La noción de shahâda o testimonio, adquiere dos formas distintas en el Islam. La primera concierne al testimonio que todo musulmán debe pronunciar ante Dios y ante la humanidad, y a través del que establece su identidad: “No hay dios, hay Al·lâh y Muhammad, saaws, es uno de Sus enviados”. La segunda está ligada a la responsabilidad de los musulmanes, de acuerdo con los mandatos del Corán, “para que seáis testigos de los hombres”. (Corán: 2/143). En la idea de shahâda se aúnan los elementos fundamentales de la fe musulmana: una reminiscencia clara del núcleo de nuestra identidad a través de la fe en la Unicidad de Dios (Tauhîd) y en Su última revelación al profeta Muhammad y una conciencia elevada que nos da la responsabilidad de recordarles a los demás la existencia del Creador, de la espiritualidad y de la ética.
Esta doble función de la shahâda se expresa con más exactitud en los seis puntos que enumeramos aquí. Los tres primeros tienen que ver con la identidad misma de los musulmanes; y los últimos tres, con su rol en la sociedad.
1. Al pronunciar la shahâda, los musulmanes le están dando base a su identidad: son musulmanes, creen en Dios, en Sus profetas, en los ángeles, en los Libros revelados, en el destino y en el día del juicio. Creen que las enseñanzas del Islam proceden de una Revelación y que son miembros de una comunidad islámica (Umma).
2. La shahâda está íntimamente ligada al rito y a la práctica religiosa, siendo la primera de los cinco pilares del Islam. La verdad es que no tendría sentido desarrollar estos ritos y prácticas sin ella. También es importante el hecho de ser capaz (y de tener el derecho) de rezar, pagar la zakat, ayunar, y llevar a cabo el peregrinaje. Hay referencias claras a esto en el Corán: “que creen en lo oculto, hacen la azalá y dan limosna de lo que les hemos proveído”. (Corán: 2/3).
3. Esto significa, en un sentido más amplio, que los musulmanes deben, o al menos debería permitírseles, respetar los mandatos y regulaciones de su religión y actuar respetando lo que es legítimo e ilegítimo en el Islam. No debería obligárseles a actuar en contra de los mandatos de su conciencia, porque sería en una “negación de su identidad”.
4. Pronunciar la shahâda es actuar ante Dios respetando Su creación, porque al-imân (la fe) es una amâna (compromiso). Las relaciones entre los seres humanos se basan en el respeto, la confianza, y sobre todo, en la fidelidad absoluta en los pactos, contratos, y tratados. Tanto los tácitos como a los que se haya llegado de forma explícita. El Corán es claro “¡Cumplid todo compromiso, porque se pedirá cuenta de él!” (Corán: 17/34), y los creyentes son quienes “respetan los depósitos que se les confían y las promesas que hacen” (Corán: 23/8).
5. Como creyentes que conviven con otros hombres y mujeres, los musulmanes deben dar testimonio del significado de la shahâda ante los demás. Deben presentar el Islam, explicar el contenido de su fe y su enseñanza general. Son testigos, shuhadâ', en todas las sociedades, y por supuesto en los ambientes no musulmanes. Esto es lo que engloba la idea de ad·d`awa.
6. Esta shahâda no es sólo verbal, los musulmanes son individuos que creen y, como resultado, actúan en consecuencia. “Los que creen y hacen el bien” dice el Corán una y otra vez, insistiendo en el hecho de que la shahâda tiene consecuencias inevitables en el comportamiento de los musulmanes, sin importar la sociedad en que se encuentren. Profesar la shahâda significa participar en la sociedad en todas las áreas donde se sienta o presuma una necesidad: desempleo, marginación, delincuencia… También significa participar en el proceso que pueda llevar a una reforma positiva, ya sea de las instituciones, de los sistemas legales, económicos, sociales o políticos. Con el objetivo de aportar más justicia y una participación real, pues “Al·lâh prescribe la justicia” (Corán: 16/90). Esta es una de las manifestaciones más concretas del “testimonio”.
Por lo tanto, en nuestra opinión, el concepto de shahâda parece la forma más apropiada para expresar la concepción que unifica la identidad y función de la persona a la luz de las enseñanzas del Islam. También se adapta a nuestra situación actual, porque permite que se expresen tanto la identidad como la responsabilidad social de los musulmanes, porque relaciona ambos ejes.
También es conveniente estudiar su relevancia en relación al estado actual del mundo y a la configuración geopolítica del planeta. Parece difícil desmarcarse del resto en un mundo donde experimentamos una globalización multidimensional. Los musulmanes deben encontrar compañeros comprometidos que hagan una selección de lo que nos ofrece la cultura predominante, promocionando las contribuciones positivas de esta y resistiéndose a lo destructivo de sus productos, tanto a nivel humano, como ecológico. A un nivel más general, supone trabajar por la promoción de un pluralismo religioso y cultural a escala internacional.
La noción de shahada protege y salvaguarda los rasgos esenciales de la identidad musulmana, entendida en sí misma y para con la sociedad: reclama la relación permanente con Dios (al-rabbaniyya) y expresa la obligación de los musulmanes de vivir entre la gente y ser testigos del contenido del mensaje del Islam ante toda la humanidad, tanto con su acción como con su palabra.
En este estado de cosas, conviene plantearse y reflexionar a nivel personal y colectivo, sobre dónde estamos y las dimensiones que le damos a esta noción tan esencial para nuestra acción y participación en las sociedades de las que somos parte ineludible.
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