sábado, 2 de octubre de 2010

La discoteca de Águilas

Nos llegó la noticia de la discoteca de Águilas que tuvo que cambiar de nombre porque a los musulmanes, calificados de islamistas, no les agradaba que se la designara con el nombre de “La Meca”.

Entraremos a reflexionar más adelante sobre la reacción de los islamistas (que no compartimos); pero lo que nos preocupa en este momento es la forma que tienen los medios de referirse a un colectivo extenso con el adjetivo que define a una minoría.
Según la RAE, un islamista es una persona "perteneciente o relativa al integrismo musulmán."

Si todos los musulmanes fueran integristas, sería un verdadero problema ya que no tendrían ninguna posibilidad de desarrollo o participación en esta sociedad.  El problema es que los que son integristas, que los hay, suelen hacer más ruido que el resto de los musulmanes, aunque ese resto constituya más del noventa por ciento de la población. El integrismo propugna una visión de la religión como bloque aplicable a cualquier momento histórico y a cualquier contexto cultural, sin más consideraciones. Y aquí habremos de tener mucho cuidado. Resaltar que los integristas son la excentricidad ya que abundan muchos más ejemplos de integración, ideas renovadas, ganas de contribuir...

Hay un conflicto de intereses, los musulmanes no suponen un problema en España sino que participan, hasta donde se les deja, desarrollando una vida normal tanto en las esferas públicas como en el privadas. Pero a los medios de comunicación no les interesa marcar matices para no cansar mucho al televidente. Es mejor darlo todo masticado, todo etiquetado.

Podría haber pasado como simple anécdota, engendrada por un malentendido cultural desde las dos partes implicadas. Por un lado, para los dueños de la discoteca, La Meca es el nombre de una ciudad y no entran en consideraciones religiosas o en lo que, para un grupo,  ese nombre puede suponer. Y están en su derecho. Para el otro participante del conflicto, están mancillando uno de los pilares de su religión, lo que él considera centro y lugar más venerado en la tierra y, lo que es más grave, piensa que lo hacen adrede.

Lo que los medios analizan es la reacción de un grupo de musulmanes que se sintieron incómodos con este hecho y pidieron que se le cambiara el nombre a la discoteca. Por esta reivindicación, fueron llamados islamistas alarmando de forma implícita a la sociedad. En España, la gente aún no distingue entre musulmán, árabe, moro o islamista, por lo que resulta muy alarmante que se tomen con tan poco cuidado tal calificativo. Pues islamista es el mismo término que se aplica a quienes detienen y oímos en las noticias, los vemos muchas veces detenidos pero sabemos poco de ellos más adelante.

Entonces, ¿eran islamistas quienes pidieron que la discoteca fuera rebautizada?

Como muchos musulmanes no conocen bien cómo se mueve esta sociedad, lo que piensa, las razones que hacen que la gente se comporte de una manera determinada o lo que rige su vida diaria; no pueden entender ciertas reglas que se supone rigen las prácticas sociales en España. A ellos, les digo que yo también soy musulmana. Y en nada influye el que una churrería se ponga “La Meca” como cabecera o que lo haga una discoteca. A lo que voy es que el hecho de que la gente, los negocios o los intereses políticos internacionales les vayan poniendo etiquetas a nuestros símbolos y a lo que para nosotros es más distintivo de nuestra fe no cambia en nada su esencia y lo genuino de las aproximaciones personales que puede haber hacia ella. No puedes ir vetando la libre expresión, más aún cuando no te afecta, sólo porque te tomes el asunto como algo personal. No creo que hayan tramado ningún plan para desprestigiar los símbolos religiosos de los musulmanes. Simplemente, no lo entienden porque aquí es una libertad y porque están muy acostumbrados a usar símbolos cristianos, en parte influidos por el desgaste que ha sufrido esta religión a lo largo de los siglos.

Nuestra postura ha de ser la de comunicar en vez de vetar, compartir en vez de limitar y conocer en vez de darnos por satisfechos con lo que ya tenemos. Cuando lo hayamos hecho, estaremos en condiciones de pedir más cosas. Lo que yo pido en este momento, es respeto mutuo porque no es un asunto que haya que tratar unilateralmente.

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