miércoles, 31 de diciembre de 2014

Marco de la educación

No podemos hablar de una educación islámica sólo para los musulmanes. Al hablar de ella nos referimos a principios y a un marco de educación y enseñanza de nuestras juventudes y de nosotros mismos, no sólo a un nivel religioso, sino inspirándoles con herramientas que les/nos permitan contribuir en nuestras sociedades.

Tampoco puede haber un enfoque más íntegro de la educación cuando esta se limita a las esferas de la memorización teórica de conceptos que no tienen ninguna aplicación práctica.

Podríamos recurrir, para mayor comprensión, al estilo en que el profeta de Al·lâh, saaws, recibió Sus enseñanzas de forma gradual. Primero se introduce y afianza el concepto de At·tawhîd (unicidad de todo lo creado), siendo la base de la última Revelación. Y tras la realización de esta, se presenta un Rab o Instructor. Encontramos en árabe esta misma raíz en palabras como rabâ: educar o tarbia: educación. Al·lâh, Arrab insta al profeta en las primeras revelaciones a contemplar el contexto en el que se encuentra: “la gente que le rodea, el sol, la luna,…”. Educa al Rasûl desde la diversidad y el conocimiento (tanto el de la mente como el del corazón).

Desde nuestras propias experiencias, las comunitarias y asociativas consideramos que el enfoque educativo seguido hasta ahora por parte de las primeras generaciones de inmigrantes se ha caracterizado por:

  • Contraposición cultural: la procedencia nacional de las primeras generaciones ha marcado la forma en que se ha entendido el papel que juega su condición musulmana a la hora de formar parte de la sociedad. Pues tuvieron la necesidad de embadurnar su Islam de una comprensión cultural que añoraban al sentirse cuestionados en un entorno nuevo e incomprensible. Lo cual hizo que la educación que plantaran estuviera condicionada por ese miedo al otro y su permanente contraposición con sus valores de origen.    
  • Falta de medios a la hora de afrontar el reto de educar: esta falta ha hecho que se aceptara cualquier idea o proyecto por el mero hecho de creer que la falta de actividad era peor que trabajar por plantear un sistema educativo aunque fuera a largo plazo. De hecho, se han copiado modelos y experiencias de otros países europeos o se plagian programas extranjeros.
  • Intromisión de los países de origen: los países de origen de los inmigrantes invirtieron y lo siguen haciendo en la instrucción de quienes consideran compatriotas impidiendo así que desarrollaran visiones y políticas desde y para su estar aquí. Esto conllevó un vacío a la hora de definir la pertenencia y participación de los estudiantes en este, su entorno. Pues las clases de los fines de semana les aclaran poco sobre su identidad dejándoles caer en la simpleza de considerarse de fuera. Por otro lado, al estado español como albergador de diferencias, siempre le ha interesado esta intromisión extranjera ya que apoya esa noción histórica de islam = extranjero. 
  • Enfocar el aprendizaje del árabe como objetivo único de la educación islámica: las clases de árabe los fines de semana son una constrante. Se mantienen a pesar de que las nuevas generaciones no les den uso y evidencian otras necesidades educativas. Dejar estas de lado hace que las clases se limiten a mera coacción, puesto que no responden a las necesidades de los alumnos sino a la de sus preocupados padres
    No pretendemos dejar de lado la lengua árabe ni su necesidad a la hora de comprender parte del corpus islámico. Pero sí que consideramos que este conocimiento no debiera dejar de lado el de la lengua española, más imperativa en estos momentos y lugares. Pues vemos cómo gran parte de la comunidad fija su atención en asimilar el islam al cristianismo. Y nos beneficiaríamos de emprender grandes esfuerzos (ÿhd) para desdibujar la simpleza de este símil, tanto para nuestros conciudadanos como para evitar el sufrimiento a nuestros hijos.

Teniendo esto en cuenta, la educación nos habría de proveer con principios que se adecuaran a nuestras necesidades en cada momento. Y en este notamos la necesidad de:

  • Empoderamiento: se presenta como una característica esencial para poder tomar la decisión correcta haciéndonos al mismo tiempo, lo suficientemente fuertes para hacer frente a la realidad con el compendio de conocimientos y bagaje que hayamos adquirido a través de la enseñanza. Estar empoderados (mukal·lafîn) no es sólo contar con destrezas a la hora de tomar decisiones de forma acertada sino permanecer fuertes de corazón a lo largo de nuestros andares.
  • Contexto: no puede haber una educación exitosa si esta no atañe ni está relacionada con el contexto en que se está impartiendo. Si atendiésemos a este les sumaríamos un valor añadido a nuestras jóvenes generaciones que podrán empezar a pensar en el entorno como un objeto de contribución y en una participación desde la responsabilidad que marca attaqwa.
  • Libertad: que nos dispense de la libertad suficiente para ser lo que somos y del coraje para ser y hacer lo que realmente queramos. Gracias a este valor dejaríamos la postura del “simplemente sigue” lo que hace el resto y operaríamos sobre nuestros motivos derivados de esa conciencia en los actos que tantas veces nos recuerda nuestro Libro.
  • Contribución: nos tiene que enseñar a amar la sociedad en la que vivimos. No podemos seguir considerándonos forasteros en una sociedad de la que formamos parte. Podríamos cambiar este sentimiento al participar de las actividades culturas del lugar en que nos encontremos: leer literatura más allá del Corán, visitar museos, compartir belleza con el resto de las personas (lo que no deja de ser una forma de `ibâda)… Queriendo de esta manera la cultura y gentes entre las que nos encontremos sin olvidar decirles que les queremos, cuando lo hacemos.

La situación de la comunidad evidencia una clara dificultad a la hora de dialogar. Esta falta de diálogo puede derivar también de la falta de una formación integradora que nos enseñe a lidiar con lo diferente. La diversidad es lo que realmente nos reta y no podemos seguir soportando el peso de dejarla a un lado, como si no existiera, con todo lo que desvela de nosotros mismos al afrontarla. 
En este sentido, Al-Ghazâli pudo distinguir claramente entre el conocimiento, la comprensión del mismo y al-fiqh definiendo este último como la comprensión profunda de los propósitos de la sharî`a

Por lo que dedicar nuestra educación, coloquios e intereses colectivos sólo a cuestiones jurídicas hace que cojeemos en otras dimensiones de participación que son igual de importantes para nuestra conciencia y coherencia.

lunes, 15 de diciembre de 2014

La ética en el arte


El arte está formado por filamentos enhebrados que conectan todos los ámbitos de la existencia. Los filósofos no dejan de esforzarse por darle una definición, separando sus diferentes significados en tradicionales y modernos. Lo que llega a romper o diseccionar cada categoría en subcategorías como las del arte convencional, institucional, histórico y universal. Está claro que la belleza tiene la capacidad de expresarse recurriendo incluso a la más extrema precisión de determinados procedimientos. Pues la riqueza de la historia de nuestro universo se expresa a través de la poesía, la música, la pintura, la arquitectura, y el cine. Conectando a la gente con mundos que están por llegar, con ideas que siguen sin ser comunes y temas que dan forma a nuestro futuro. Lo que no puede estar abarcar sólo por las formas tradicionales ni tampoco las nuevas herramientas digitales. El arte es un proceso de desarrollo de la creatividad y de ampliación de nuestras lentes de observación con el propósito de hacer de la mente una fuerza más crítica e intelectual.

Kant definió el arte como “un tipo de representación que tiene un propósito en sí misma. Aunque carezca de finalidad, promueve el desarrollo de facultades mentales para una comunicación sociable.” Al igual que todo en la vida, el arte no puede desarrollarse sin un crecimiento constante o dejando de lado el fomento de la búsqueda. De la misma manera, el desarrollo exitoso del arte resulta inútil sin las molduras de la ética. Pues la ética debe considerarse parte integral de cada aspecto de la vida, dejando de estar delimitada a esos momentos de profunda deliberación. A este respecto, la ética misma se convierte en un arte; el arte de experimentar vidas más plenas, sensibles y emocionadas. (Fesmire, 2003). De estar al corriente permanentemente de que la característica ética del arte puede conllevar un enorme potencial para la transformación de la actividad artística.

Desde el surgimiento de una idea en la mente del artista hasta su interpretación por parte del público, los procesos de crear, analizar y expandir esa idea tienen la misma importancia para que tenga lugar cierta ilustración cultural. Pues se trata de un canal de comunicación poderoso y de una plataforma expresiva más allá de las palabras. Tanto cuando el arte es una apelación icónica, una nota perfecta en un instrumento acicalado, o la denuncia política de la injusticia, todas sus formas representan ese sempiterno deseo de expresión. Esta aproximación, independientemente de la que tomemos desde el punto de vista estético o cognitivo crea, junto con la ética, una poderosa dinámica a la hora de compartir ideas y posibilitar un intercambio emocional. La centralidad de la imaginación para vivir conforme a la ética es básica para el desarrollo de una mente constructiva. La habilidad de razonar desde la moral en una situación determinada requiere de la imaginación para considerar las distintas posibilidades y salidas y por lo tanto, de crear una mente más resolutiva.

El desarrollo del arte popular conlleva una reacción controvertida sobre todo entre los traductores estrictamente literales de los textos islámicos. Hoy día, los eruditos trabajan junto con otros expertos tratando de trazar un horizonte para descubrir el potencial ético que las artes pueden imprimir en el individuo y en la sociedad en general. Estos debates tratan de la permisivilidad de la representación de rostros humanos en la pintura, de crear y escuchar música y canciones no “religiosas”, de tocar instrumentos musicales o enseñar a hacerlo.,, La historia del arte en la sociedades musulmanas es extensa y rica en materiales. Y floreció en tiempos en los que esta civilización alcanzó la cúspide de su ilustración intercultural. Los artistas y estudiosos afines entendieron que el arte era una fuerza poderosa capaz de moldear sus comunidades dejando patente esta influencia a lo largo de los siglos. La conciencia constante de los principios éticos fue el factor que empujó su éxito a lo largo del mundo en vez de solidificar un entendimiento trascendental de la religión. Palacios, poemas, instrumentos musicales, ¡arte al fin y al cabo! Llenaban las ciudades creando un entrono verdaderamente inspirado y en todos los ámbitos. Sin embargo la situación nada tiene que ver hoy en día con estas referencias. ¿Qué es lo que podría haber causado este cisma? ¿Por qué regresar en vez de progresar en el entendimiento del arte en la religión? ¿Cómo puede la reaceptación del arte estar acompañada del dîn conforme aborda los temas de actualidad?

El arte y la ética son temas sumamente complejos en un universo igual de complicado, lo que da lugar a diversos temas de actualidad.

La creatividad sigue considerándose el único controlador del arte en un mundo perfecto, pero ¿qué papel juega el consumo en la creación de arte? El conocido filósofo John Dewey afirmó que "la separación entre las bellas artes y el arte útil, aunque se remonta a los griegos, se intensifica hoy por la producción en masa y la importancia adquirida por la industria y el comercio." ¿Apoyan los valores artísticos y culturales a los económicos?, y de ser así, ¿quién o qué determina su valor y a quién se atribuye su beneficio? Su valor extiende la reinos artísticos, sociales, políticos y económicos, al mismo tiempo. Ya que estos están firmemente ligados a la demanda, apoyando esa mentalidad capitalista de la satisfacción de encargos, lo que crea un sistema dependiente del consumo. Por lo que, ¿qué pasaría con el arte si colapsara este sistema basado en la economía?

La influencia del arte ha estado muy presente en todas las religiones, culturas y sociedades a lo largo de la historia y también hoy día. ¿Por qué, entonces, no ha hecho más que restringirse en la legislación religiosa? ¿Cuántas de esas prohibiciones y limitaciones se basan en interpretaciones puramente culturales del Texto? En el mundo contemporáneo que experimenta un intercambio tan rápido de la información y un notable desarrollo cultural, ¿en qué sentido se coartan los musulmanes a sí mismos a la hora de ser partícipes de ese mundo y más justificándose con esas estrictas traducciones literales? Estas preguntas se refieren sobre todo a artes de entretenimiento como la música y el cine. Aquí, el género también desempeña un papel clave en el debate ¿las mujeres tienen los mismos derechos (especialmente en las artes escénicas) que tienen los hombres? ¿Hay que controlarlo todo o se puede guardar silencio sobre determinadas cuestiones que tienen que ver con el arte? ¿Cómo podemos transformar nuestro pensamiento para poder congeniar el arte con la religión?

La educación es el factor más importante en el avance de los seres humanos. Y la educación artística juega un papel clave en la formación de ciudadanos civilizados en el mundo contemporáneo. Sin embargo, la falta de importancia y la financiación son los principales problemas de la educación técnica. ¿Por qué se estima que la educación artística es menos valiosos que otras ramas? ¿Qué se puede hacer sobre el estigma que acompaña a las escuelas de arte y sobre el arte como salida profesional en la mayoría de las sociedades? ¿Cómo podemos dar aproximaciones éticas a los artistas emergentes para alentar su talento? Existe una brecha entre la teoría y la práctica ya que la educación de las artes está orientada principalmente al desarrollo de habilidades y la superación de exámenes. Dennis Atkinson sostiene que se pone énfasis en las habilidades artesanales del arte, más que en las críticas y expresivas. Entonces, ¿cómo se puede enlazar el arte que se aprende en la escuela con el arte contemporáneo? ¿Ha de crearse con un propósito o puede existir motivado únicamente por su belleza? La estética y la ética son campos que requieren mucha reflexión e investigación. ¿Podemos decir que exista un arte inútil? ¿Quién juzga el mérito y desmérito estéticos?, ¿contribuye esto a su valor ético? Todas estas preguntas necesitan una investigación sistemática.

sábado, 29 de noviembre de 2014

Halal aun sin ser islámico


Los últimos tres siglos han visto cómo se seguía ampliando la brecha entre los valores y la legislación. Dándose distintos periodos en los que nuestro sistema legal dejaba de estar ligado al modelo ético del Islam. Convirtiendo el dîn (modo de vida) islámico en un mero metraje legal para la distinción entre lo halâl (lícito) y harâm (ilícito). La lente microscópica con la que cuenta nuestro sistema legal analiza y particulariza buscando soluciones desde las medidas innovadoras con las que nos provea la jurisprudencia (prudencia en la aplicación del discernimiento). A través de un trabajo con el que analizar el mundo que nos rodea intentando entenderlo. ¿Y cuál ha sido el resultado? Más fatuas y opiniones legales relativas a la forma de vida en el mundo desde la diversidad de sus ámbitos.
¿Cómo puede lo halâl no ser islámico? Pues no se trata de algo improbable ni excepcional, sino que es justo lo que sucede cuando separamos la jurisprudencia del marco ético. Y cuando nos interesamos solo por el valor legal o legislativo de un tema en concreto. Y en la persecución de lo halâl, se nos olvida siempre que la Legislación -sharî`a-, considerada corpus legal, es un sistema integral y una maquinaria ética completa que se alimenta de las fuentes auténticas, independientemente del paso de los años. Y que la jurisprudencia o fiqh solo es una parte de esta. Una parte inducida forzosamente mediante el esfuerzo (iÿtihâd) que conlleva la diversidad de opiniones.

Pongamos algunos ejemplos desde cuatro campos distintos en los que podamos ver cómo lo halâl puede no ser ético:
La comida: el mercado de la carne halâl se estima en millones de dólares. El Noble Corán nos habla de la ética del consumo, destacando al hacerlo los conceptos de halâl y tayyib o, por referirlo de otra manera, los conceptos de legislación y ética, tal y como apareen en la azora de La Vaca: “¡OH GENTES! Comed de lo lícito y bueno que hay en la tierra” (Corán 2:168). Lo que otorga la misma consideración a ambos conceptos. Es evidente que los musulmanes dan una importancia extrema a la forma de sacrificio de los animales y mantienen todo el esmero en la legitimidad de este según la legislación islámica, sin tener en consideración el negocio que hay tras la macro-producción alimentaria. Lamentablemente, no se preocupan por la manera en que son tratados los animales ni por sus condiciones de vida. Siendo un tema que el Islam regula ya que no vela solo por la forma en que consumimos los alimentos y animales, sino que tiene en consideración a estos y a su entorno. Y a eso se debe el que haya una manera de trato con los animales y demás criaturas. Puede que la carne que consumimos sea halâl, pero ¿podemos asegurar con toda certeza que nuestro comportamiento con los animales y esa forma de trato y producción que deja tanto que desear sea ética?
Compra compulsiva: el capitalismo no conoce fronteras. Las religiones y diferentes éticas le son indiferentes. Por lo que aprovecha y se deja aprovechar dondequiera que encuentre su esencia: el Capital. La realidad del comercio es paralela. Nos llegan contenedores y contenedores y casi nadie piensa sobre la forma en que se han producido los productos que consumimos, independientemente del lugar donde se hayan manufacturado. ¿Cuáles son las condiciones de producción? ¿Se explota a los trabajadores? ¿Se consigue la materia prima de forma respetuosa con el medio ambiente? "Fijémonos por ejemplo en el hotel Hilton de La Meca con vistas a la Mezquita Harâm, que contiene en su interior un centro comercial con más de 400 marcas internacionales y que, por más ironías (por llamarlo de alguna manera), fue edificado tras destruir la casa del amigo íntimo del Profeta, el primer califa Abû Bakr. Podríamos hablar, sencillamente de hipócritas millonarios por un lado y de aquellos musulmanes que jamás lograrán pisar este hotel (ni siquiera podrán permitirse viajar hasta allí). Pero, ¿qué debe pensar un peregrino que cumple con uno de los pilares del islam cuando mira la Ka`ba sentado en su suite del lujoso hotel, sabiendo que se está gastando 7000$/noche durante su haÿÿ? ¿Cómo debe sentir y experimentar la constante recriminación en el Corán a la ostentación, el lujo y el ritualismo falto de compasión? ¿Logrará estremecerse?" (Dídac P. Lagarriga, ECO-YIHAD Apertura de conciencia a través de la ecología y el consumo halal, Página 46-47)

Dinero y finanzas: la vorágine de la banca islámica comenzó a expandirse en las dos últimas décadas, experimentando un crecimiento espectacular. En un principio, perseguía responder a las necesidades demandadas por parte de la comunidad y aceptadas desde la perspectiva religiosa en los mercados islámicos internacionales. Todo ello con los miembros de control de la legislación para que pudieran decidir sobre la validez de los contratos e intercambios económicos. Aún así, una visión más exhaustiva descubre aquí el mismo marco capitalista y neoliberal, pero con una impronta islámica esta vez. El sector financiero tradicional pasa por alto preguntas importantes relativas a la justicia económica, al reparto equitativo de la riqueza y al manejo del capital y también los fundamentos éticos de los contratos comerciales. Pues el rico sigue enriqueciéndose ante el empobrecimiento progresivo de los pobres. Y esto sucede tanto bajo un sistema occidental liberal y capitalista como bajo la autodenominada financiación islámica. Hasta el punto de que Francia, cabecilla de la globalización europea, persiguió la presentación de un marco legal que incorporara el sistema económico islámico como opción financiera. Christine Lagarde, actual presidenta del Fondo Monetario Internacional, formaba parte de quienes invitaban a la integración de  la banca islámica en el sistema francés cuando era ministra de hacienda. ¿Emergía esto desde los valores éticos en persecución de una alternativa al sistema económico actual o se trataba de una forma de atraer las inversiones de los Países del Golfo ante el deterioro del euro? La pregunta persiste hoy: ¿podemos hablar de una banca islámica sumergida en la especulación del sistema financiero internacional al que se subyuga y donde el dinero no deja de ser ficticio?

El arte y la cultura: la música se encuentra a la cabeza del tirón cultural que influye en la gente. Lo que hizo que los artistas y cantantes produjeran “música islámica” en su intento por presentar una alternativa a la dilatada cultura del pop. De tal manera que hallamos que muchas escenas y temas no varían mucho de esa cultura de entretenimiento (independientemente de las palabras islámicas que incluyen esas canciones). De forma que el arte sigue con su tarea fija en un ambiente de bancarrota espiritual y esa cultura comercial que caracteriza el estilo de vida moderna en busca del placer y del entretenimiento. Pero este mismo arte en la cultura islámica debiera estar acorde a la experiencia espiritual, un medio para manifestar taqwa (conciencia o máxima sensibilidad al actuar) enlazando los egos con el Ser; y no un medio para satisfacer la demanda de placer o el puro entretenimiento. Y puede que las palabras cambiadas para reflejar las enseñanzas islámicas más inmediatas sean una aspiración halâl aceptable, pero quedan sujetas a una cultura que somete y cuenta con la dominación y hegemonía derivadas de los distintos estilos musicales (House, Pop, Rap... islámicos) desenlazando en la fama, el capital y el impulso consumista. Por lo que ¿seguirá considerándose islámica a pesar de todo ello?

El sello ético del Islam

La esencia del Islam es su sello ético. Y contamos a este respecto con tres conceptos que aparecen en los textos islámicos: al-âdâb (la decencia), al-ihsân (la excelencia) y al-ajlâq (los valores). El tema tiene que ver con la esencia de la acción y la manera de comportamiento, mucho más importante de lo que se aparenta con el ritual.
Al·lâh, SWT, dice: “La piedad verdadera no consiste en volver el rostro hacia el este o hacia el oeste --piadoso, en verdad, es quien cree en Dios, en el Último Día, en los ángeles, en la revelación y en los profetas; y gasta de lo que tiene --a pesar de su apego a ello-- en sus parientes, en los huérfanos, los necesitados, los viajeros, los mendigos y en rescatar a otros del sometimiento; es constante en la oración y paga el impuesto de purificación; y [piadosos en verdad son] los que, cuando prometen, cumplen sus promesas, y son pacientes en la desgracia, en la adversidad y en los momentos de peligro: esos son los que han sido fieles a su palabra, y esos son los que han sido conscientes de Dios”. (2/177)

Por lo que la piedad es el îmân (seguridad) en su conjunto y los actos de oración, los valores, la justicia social y la demostración de la fuerza espiritual interior.

Dice el Profeta, saaws: “Solo se me ha enviado para completar la excelencia de los valores”. Su mensaje es una epístola ética que tiene por objeto lograr mejorar las sociedades en los planos humanitario y de îmân. Y nos enseña el mismo Profeta que cuando entregamos los sacrificios (en la Fiesta del Sacrificio, por ejemplo), no Le alcanzaremos con sus carnes ni sangre sino con la conciencia que nos haya inspirado el acto del sacrificio en sí. Lo que se persigue con la insistencia en la conciencia (attaqwa) no es la apariencia externa sino ese estado espiritual en el que podamos rodear nuestros corazones de los principios y valores que se reflejan en los actos. Solo que hemos perdido este sentido de la decencia (adab) cambiándolo por un enfoque falto de autenticidad en lo que a valores y legislación (shar`) concierne.


Frenética islamización

Los tiempos que vivimos se caracterizan por ser una época hecha acorde al discurso del doctor Ismael Râÿî al-Farûqi (1921-1986) sobre la islamización del conocimiento general. Su trabajo dio como resultado añadir el término islámico a muchos de los ámbitos de conocimiento y las ciencias sociales, apareciendo ramas como: “las ciencias sociales islámicas”, “la medicina islámica”, “la política islámica”, “la economía islámica”, o la “administración islámica”. Existen serias dudas sobre los resultados positivos que se puedan obtener de esta aspiración ideológica, como demuestran sin lugar a dudas, numerosos estudios al respecto y de los que nos podemos beneficiar. Aún así, podemos decir que este discurso islamizante  ha conseguido llamar la atención del público aunque fracase a la hora de activar ese mismo discurso junto con sus cualidades éticas. No precisamos “islamizar” los distintos ámbitos de la vida. Tendremos que apadrinar la misión de “infundir valores” sobre el terreno de acuerdo con los principios islámicos, recuperando la complejidad de cuanto nos acontece. Y si el Islam es sinónimo de valores, la disputa aquí tendrá que ver con la nomenclatura, únicamente.

Y no cabe duda de que existan varias excepciones a esta apreciación. Ya que es fácil dar argumentos que enfaticen la pertinencia de disciplinas como la filosofía islámica, el arte islámico, la espiritualidad islámica o el sufismo y sus valores cuando cuentan con un marco de trabajo específico que justifique este calificativo. Pues hay elementos distintivos en el arte, la filosofía o el sufismo y los valores que hace que esa caracterización cuente con un objetivo y significado. Y cabe señalar que el intento del académico y filósofo marroquí Taha Abderrahman evidencia un esfuerzo apasionante y original ya que intenta llevar a cabo una reformulación teórica de los valores islámicos, posicionándolos en un marco islámico sufí designado como “espiritualidad”. Pero este inteligente sistema para la “fundamentación” del discurso ha de mutar de apelativo para coincidir con nuestra época contemporánea empleando la palabra “comunicación”. Lo que sigue siendo una tarea pendiente con la que tendrían que ponerse los más ilustres discursistas islámicos contemporáneos.

¿Y cuál es la condición islámica?

Entonces, ¿cuál es la distinción islámica de un pensamiento o una acción determinada? ¿Se limita esta a la legitimidad de los temas desde los textos islámicos o habría de tomar en consideración una perspectiva más ética? Las personas se dividen en dos grupos a este respecto, uno que tiene por objeto islamizarlo todo y otro que sufre del complejo de inferioridad a la hora de utilizar ese adjetivo, al considerar que el dîn (orden de valores) tendría que limitar su acción en la vida pública.

El adjetivo islámico conlleva connotaciones tanto éticas como legales. Pues cuando la ley (sharî`a) permite algo, esa cosa se considera halâl (lícita) y por tanto permisible. Y cuando los principios éticos del Islam reconocen eso mismo, entonces es islámico y puede describirse con ese adjetivo. Por lo que la legislación y los valores son dos caras de una misma moneda, y cada una ha de confiar en la otra como si fueran una sola cosa. Antiguamente, no había una distinción entre los dos conceptos, y por eso encontramos que Abû Hanîfa describe al-fiqh como: “el conocimiento de los derechos y deberes de la persona.” O cuando Abû Hâmid al-Gazâli lo describe como "la profundización en el entendimiento de los propósitos de la sharî`a."

Además, esta comprensión del término “islámico” requeriría considerar el Islam como el resto de las religiones unicistas, ya que tiene el objetivo de la entrega del ego a su Sustentador y la consiguiente adhesión a Él, SWT, sin dejar de lado lo que le corresponde a ese ego de este mundo en el que no experimentamos la trascendencia ni nuestra tarea en el mismo. Y en ocasiones se llega al detalle de estos temas, como sucede con asuntos tales como el matrimonio, el divorcio, la herencia y las transacciones económicas. A la vez que se resume el discurso en el resto de los temas intentando recurrir a reglas y principios generales, dejando de concretar. Un ejemplo de esto es la política o la administración. ¿Cuál podría ser la supuesta característica islámica que conllevan? ¿Y qué dicen los textos islámicos a este respecto para que se esté plasmando en ellas ese precinto “islámico”? Pues no se hace referencia alguna a ellos y aún así se añade ese adjetivo a la política bien encaminada y a la administración juiciosa, por el mero hecho de legitimarlas.

Pues se nos olvida que cualquier pensamiento o acción que no sea contrario a los principios islámicos, a la legalidad o a los valores puede considerarse islámico aun sin haberse originado desde el Islam, a través del principio de integración o shumûliyya. En este sentido, no cabe duda de que los esfuerzos de muchísimos ciudadanos sinceros a lo largo y ancho del mundo por detener el calentamiento global son islámicos ya que personifican valores medioambientales coránicos.

El doctor Tariq Ramadan considera que es necesario que distingamos entre la reforma modal o adaptativa y la reforma de transformación. Siendo un tema de vital importancia a la hora de cerrar la brecha actual entre fiqh y ética. Si lo que perseguimos es naturalizar nuestra presencia mediante la adaptación al entrono en el que nos encontramos, solo necesitaremos el fiqh. Pero si lo que buscamos es retarlo, cambiar y dar forma a este según las necesidades de nuestro tiempo, entonces necesitaremos la estructura ética desde la cual forjar la transformación de nuestras sociedades. En este caso, el Islam se convierte en una parte activa dejando de lado el papel de observador pasivo.

En el Islam la estructura ética deriva de El Corán y la Sunna, pero debe estar en consonancia con las costumbres sociales, la decencia, los buenos modales y el bagaje intelectual de personas enormes que nos han dado parte de sí. El planteamiento ético del Islam se arraiga en la historia a lo largo de un milenio y medio. Un tiempo que contiene un sinfín de experimentos y experiencias históricas. Y deseamos de todo corazón que haya iniciativas e instituciones que acepten este reto reformulando el discurso según los propósitos presentes para recuperar  ese aliento ético del Islam en pleno siglo XXI.

حلال لكنه غير إسلامي استعادة جوهر الأخلاق الإسلامية - See more at: http://www.cilecenter.org/areas-of-research-ar/methodology-ar/essays-ar/essays-details-ar?articleID=92&theme=methodology-ar&topic=#sthash.ahknWfR9.dpuf

viernes, 10 de octubre de 2014

¡Falâh!

Cinco veces al día llama el almuédano a los adeptos. Esta vez su llamada enfatiza la invitación de “hayya `alâ al-falâh” con un grito que podría denotar la consecución del objetivo perseguido. Se suele dar a esta llamada el significado de “Acudid al éxito”, pero como veremos a continuación, podríamos trabajar por  uno que encajara más con el mensaje del Islam cuando se entiende como vía espiritual, y no como religión (con rituales y rezos exitosos).

Si vamos a la raíz del verbo utilizado, falaha, nos encontramos con que el primer significado de este verbo es el de “hender” seguido por “arar”. Es en su IV forma aflaha donde hallamos al fin la acepción de “tener éxito” (se entiende tras el trabajo o esfuerzo). Y de ahí que deriven de esta misma familia semántica palabras como hortelano (fal·lâh) o horticultura (filâha).

Pues en las lenguas semíticas las raíces verbales no remiten a un significado unívoco sino que tenemos que recurrir a toda una familia de significantes y atarearnos con elaborar uno que trate de reflejar la mayoría de los alcances que la raíz evoque. Al hacerlo de esta manera, nos percatamos de que el éxito al que nos exhorta la llamada a la oración tiene que pasar por un arado del nafs (ego, ser), ese labrado del terrero con la dedicación en la `ibâda (actos de oración) siendo precisamente a lo que la llamada a la oración prepara: “hayya `ala as·salât”, (Acudid a la oración) y “hayya `ala al-falâh” (para poder acceder al éxito, o facilitar nuestra orientación hacia él.) En el Islam el falâh es lo que encontramos en el campo de cultivo que es la salât.

Pero el trabajo de campo de la salât u oración no puede limitarse a meros actos de devoción con los que el musulmán manifiesta su dependencia de su Sustentador. Tendrá que tener un alcance necesario en la vida diaria de los musulmanes ya que el Islam no es una religión que exija dedicar tiempos diarios al rezo y a la contemplación sin más, sino que es una forma de vida que rige todos nuestros actos, haciéndolos derivar de esa misma reflexión inspirada al menos cinco veces al día.


Coincidiendo con el primer viernes del Ramadán, nos acercamos a sendas mezquitas a rezar en congregación. El almuédano prorrumpió haciendo uso de grandes arranques al llegar a esta parte de su llamada. Inspirando a quienes se encontraban en el lugar al hacerlo, complacencia por haber alcanzado ese perseguido falâh con el mero hecho de encontrarse en comunidad. 

Lo más grave del evento fueron los ejemplos que se le iban ocurriendo al in-sabio: “tenemos que
controlar el enfado, no nos podemos enfadar por ejemplo con la mujer al llegar a casa por la noche y encontrarla desordenada, o cuando no nos gusta la comida que nos ha preparado…” Acto seguido pensé en la infinidad de problemas (de entendimiento, sobre todo) que no son mencionados ni en este ni en otros encuentros, y la cantidad de guiños que les podía haber regalado a su público. Pues incluso poniendo el mismo y desafortunado ejemplo, podría haber dicho que se había enfadado consigo mismo al encontrarse incapaz de hacer lo que su mujer habría hecho, exasperándose por su nulidad, por ejemplo.

Pero no. Me sigue sacando de quicio que en estos encuentros todo el mundo se siga dando por satisfecho con la mera pertenencia al grupo, sin querer mutar en nada las dinámicas de menoscabo que se siguen dando ante mujeres mudas que afirman con una vaga oscilación de sus cabezas en asentimiento. Los jóvenes están desatendidos también, y cuando se les atiende se les da una instrucción arcaica que resulta caduca para los entornos donde se mueven. No encuentran el significado de su pertenencia a un sistema de valores que se ve reducido a sistema penal en la mayoría de los casos. Y vemos comportamientos caricaturescos por su parte que resultan de esa falta de coherencia permanente. Y que siguen sin esforzarse por un ejercicio que calmara su permanente intranquilidad.

El trabajo del ser que es la salât habrá de dirigirse hacia nuestras carencias, a las necesidades del este pequeño grupo que se considera Ummah y que no se verán satisfechas con la mera reiteración de las fórmulas. Tendría que enfrentarnos a nuestras insuficiencias con reformas que incluyan ideas tajantes, manifestadas de forma clara y concisa y que tengan por objeto irrumpir en esas necesidades y no problemas inventados para dejar de ver la realidad.

Por otro lado hay quien me dice: “el discurso tiene que ser este porque es lo que a la gente le es más cómodo, lo que entienden y les hace sentirse más seguros”. Y recuerdo ante este comentario una cita de Nietzsche en uno de sus relatos relatos: "No miente tan solo aquel que habla en contra de lo que sabe, sino ante todo aquel que habla en contra de lo que no sabe." (Así habló Zaratustra -Del amor al próximo-, 35). Por lo que llamemos a las cosas por su nombre: cuando vamos a una peña de suscritos, no estamos dirigiendo nuestros pasos necesariamente a Él y menos aún dejando que cualquiera pueda dirigir y hablar en nombre de esos suscritos solo en contemplación de su situación personal o familiar. No podemos aceptar cualquier persona de instructor sino que habremos de empezar a aplicar un mínimo de exigencia. Habrán de ser sinceros, respetuosos con los límites y contar con la competencia para estar donde están. Diciendo que lo importante no es encontrar respuestas sino abrir puertas. ¡Wa Al·lâhu a`lam!


viernes, 19 de septiembre de 2014

El intolerante simpático



Hay un tipo de intolerancia que se puede auscultar detrás de la simpatía. Comentarios como los de “¡Es que (vosotros) guisáis muy bien!”, “¡(Vosotros) sois más practicantes que nosotros!”, “¡Ojalá (¡hey!) todo el mundo apreciara algunas cosas como lo hacéis (vosotros)!” y un largo etcétera de simpatías que no persiguen más que el caer bien, o decir lo políticamente correcto. Dejando de conocer entretanto la complejidad de la persona que soy en realidad. Fanatismo sutil que se desvela tras los gestos de aprecio.

Qué triste es encontrar al verdadero individuo que hay tras estas máscaras en situaciones determinadas. Nos encontrábamos compartiendo una mesa con gente cercana en el trato, no tanto en el compartir. Personas que parecían respetar lo que vivimos (lo que vertebra eso que somos). No lo entienden del todo, pero dicen respetarlo. Todo transcurría como era habitual hasta que se le ocurrió a alguna citar lo problemático y costoso que ha sido traer al cura contagiado de ébola cabiendo la posibilidad de contagio en España. Consideraba a esta persona como un engorro para toda la población. Justificando su postura con que el dinero que había costado su traslado, bien servía para cubrir necesidades más urgentes que experimentamos aquí en España.

Nada nuevo hasta ahora, salvo el sujeto parlante. La reiteración de la inconsciencia y ese oscurantismo desmesurado cansa. Cansan hasta el punto de cuestionarme la pertinencia del encuentro en sí.

Lo inconcebible del des-encuentro no fue solo esto sino que tengo la impresión de que se utilizó un tema “monstruo” de abrelatas para tratar el verdadero problema que cree tener esta gente: inmigrantes que se chulean en los hospitales, rumanos que roban los puestos de guardería a nuestros hijos, marroquís que tienen hijos a los que no pueden criar…

Estas actitudes tienden a darse en personas ignorantes con una curiosa tendencia a la verborrea. Cuando les explicas lo que en realidad eres, no te escuchan. Y acto seguido permanecen en esa misma actitud confirmando la pusilanimidad de su ser mediante la negación del otro que no se llama María o Pepe y que por tanto no es normal.

Demuestran, una vez más, lo inseguro que es el hombre moderno de sí mismo (y aquí no voy a ser políticamente correcta). No hay nada que sustente a estos “Meursaults” que parecen tener tan poca convicción en aquello que creen que se resienten a aseverar su ente con la negación de los demás.

La imagen con que representaba el des-encuentro en mi cabeza  fue la de una plaza llena de gente, la gente iba alzándose la camiseta conforme hollaban mirándose al ombligo. Cuando se chocaban con otra persona, gruñían refunfuñando abominaciones. Pero volvían a bajar la cabeza para situarla en el mismo estado, con una nutriente condición: “¡Es que los demás no son normales!, se chocan conmigo sin valorar que yo tengo también las mismas necesidades.”

Siempre he dicho que no quiero que la gente me tolere. Tolerar es darte igual. Es dejar de importarte el acceso a lo que soy en realidad. Es conformismo con lo que pienso que debes de pensar.

Yo quiero que mi presencia sea un interrogante que interpele a los ideales que vertebran tu existencia. Y de ahí la insistencia en la necesidad de compartir con quienes no me son semejantes en el pensar y forma de existir.

Todas las personas tienen necesidades, deseos, ambiciones… en cuanto lo empecemos a ver, nos dará igual que seamos rojos, blancos o azules. Nada nos pertenece y en todo somos pasajeros, menos en lo que concierne a la trascendencia de nuestros actos.

El único cometido de nuestra afeliz presencia es aspirar a conocer(Le) sabiéndonos conocer. Cada persona tendrá sus herramientas y todas son válidas menos la de quienes utilizan el descrédito del otro para acreditarse. Reconocer la diversidad quizás sea el camino para empezar a reconocernos a nosotros mismos. Pues ¿ a ver quién podría prescindir de la diversidad para definirse sin resultar en la caricatura de sí misma, o?

La paciencia, perseverancia y buena palabra destacan por su escasez.







viernes, 25 de abril de 2014

Situación de los musulmanes occidentales: Valores


El contexto de las sociedades europeas y americanas ha desafiado a los musulmanes durante décadas, incluso les ha desestabilizado e invitado a volver a sus Textos y releerlos buscando un entendimiento nuevo, para asimilar mejor su sustancia, formular respuestas nuevas y proponer vías originales. Llevando a cabo un análisis de las fuentes escriturarias y de las obras de estudio clásicas, una parte sustancial del esquema que se había establecido de forma natural, gracias a nuestra experiencia de vida en las sociedades occidentales. No hay nada más normal que esto, es más, esta es la consecuencia lógica de la conexión que el mensaje del Islam mismo establece entre los principios universales que define y un razonamiento activo, que invita a considerar los principios y a actualizarlos en medio de las contingencias históricas y sociales.

Ahora necesitamos hallar la forma de utilizar estas fuentes fundamentales y sus herramientas en las sociedades occidentales, haciéndolas eficaces en la práctica. Pero, ¿podemos esbozar un proyecto, o una “visión” utilizando el sentido inglés de la palabra, para vivir el mensaje universal del Islam, con los instrumentos legales disponibles, y la realidad europea y americana? ¿A dónde vamos? ¿Dónde estamos? Antes de plantear más consideraciones, debemos echar un vistazo a la realidad a la que nos enfrentamos y hacernos otra pregunta central: ¿desde dónde partimos? La verdad es que es imposible hablar de una visión de futuro si no nos tomamos un tiempo para establecer, aún en términos generales, un inventario de los valores y las carencias de la situación actual de los musulmanes en occidente.

Valores

Algo extraordinario para acreditar esta nueva presencia es la rapidez con que se ha establecido tanto una conciencia del hecho como las semillas de nuevas soluciones a los problemas que esta presencia plantea. En pocos años, tanto en Europa como en América, las comunidades cuyos miembros eran de mayoría inmigrante se fueron agrupando, organizando, estableciendo varias organizaciones e instituciones y desarrollando un sentimiento de pertenencia, que fue a la vez extraordinario y dinámico. Es verdad que se podía pensar que era normal que los inmigrantes de las primeras generaciones intentaran preservar su religión y cultura, pero que, con el tiempo, sus hijos serían asimilados por, entre otras cosas, la fuerza de los acontecimientos. Pero lo que ha sucedido y le sigue sucediendo a un número significativo de estos descendientes es todo lo contrario: toman el testigo y continúan con lo que comenzaron sus padres y madres. Apreciamos con asombro que la práctica activa del Islam entre las mujeres y hombres musulmanes crece y que se están haciendo más y más “visibles.” Está pasando lo mismo con los “musulmanes nativos”: las múltiples Organizaciones Islámicas Afroamericanas (entre las que está la muy organizada y dinámica Sociedad Americana Islámica de WD Muhammad) y los numerosos conversos (o “los que han retornado”) están experimentando la misma tendencia positiva.

En cincuenta años, el aumento de la concienciación ha sido enorme, y las comunidades islámicas están dando testimonio de una pasión y entusiasmo renovados. La pasión es lo primero que analizaremos, pues adolescentes, estudiantes, y padres, pertenecientes a todos los orígenes y edades, siguen cursos regulares de religión, árabe, incluso de historia y cultura. La demanda por lo general excede lo que las instituciones islámicas pueden satisfacer. Algunos llegan incluso a viajar al extranjero buscando años de instrucción, habitualmente en universidades islámicas o por el contacto directo con académicos de renombre. Estas realidades apuntan a otro valor consecuente: los niños a menudo saben más sobre el Islam de lo que sabían sus padres, y ese conocimiento es más extenso por el deseo obvio por aprender que tienen estas jóvenes generaciones. Se multiplican exponencialmente las traducciones de trabajos clásicos y la producción de libros, videos, audio, el acceso a Internet y a las redes sociales… y en todos los idiomas. Las realidades occidentales, como hemos dicho, fuerzan a los musulmanes a reflexionar sobre sus Textos en este contexto. Y hay  cada vez más iniciativas por parte de los ulemas, intelectuales y los líderes de las organizaciones para moverse en la dirección de este enfoque contextualizado. La gente busca, se hace preguntas, experimentando en los niveles educativos, sociales, políticos y culturales: vivimos una época de profunda agitación y transformación intelectual. Podemos hablar de una “revolución silenciosa” que se está gestando dentro de las comunidades islámicas occidentales, porque el dinamismo, los movimientos en alza, y las perspectivas innovadoras son ya realidades tangibles y sorprenderán, ciertamente, a los observadores que le prestan poca atención a estos movimientos… pues son demasiado lentos para atraer los medios de comunicación, pero extraordinariamente rápidos para tan corto periodo de tiempo.

Un tercer y notable valor es sin duda la aparición de una concienciación de ciudadanía en todos los países donde los musulmanes llevan años viviendo –notablemente en Francia, El Reino Unido, y Los Estados Unidos.– En la práctica, es cuestión de una conciencia afinada e interna. Conciencia de la ley y de las instituciones en un estado basado en la regla ésta. Ya no se trata sólo de promocionar el derecho al voto (que es en sí mismo un valor noble), sino de reclamar los derechos de ciudadanía, siendo consciente al mismo tiempo de las responsabilidades de uno y de sus obligaciones. En estos tres países, más que en cualquier otro lugar en este momento (aunque hay signos de que movimientos de ciudadanía están creciendo en otros países también), los ciudadanos musulmanes participan a varios niveles de la vida social y política y a veces no dudan en pedir el debido respeto a su religión y/o orígenes como partícipes de una sociedad que es, al fin y al cabo, la suya. Este movimiento aún se encuentra en su infancia pero la dirección que está tomando es de especial interés.

Uno de los valores de los de mayor importancia es el de la nueva y fuerte participación de las mujeres en el proceso de una asimilación y afirmación de la identidad. Estando cada vez más instruidas y con más experiencia, algunas son más capaces de contribuir en el área de las regulaciones religiosas y las adaptaciones culturales y participan en debates religiosos, sociales y culturales, llegando a tener un acceso significativo al liderazgo. Este movimiento es evidente en occidente, y muchas mujeres, si bien afirman su adhesión al Islam a través de su estilo de vestimenta, hacen que se les escuche y participan en discusiones tanto sobre las llamadas “auténticas ideas islámicas” de sus correligionarios (hombres y mujeres), como sobre las miradas superficiales, y muchas veces ofensivas de sus conciudadanos.