Los musulmanes tienen el deber de despertar su fe y su intelecto para proponer soluciones racionales y plantar cara a los desafíos que enfrentan, y lo tienen que hacer entre el idealismo de la forma con que entendemos los principios y las dificultades de la vida diaria en occidente. También necesitamos que la mayoría de los musulmanes entiendan las enseñanzas del Islam, teniendo en cuenta su universalidad y flexibilidad y la capacidad de su adaptación espaciotemporal. Sin duda, este debería ser el primer objetivo en las comunidades de los musulmanes occidentales: diseminar un entendimiento del universo de referencia islámico, teniendo como referencias prioritarias a su propio criterio (una vez se hayan puesto a trabajarlo), a los doctores de enseñanza (ulamâ'), los intelectuales, y los líderes de las organizaciones. El entusiasmo al que nos hemos referido en entradas anteriores, es uno de los valores más importantes de la presencia musulmana en occidente y posibilitaría que este trabajo fuera eficaz. Se está trabajando en un número creciente de organizaciones e instituciones islámicas, pero es necesario organizar este trabajo para que sea efectivo. Debe surgir un programa de índole universitaria en todos los países occidentales, tiene que ser fiel a la tradición islámica, y estar acorde con las comunidades que viven en Europa y América, sin salirse de las realidades de sus respectivos entornos.
Hoy en día, ya es posible establecer un programa educativo islámico dentro de las varias comunidades que existen. Este programa tiene que ser exigente y abierto, respetuoso con las tradiciones y progresivo. Un “Islam reformista” que sigue la tradición profética a la que nos hemos referido y que nos manda releerla dentro de las contingencias de la historia. Debe establecer un diálogo intracomunitario, ser rápido y profundo y contar con todos los partícipes que lo deseen, y son muchos. A nivel local, ya es posible entablar un diálogo interno y fructífero, evitando tres áreas que son fuentes inevitables de división: la prominencia histórica de una línea de pensamiento por encima de las demás, y, ante todo, el liderazgo y el dinero. La forma más sabia de empezar un diálogo es concentrándose en la enseñanza y en un número limitado de proyectos compartidos, colaborando y consiguiendo, como mínimo, un reconocimiento mutuo: el reconocimiento del derecho de los demás de existir, alejándonos de los gastados mecanismos de exclusión que suelen acompañarnos en el desarrollo de estos proyectos. En algunos casos, esta colaboración ha llevado a un cambio en la dirección que tomaba la participación de las distintas partes (dentro de la misma comunidad), estimulando la complementariedad saludable en vez de una competición insidiosa.
Esta endógena dinámica necesita tiempo y paciencia porque sigue, como es natural, el ritmo lento que las mentalidades necesitan para cambiar. Pues lo que el programa necesita del desarrollo de una auto-imagen serena, confiada y afianzada. Por eso es necesario construir el futuro sobre la base de los valores de la naturaleza más inclusiva que nos sea posible, y de su dinámica inherente, divulgando un programa de educación adaptado, sin dejar de articular, de manera clara y audible, el discurso que expresa la necesidad de entrar de lleno a formar parte de la ciudadanía. La aparición de una nueva concienciación, educada a la manera islámica y enraizada en una ciudadanía activa, que engloba tanto a hombres como a mujeres, llevará al desarrollo natural de un discurso islámico cada vez más detallado. Discurso, cuyo objetivo será hablar claro para que se entienda, no para complacer y ser tolerados. Entre tanto, los musulmanes deben exigir algo más que tolerancia. Se tolera a un individuo cuando se le ignora. El propósito principal que tenemos es lograr el respeto: sólo se respeta verdaderamente al resto al verles y tener un intercambio basado en el desarrollo de un mejor entendimiento. Nuestras diferencias, cuando se conocen y admiten, deberían reunirnos. Y por eso los musulmanes occidentales deben normalizar su presencia sin llegar a trivializarla. En todas las áreas de la vida, cuando intentan encontrar soluciones que les harían posible vivir con fidelidad a sus principios, pueden mostrarles al resto de sus conciudadanos que a lo mejor hay otras maneras, y que en cualquier caso, uno debe buscar sin renunciar, seguir e intentarlo con todo sus fuerzas, para construir el ser y luchar por el ideal. En el fondo de la interacción, los musulmanes se encontrarán con la dimensión universal de su mensaje e intentarán dar fe de ello al resto. Hay que dar prioridad a este abrir de mentes y corazones: ser uno mismo no en oposición al otro sino junto a él, con ella, haciendo frente a nuestras diferencias, permaneciendo muy próximos, y no en las aisladas esquinas de nuestros guetos intelectuales y sociales.
Los musulmanes exigirán un auto-conocimiento que será cualquier cosa menos una gastada y nerviosa manifestación de insuficiencias. Lo harán con una fe afianzada, una educación firme, y un diálogo activo tanto dentro como fuera de sus comunidades. El espíritu crítico, y a veces auto-crítico, que nacerá de este proceso multidimensional les permitirá afirmarse como gente que conoce lo que guarda (un mensaje universal), que posee el sentido del propósito de la vida (viajar a través de ella guardando fidelidad a la Fuente), que son conscientes de su responsabilidad (ser fiel al pacto inicial: as-shahada), y, finalmente, que procuran hacer de sus vidas un símbolo, un regalo, un enriquecimiento. Este es el significado de dar testimonio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario