domingo, 13 de marzo de 2011

Hacia una reforma de la educación: Contenido y alcance

Antes de empezar con la presentación de propuestas educativas concretas y realistas, debemos preguntarnos sobre cómo podemos descubrir el alcance y contenido básico de esta “educación islámica,” a la que nos seguimos refiriendo sin explicar exactamente lo que quiere decir. Si el verdadero objetivo es dejar de importar métodos pedagógicos y planes de estudio de los países de origen, para pensar en un proyecto adaptado a las realidades de nuestras sociedades; aún tenemos que conocer los objetivos de esta educación.

El corazón del mensaje islámico descansa sobre la afirmación de la fe en Dios y la difusión de la espiritualidad, que se entienden como conceptos necesarios. Poder tener una práctica sana presupone que se tiene cierto conocimiento básico del Corán, de la tradición Profética y de los fundamentos del ritual, la ley y la jurisprudencia. La universalidad y el “carácter global” de este mensaje también requieren de un conocimiento del contexto en el que los individuos actúan, para vivir de forma consistente tanto con las exigencias de la ética, como con las de su religión. Este conocimiento del medio debe acompañarse del ejercicio constante de un espíritu crítico capaz de entender, seleccionar, reformar, y finalmente innovar para establecer una conexión fidedigna entre los principios fundamentales del Islam y las contingencias de la sociedad en la que los musulmanes viven.

Si consideramos todas estas áreas e intentamos extrapolar las que conciernen a la “educación islámica,” deberemos decir que su primer objetivo tiene que ser la educación del corazón, que vincula la conciencia con Dios y que debería despertarnos hacia una conciencia de nuestras responsabilidades para con nosotros mismos, nuestros cuerpos, nuestra familia, nuestras comunidades, y la familia humana en general.

El segundo objetivo es la educación de la mente, que debería ser capaz de entender tanto el mensaje de las fuentes escriturarias, como el conocimiento del entorno y de los seres humanos que viven en él, para permitirle a la razón encontrar el camino de la fidelidad en su vida diaria.

El tercer objetivo aúna la educación del corazón con la de la mente para hacernos posible la iniciación en el crecimiento personal, y como consecuencia, hacernos autónomos en nuestras vidas, nuestras elecciones, y a un nivel más general, en la gestión de nuestra libertad. La educación espiritual debería llevar al individuo a una conciencia consciente de “la necesidad original de Él,” necesidad que se asienta en las profundidades de su ser. Y al mismo tiempo, debe inculcarles a esos mismos seres la necesidad de ser completamente independientes de la gente. La fe en Dios no puede justificar ningún tipo de alienación: es al contrario, reivindica una libertad inalienable y una búsqueda de la completa libertad tanto del corazón como del espíritu.

Esta reflexión sobre las exigencias del mensaje del Islam, posibilita establecer los tres objetivos fundamentales que esta educación debe tener, tal y como la entendemos. Pero tenemos que ir más allá y establecer el contenido de ésta. Si establecemos dentro de esta educación el aprendizaje del Corán, la tradición, la ley y la jurisprudencia conforme al modelo que las mezquitas, y las organizaciones afines a éstas han propuesto hasta el momento; no podemos dejar de completarlo con un conocimiento profundo del entorno, adaptado a los diferentes grupos de edad: dominio del idioma, conocimiento de la historia del país, de las instituciones, estudio de la cultura, de las dinámicas sociales, del panorama político, y un largo etcétera. Es imposible prosperar de forma independiente sin tener los medios espirituales e intelectuales para saber quién es uno, dónde vive, y cómo proyectar su camino hacia la fidelidad. La universalidad del mensaje del Islam no se cumple con una mezcolanza intelectual en la que se supone que los alumnos adquieren las herramientas que necesitan para encarar las dificultades y saber, por ellos mismos, cómo utilizar esos medios. Educar es habilitar los medios que les harán posible a los individuos crecer hacia una independencia al adquirir las capacidades individuales para buscar soluciones a los problemas tanto individuales como colectivos. Esto es lo que debería ser central para los programas que proponemos como musulmanes occidentales. El estudio del entorno y de la gente es una parte esencial del proceso de enseñanza, y es la única manera de evitar esa supuesta educación islámica que está totalmente desconectada de la realidad y en total contradicción con los principios que dice defender. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que este conocimiento y el de la psicología colectiva, presionará inevitablemente a los profesores hacia la revisión de la metodología de enseñanza del Corán, la Sunna y del Islam en general. De estar las cosas en la misma situación que lo están en los países de origen de los estudiantes, los métodos de enseñanza y la presentación de los temas tendrían en cuenta, como es natural, el medio en el que esa educación se daba. Aquí no estamos hablando de enseñar un “nuevo Islam,” es cuestión de conocer los objetivos y fuentes y leerlos con una mirada nueva, para serles leales tanto en occidente y como en oriente.

 

No obstante, está claro que los contenidos y el alcance de lo que llamamos “educación islámica” son extensos, exigentes y operan a varios niveles. ¿Cómo debemos proceder? ¿Tenemos siquiera los medios para lograr estos objetivos? ¿Está el entrono dispuesto a aceptar este proyecto, o debemos rediseñarlo todo y pensar en un sistema escolar paralelo? Hay gente que ha optado por esta última solución, creando escuelas islámicas privadas; otros están intentando trabajar desde el interior del sistema escolar público. Estudiaremos estas alternativas.





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