Los últimos tres siglos han visto cómo se seguía ampliando la brecha entre los valores y la legislación. Dándose distintos periodos en los que nuestro sistema legal dejaba de estar ligado al modelo ético del Islam. Convirtiendo el dîn (modo de vida) islámico en un mero metraje legal para la distinción entre lo halâl (lícito) y harâm (ilícito). La lente microscópica con la que cuenta nuestro sistema legal analiza y particulariza buscando soluciones desde las medidas innovadoras con las que nos provea la jurisprudencia (prudencia en la aplicación del discernimiento). A través de un trabajo con el que analizar el mundo que nos rodea intentando entenderlo. ¿Y cuál ha sido el resultado? Más fatuas y opiniones legales relativas a la forma de vida en el mundo desde la diversidad de sus ámbitos.
¿Cómo
puede lo halâl no ser islámico? Pues no se trata de algo improbable ni excepcional, sino que es justo lo que sucede cuando separamos la jurisprudencia del marco
ético. Y cuando nos interesamos solo por el valor legal o legislativo de un
tema en concreto. Y en la persecución de lo halâl, se nos olvida siempre
que la Legislación -sharî`a- ,
considerada corpus legal, es un sistema integral y una maquinaria ética
completa que se alimenta de las fuentes auténticas, independientemente del paso de los años.
Y que la jurisprudencia o fiqh solo es una parte de esta. Una parte
inducida forzosamente mediante el esfuerzo (iÿtihâd) que conlleva la
diversidad de opiniones.
Pongamos
algunos ejemplos desde cuatro campos distintos en los que podamos ver cómo lo halâl
puede no ser ético:
La comida: el mercado de la carne halâl se estima en millones
de dólares. El Noble Corán nos habla de la ética del consumo, destacando al
hacerlo los conceptos de halâl y tayyib o, por referirlo de otra
manera, los conceptos de legislación y ética, tal y como apareen en la azora de
La Vaca : “¡OH GENTES! Comed de lo lícito y bueno que hay
en la tierra” (Corán 2:168). Lo
que otorga la misma consideración a ambos conceptos. Es evidente que los
musulmanes dan una importancia extrema a la forma de sacrificio de los animales
y mantienen todo el esmero en la legitimidad de este según la
legislación islámica, sin tener en consideración el negocio que hay tras la macro-producción
alimentaria. Lamentablemente, no se preocupan por la manera en que son tratados
los animales ni por sus condiciones de vida. Siendo un tema que el Islam regula
ya que no vela solo por la forma en que consumimos los alimentos y
animales, sino que tiene en consideración a estos y a su entorno. Y a eso se
debe el que haya una manera de trato con los animales y demás criaturas. Puede
que la carne que consumimos sea halâl, pero ¿podemos asegurar con toda
certeza que nuestro comportamiento con los animales y esa forma de trato y producción que
deja tanto que desear sea ética?
Compra compulsiva: el capitalismo no conoce fronteras. Las religiones y diferentes éticas le son indiferentes. Por lo que aprovecha y se deja aprovechar dondequiera que encuentre su esencia: el Capital. La realidad del comercio es paralela. Nos llegan contenedores y contenedores y casi nadie piensa sobre la forma en que se han producido los productos que consumimos, independientemente del lugar donde se hayan manufacturado. ¿Cuáles son las condiciones de producción? ¿Se explota a los trabajadores? ¿Se consigue la materia prima de forma respetuosa con el medio ambiente? "Fijémonos por ejemplo en el hotel Hilton de La Meca con vistas a la Mezquita Harâm, que contiene en su interior un centro comercial con más de 400 marcas internacionales y que, por más ironías (por llamarlo de alguna manera), fue edificado tras destruir la casa del amigo íntimo del Profeta, el primer califa Abû Bakr. Podríamos hablar, sencillamente de hipócritas millonarios por un lado y de aquellos musulmanes que jamás lograrán pisar este hotel (ni siquiera podrán permitirse viajar hasta allí). Pero, ¿qué debe pensar un peregrino que cumple con uno de los pilares del islam cuando mira la Ka`ba sentado en su suite del lujoso hotel, sabiendo que se está gastando 7000$/noche durante su haÿÿ? ¿Cómo debe sentir y experimentar la constante recriminación en el Corán a la ostentación, el lujo y el ritualismo falto de compasión? ¿Logrará estremecerse?" (Dídac P. Lagarriga, ECO-YIHAD Apertura de conciencia a través de la ecología y el consumo halal, Página 46-47)
Dinero y finanzas:
la vorágine de la banca islámica comenzó a expandirse en las dos últimas
décadas, experimentando un crecimiento espectacular. En un principio, perseguía
responder a las necesidades demandadas por parte de la comunidad y aceptadas
desde la perspectiva religiosa en los mercados islámicos internacionales. Todo
ello con los miembros de control de la legislación para que pudieran
decidir sobre la validez de los contratos e intercambios económicos. Aún así,
una visión más exhaustiva descubre aquí el mismo marco capitalista y
neoliberal, pero con una impronta islámica esta vez. El sector
financiero tradicional pasa por alto preguntas importantes relativas a la
justicia económica, al reparto equitativo de la riqueza y al manejo del
capital y también los fundamentos éticos de los contratos comerciales. Pues el
rico sigue enriqueciéndose ante el empobrecimiento progresivo de los pobres. Y
esto sucede tanto bajo un sistema occidental liberal y capitalista como bajo la
autodenominada financiación islámica. Hasta el punto de que Francia,
cabecilla de la globalización europea, persiguió la presentación de un marco
legal que incorporara el sistema económico islámico como opción financiera. Christine
Lagarde, actual presidenta del Fondo Monetario Internacional, formaba parte de
quienes invitaban a la integración de la
banca islámica en el sistema francés cuando era ministra de hacienda. ¿Emergía
esto desde los valores éticos en persecución de una alternativa al sistema
económico actual o se trataba de una forma de atraer las inversiones de los
Países del Golfo ante el deterioro del euro? La pregunta persiste hoy: ¿podemos
hablar de una banca islámica sumergida en la especulación del sistema
financiero internacional al que se subyuga y donde el dinero no deja de ser
ficticio?
El arte y la cultura: la música se encuentra a la cabeza del tirón cultural que influye
en la gente. Lo que hizo que los artistas y cantantes produjeran “música islámica”
en su intento por presentar una alternativa a la dilatada cultura del pop. De
tal manera que hallamos que muchas escenas y temas no varían mucho de esa
cultura de entretenimiento (independientemente de las palabras islámicas que
incluyen esas canciones). De forma que el arte sigue con su tarea fija en
un ambiente de bancarrota espiritual y esa cultura comercial que caracteriza el
estilo de vida moderna en busca del placer y del entretenimiento. Pero este mismo arte en la cultura islámica debiera estar acorde a la experiencia espiritual, un medio para
manifestar taqwa (conciencia o máxima sensibilidad al actuar) enlazando
los egos con el Ser; y no un medio para satisfacer la demanda de placer o el
puro entretenimiento. Y puede que las palabras cambiadas para reflejar las
enseñanzas islámicas más inmediatas sean una aspiración halâl aceptable,
pero quedan sujetas a una cultura que somete y cuenta con la dominación y
hegemonía derivadas de los distintos estilos musicales (House, Pop, Rap... islámicos) desenlazando en la fama, el
capital y el impulso consumista. Por lo que ¿seguirá considerándose islámica
a pesar de todo ello?
El sello ético del Islam
La
esencia del Islam es su sello ético. Y contamos a este respecto con tres
conceptos que aparecen en los textos islámicos: al-âdâb (la decencia), al-ihsân
(la excelencia) y al-ajlâq (los valores). El tema tiene que ver con la esencia
de la acción y la manera de comportamiento, mucho más importante de lo que se
aparenta con el ritual.
Al·lâh, SWT, dice: “La
piedad verdadera no consiste en volver el rostro hacia el este o hacia el oeste --piadoso, en verdad, es quien cree en Dios, en el Último
Día, en los ángeles, en la revelación y en los profetas; y gasta de lo que tiene --a pesar de su
apego a ello-- en sus parientes, en los huérfanos, los necesitados, los
viajeros,
los mendigos y en
rescatar a otros del sometimiento; es constante en la oración y paga el impuesto de
purificación; y [piadosos en verdad son] los que, cuando prometen, cumplen sus
promesas, y son pacientes en la desgracia, en la adversidad y en los momentos
de peligro: esos son los que han sido fieles a su palabra, y esos son los que
han sido conscientes de Dios”.
(2/177)
Por lo que la piedad
es el îmân (seguridad) en su conjunto y los actos de oración, los valores, la
justicia social y la demostración de la fuerza espiritual interior.
Dice el Profeta,
saaws: “Solo se me ha enviado para completar la excelencia de los valores”. Su
mensaje es una epístola ética que tiene por objeto lograr mejorar las
sociedades en los planos humanitario y de îmân. Y nos enseña el mismo
Profeta que cuando entregamos los sacrificios (en la Fiesta del Sacrificio, por ejemplo), no
Le alcanzaremos con sus carnes ni sangre sino con la conciencia que nos haya
inspirado el acto del sacrificio en sí. Lo que se persigue con la insistencia
en la conciencia (attaqwa) no es la apariencia externa sino ese estado
espiritual en el que podamos rodear nuestros corazones de los principios y valores que se
reflejan en los actos. Solo que hemos perdido este sentido de la decencia (adab)
cambiándolo por un enfoque falto de autenticidad en lo que a valores y
legislación (shar`) concierne.
Frenética islamización
Los tiempos que
vivimos se caracterizan por ser una época hecha acorde al discurso del doctor Ismael Râÿî al-Farûqi (1921-1986) sobre
la islamización del conocimiento general. Su trabajo dio como resultado añadir el
término islámico a muchos de los ámbitos de conocimiento y las ciencias
sociales, apareciendo ramas
como: “las ciencias sociales islámicas”, “la medicina islámica”, “la política islámica”, “la economía islámica”, o la
“administración islámica”. Existen serias dudas sobre los resultados positivos
que se puedan obtener de esta aspiración ideológica, como demuestran sin
lugar a dudas, numerosos estudios al respecto y de los que nos podemos
beneficiar. Aún así, podemos decir que este discurso islamizante ha conseguido llamar la atención del público
aunque fracase a la hora de activar ese mismo discurso junto con sus
cualidades éticas. No precisamos “islamizar” los distintos ámbitos de la vida.
Tendremos que apadrinar la misión de “infundir valores” sobre el terreno de
acuerdo con los principios islámicos, recuperando la complejidad de cuanto nos
acontece. Y si el Islam es sinónimo de valores, la disputa aquí tendrá que ver
con la nomenclatura, únicamente.
Y no cabe duda de
que existan varias excepciones a esta apreciación. Ya que es fácil dar
argumentos que enfaticen la pertinencia de disciplinas como la filosofía
islámica, el arte islámico, la espiritualidad islámica o el sufismo y sus valores
cuando cuentan con un marco de trabajo específico que justifique este
calificativo. Pues hay elementos distintivos en el arte, la filosofía o el
sufismo y los valores que hace que esa caracterización cuente con un objetivo y
significado. Y cabe señalar que el intento del académico y filósofo marroquí
Taha Abderrahman evidencia un esfuerzo apasionante y original ya que intenta llevar a cabo una
reformulación teórica de los valores islámicos, posicionándolos en un marco
islámico sufí designado como “espiritualidad”. Pero este inteligente sistema
para la “fundamentación” del discurso ha de mutar de apelativo para coincidir
con nuestra época contemporánea empleando la palabra “comunicación”.
Lo que sigue siendo una tarea pendiente con la que tendrían que ponerse los más
ilustres discursistas islámicos contemporáneos.
Entonces, ¿cuál es
la distinción islámica de un pensamiento o una acción determinada? ¿Se limita
esta a la legitimidad de los temas desde los textos islámicos o habría de tomar
en consideración una perspectiva más ética? Las personas se dividen en dos
grupos a este respecto, uno que tiene por objeto islamizarlo todo y otro que
sufre del complejo de inferioridad a la hora de utilizar ese adjetivo, al
considerar que el dîn (orden de valores) tendría que limitar su acción
en la vida pública.
El adjetivo
islámico conlleva connotaciones tanto éticas como legales. Pues cuando la ley (sharî`a)
permite algo, esa cosa se considera halâl (lícita) y por tanto
permisible. Y cuando los principios éticos del Islam reconocen eso mismo,
entonces es islámico y puede describirse con ese adjetivo. Por lo que la legislación
y los valores son dos caras de una misma moneda, y cada una ha de confiar en la
otra como si fueran una sola cosa. Antiguamente, no había una distinción entre
los dos conceptos, y por eso encontramos que Abû Hanîfa describe al-fiqh
como: “el conocimiento de los derechos y deberes de la persona.” O cuando Abû Hâmid al-Gazâli lo describe como "la profundización en el entendimiento de los propósitos de la sharî`a."
Además, esta
comprensión del término “islámico” requeriría considerar el Islam como el resto
de las religiones unicistas, ya que tiene el objetivo de la entrega del ego a su
Sustentador y la consiguiente adhesión a Él, SWT, sin dejar de lado lo que le
corresponde a ese ego de este mundo en el que no experimentamos la trascendencia
ni nuestra tarea en el mismo. Y en ocasiones se llega al detalle de estos temas,
como sucede con asuntos tales como el matrimonio, el divorcio, la herencia y
las transacciones económicas. A la vez que se resume el discurso en el resto de
los temas intentando recurrir a reglas y principios generales, dejando de
concretar. Un ejemplo de esto es la política o la administración. ¿Cuál podría
ser la supuesta característica islámica que conllevan? ¿Y qué dicen los textos
islámicos a este respecto para que se esté plasmando en ellas ese precinto “islámico”? Pues no se hace referencia alguna a ellos y aún así se añade ese
adjetivo a la política bien encaminada y a la administración juiciosa, por el
mero hecho de legitimarlas.
Pues se nos olvida
que cualquier pensamiento o acción que no sea contrario a los principios
islámicos, a la legalidad o a los valores puede considerarse islámico aun sin
haberse originado desde el Islam, a través del principio de integración o shumûliyya.
En este sentido, no cabe duda de que los esfuerzos de muchísimos ciudadanos
sinceros a lo largo y ancho del mundo por detener el calentamiento global son islámicos
ya que personifican valores medioambientales coránicos.
El doctor Tariq
Ramadan considera que es necesario que distingamos entre la reforma modal o
adaptativa y la reforma de transformación. Siendo un tema de vital
importancia a la hora de cerrar la brecha actual entre fiqh y
ética. Si lo que perseguimos es naturalizar nuestra presencia mediante la
adaptación al entrono en el que nos encontramos, solo necesitaremos el fiqh.
Pero si lo que buscamos es retarlo, cambiar y dar forma a este según las
necesidades de nuestro tiempo, entonces necesitaremos la estructura ética desde
la cual forjar la transformación de nuestras sociedades. En este caso, el Islam
se convierte en una parte activa dejando de lado el papel de observador pasivo.
En el Islam la
estructura ética deriva de El Corán y la Sunna , pero debe estar en consonancia con
las costumbres sociales, la decencia, los buenos modales y el bagaje
intelectual de personas enormes que nos han dado parte de sí. El planteamiento ético
del Islam se arraiga en la historia a lo largo de un milenio y medio. Un tiempo
que contiene un sinfín de experimentos y experiencias históricas. Y deseamos de
todo corazón que haya iniciativas e instituciones que acepten este reto reformulando el discurso según los propósitos presentes
para recuperar ese aliento ético del
Islam en pleno siglo XXI.
حلال
لكنه غير إسلامي
استعادة جوهر الأخلاق الإسلامية - See more at:
http://www.cilecenter.org/areas-of-research-ar/methodology-ar/essays-ar/essays-details-ar?articleID=92&theme=methodology-ar&topic=#sthash.ahknWfR9.dpuf
Muy buena reflexión, toda situación abordada desde el punto de vista de la lógica, ayuda al entendimiento y la verdadera comprensión de la Vida, mueve la Conciencia, amplia el conocimiento y fortalece al ser humano.
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