La aleya que dice que la práctica de la adoración ante Al·lâh es el Islam ha hecho fluir mucha tinta. Aquí, una vez más, se trata de una cuestión de interpretación. Sabemos que la palabra Islam tiene dos significados en el Corán. El primero es universal y genérico: todos los elementos, como ya remarcamos algunas veces, están bajo “sumisión” a Dios porque respetan el orden de la creación; en el mismo sentido, todas las revelaciones y profetas vinieron con el mensaje de la unicidad de Dios y la necesidad de “someter al ser” a Él. Por tanto, a Abraham le dirige Dios antes de revelar el Corán: "Cuando su Señor le dijo: «¡Sométete! [aslim]». Dijo: «Me someto [aslamtu] al Señor del universo»." (2/131) Las palabras aslim y aslamtu tienen su origen en el vocablo Islam en el sentido de reconocimiento del Dios Único y de la aceptación de Su obediencia. "Abraham no fue judío ni cristiano, sino que fue hanif, sometido a Al·lâh, no asociador." (3/67) Esta última aleya identifica claramente el primer sentido de la palabra Islam: sumisión a Dios bajo un orden establecido que rige todo lo creado.
El segundo significado de la palabra se refiere a la religión cuyo libro y profeta son el Corán y Muhammad (saaws). Los eruditos con tendencia a realizar lecturas literales interpretan estas palabras restringiendo su sentido al segundo significado, mientras que la definición genérica tiene más sentido a la hora de entender el mensaje como un todo: a parte de ser la última revelación, identifica como “religión natural,” una y única a lo largo de la historia, al reconocimiento de la existencia del Creador y la conformidad con Sus mensajes. Esto se confirma en la aleya: "Los creyentes, los judíos, los cristianos, los sabeos, quienes creen en Al·lâh y en el último Día y obran bien. Ésos tienen su recompensa junto a su Señor. No tienen que temer y no estarán tristes." (2/62) El significado genérico queda claro aquí, y los eruditos que reivindican que esta aleya ha sido abrogada [mansûj] (Sosteniéndolo con la opinión atribuida a Ibn Anas y que se cita en la Exégesis [tafsir] de Tabari. Donde se decía que se abrogaba con la aleya 3/85) no prestan atención a la regla de abrogación, que especifica que sólo las aleyas que estipulan obligaciones y prohibiciones (que pueden cambiar en el transcurso de la revelación) pueden abrogarse pero no la información, ya que no puede ser cierta un día y falsa al siguiente. Esta aleya está claramente ofreciendo información.
La aleya "Los judíos y los cristianos no estarán satisfechos contigo hasta que no sigas sus creencias [mil·la]." Se cita al antojo cuando se atraviesan problemas o simplemente cuando la gente quiere justificar su desconfianza hacia los judíos y cristianos. Lo dicen desde los alumnos de las mezquitas, los conferenciantes, los seminaristas,… implicando que la aleya explica la actitud de los judíos y cristianos para con los musulmanes: su negación del Islam, su doble juego, por no decir falsedad, su colonización, politeísmo, guerras, Bosnia, Palestina, etcétera. Pero esto no es lo que dice la aleya. Ya que el contexto de la revelación fue el diálogo que mantenía el profeta (saaws) con los judíos y cristianos, e incide en un aspecto concreto del diálogo interreligioso. Podemos desarrollar un acercamiento contextuado, que defienda la no persecución de la complacencia plena a la hora de entablar este tipo de diálogo, pues no se trata de complacer a los que no comparten nuestra fe e ideas, sino de discutir las ideas mismas, más allá de cualquier individuación y apoderamiento de valores: como se menciona en la segunda aleya que citamos en este artículo, donde se engloba a varias confesiones, resaltando pues ese primer significado de la palabra islam. "Di: «¡Gente de la Escritura !Convengamos en una fórmula aceptable a nosotros y a vosotros, según la cual no serviremos sino a Al·lâh, no Le asociaremos nada y no tomaremos a nadie de entre nosotros como Señor fuera de Al·lâh ». Y, si vuelven la espalda, decid: «¡Sed testigos de nuestra sumisión!»" (3/64) La expresión fórmula aceptable, nos transmite la idea de consenso en la sumisión: no se trata de apoderarse de las palabras sino de compartirlas. Todos los credos y profetas estuvieron de acuerdo en este significado y es lo que debería unirnos, más allá de cualquier disputa, posesión o pertenencia. Porque perseguir la complacencia de Dios es un camino exigente marcado por estaciones de prueba, pero esta iniciación es al fin y al cabo la única manera de llegar a estar, con humildad, en felicidad completa con uno mismo.
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