sábado, 27 de agosto de 2011

Diálogo interreligioso: Introducción

Existe una tradición bastante antigua de diálogo interreligioso. En distintas épocas a lo largo de la historia y en contextos muy diversos, las gentes que pertenecían a religiones distintas han llevado a cabo intercambios religiosos intentando entenderse mejor; han tenido éxito a la hora de ganarse el respeto del otro y se las han arreglado para no sólo vivir sino trabajar juntos compartiendo esfuerzos y empeño. Hoy en día, palpamos la necesidad de participar aún más en este proceso ya que el pluralismo religioso de las sociedades occidentales hace del conocimiento mutuo algo esencial. Al mismo tiempo, los desarrollos técnicos han cambiado nuestra visión del mundo, y las imágenes diarias de sociedades y costumbres distintas de las nuestras despiertan nuestra curiosidad. De manera más drástica, se perpetran actos de violencia en nombre de la religión, lo que desafía nuestra conciencia: ¿cómo se puede justificar tal horror en nombre de la religión? ¿Cómo lo podemos entender? ¿Cómo lo debemos prevenir?

En la historia reciente, se han formado muchos grupos de especialistas. Éstos se suelen encontrar en coloquios, conferencias y seminarios intentando construir puentes, discutir temas sensibles y prevenir conflictos. Con el tiempo, los especialistas en el diálogo han llegado a conocerse y a disfrutar de relaciones excelentes fundadas en la cortesía y el respeto. Se trata de un logro importante. Sin embargo, subyace el problema de que los círculos que existen están cerrados de forma  casi hermética y sus miembros no están siempre en contacto ni tan siquiera con los miembros de sus propios grupos, lo que hace difícil comunicar dentro de cada comunidad religiosa los avances que se logran en los numerosos encuentros. Más aún, secciones enteras de estas comunidades no están preocupadas ni tienen contacto con los varios diálogos que se están llevando a cabo. Aquellos que se encuentran no representan las distintas denominaciones, escuelas de pensamiento, o las tendencias de las personas que se adhieren a su religión. Los que mantienen las opiniones más cerradas, que son la causa de los verdaderos problemas en la vida diaria, no se encuentran nunca. Por tanto, encontramos tanto a nivel nacional como internacional, una imagen muy irregular: el diálogo es bueno cuando se pone en marcha entre los especialistas de cada religión de mente más o menos abierta; mientras que los creyentes corrientes se encuentren en muy raras ocasiones, dejando de dar voz a las visiones más estrechas y radicales. El sentido común y la lógica nos animaría a esperar todo lo contrario: los especialistas no necesitan del diálogo, o no lo necesitan por más tiempo, y el debate debe tener lugar dentro de las comunidades religiosas y entre aquellos que sustentan las visiones más radicales. Es un círculo vicioso: el diálogo es imposible precisamente porque la gente no se conoce, o porque niega a los demás.

De hecho, la responsabilidad de las personas que participan en el diálogo entre religiones es de una importancia doble: tanto si son especialistas o simples miembros de un grupo religioso, es vital que jueguen el rol de mediadores entre sus compañeros de diálogo y sus correligionarios. Se trata de escuchar a la otra parte, de desafiar y cuestionar dentro de la comunidad propia, informando, explicando, llegando a enseñar, si es necesario. Al mismo tiempo, los participantes en el diálogo deben expresar sus propias convicciones, clarificar el lugar de su propio sentido de religión entre las otras visiones que se sostienen dentro de su familia religiosa, y responder, como les sea posible, a las preguntas de sus compañeros de diálogo. Crean, al actuar de este modo, áreas de confianza entre las distintas tradiciones, que se sustentan a través de convicciones compartidas y valores que, aunque no consigan acercar los extremos, sí que abren horizontes reales para vivir juntos y permitir al menos que las rupturas se eviten y que los conflictos se manejen mejor.

No dudamos de la necesidad de diálogo interreligioso, pero hay gente que aún no entiende su utilidad y propósito reales. ¿De qué va exactamente? ¿Quiero convertir al otro? ¿Me puedo involucrar con una conciencia clara? ¿Cuáles es  el impacto real de estas buenas palabras sobre el respeto y el vivir juntos cuando vemos el comportamiento de los creyentes de las distintas religiones? ¿No hay lugar para la duda o la sospecha sobre las intenciones de uno u otro lado si nos tomamos un tiempo en leer las fuentes escriturarias? Estas preguntas no se pueden esconder. Son de una importancia primaria porque, a no ser que se respondan sucinta y claramente, corremos el riesgo de mantener un diálogo aparentemente afable pero que no elimina las desconfianzas y sospechas que, a fin de cuentas, no llevan a ningún lado. Intentaremos desde el interior de la tradición Islámica, sugerir posibles respuestas a estas preguntas.

Artículos relacionados:

Diálogo interreligioso: La necesaria diversidad
Diálogo interreligioso: Principios generales de diálogo
Diálogo interreligioso: Aleyas con interpretaciones diversas I
Diálogo interreligioso: Aleyas con interpretaciones diversas II
Diálogo interreligioso: Hacia un diálogo constructivo



No hay comentarios:

Publicar un comentario