (5/82). Aquí, una vez más, lo que se está poniendo en cuestión es la actitud de los que están compartiendo el diálogo, no el diálogo en sí. Para quienes elijan entender esta enseñanza contextualizada (advertirnos para que nos preocupemos cuando vemos injusticias, adversidades y orgullo en los seres humanos) como una prohibición absoluta del diálogo, la Revelación responde con claridad: "Al·lâh no os prohíbe que seáis buenos y equitativos con quienes no han combatido contra vosotros por causa de la religión, ni os han expulsado de vuestros hogares. Al·lâh ama a los que son equitativos." (60/8). Este versículo va incluso más allá de todos los demás: si el diálogo es necesario y si la manera de hablar de uno es importante, se nos llama aquí claramente a establecer relaciones de generosidad y justicia con todo aquél que respete nuestra libertad de conciencia y dignidad humana. El diálogo es un acto de convicción, de escucha, de auto-conciencia, de auto-conocimiento, y del corazón: estas cualidades constituyen, todas juntas, sabiduría.
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