sábado, 19 de marzo de 2011

Hacia una reforma de la educación: ¿Cuáles son las alternativas?

Los objetivos y el contenido de un programa de educación en occidente se hacen particularmente exigentes cuando intentamos ponerlos en práctica respetando la universalidad y la integridad del mensaje del Islam. Pues éste no trata sólo, como hemos dicho antes, del traspaso de conocimiento de las fuentes escriturarias, conocimiento que iluminaría los corazones con la fe y constituiría una mente con acceso al conocimiento del yo, de la humanidad, y de la creación; sino que también tiene que ver con la provisión de un conocimiento intenso y riguroso de los entornos culturales y sociales, de la historia y de los seres humanos, y más ampliamente, de las disciplinas generales y las ciencias que proveerían a los musulmanes con los medios que necesitan para vivir en este entorno, sintiéndose en casa. Éstos son los requisitos necesarios para que haya armonía entre la fe, la moral, la razón y la vida en el mundo. La pregunta más relevante que nos tenemos que hacer llegado este momento, es si los musulmanes cuentan con los medios que les permiten desarrollar tal programa. ¿Tienen los recursos económicos y son lo suficientemente competentes en el desarrollo de una aproximación contextualizada a las fuentes islámicas, sin dejar de lado un entendimiento profundo de las sociedades occidentales?; ¿cuentan con los desarrollos científicos necesarios para ofrecer un plan educativo completamente autónomo y alternativo, desde dentro de las sociedades occidentales y para el mundo occidental? Aparte de la pregunta que surge al decidir si un sistema paralelo totalmente separado es, en sí mismo, deseable (y creemos que no lo es), es importante calcular si los musulmanes, como algunas personas esperan, tienen los medios para lograr estas ambiciones, basándose en sus propios recursos intelectuales y humanos.

Desde nuestro punto de vista, la aproximación más realista, y la más coherente en estas circunstancias, sería trabajar en una doble iniciativa: por un lado, construir un marco de aproximación a la educación complementario y no paralelo; y por otro, concentrarse en establecer conexiones tan activas y positivas como sea posible, entre la educación que se ofrece en occidente y el conjunto de la filosofía del mensaje del Islam.

La mayoría de los niños musulmanes van a escuelas públicas, que prestan una educación bastante completa y, en ocasiones, bien pensada en la mayoría de las zonas (aunque algunas ciudades sufran una clara discriminación a nivel educativo.) ¿Por qué debemos reinventar algo con lo que el sistema público ya nos ha proporcionado? ¿Por qué debemos invertir tantas energías y dinero en establecer, en la mayoría de los casos, los mismos programas con los mismos resultados y que llevan a los mismos exámenes? (la diferencia en las escuelas islámicas radica, esencialmente, en la estructura, el ritmo y en las pocas asignaturas de religión adicionales que incorporan.) ¿No sería más inteligente pensar en una aproximación que proponga una “complementariedad” entre lo que la sociedad les presta a todos los niños y lo que los musulmanes quieran transmitir por su cuenta? La primera ventaja de este plan es que reduciría la inversión económica y sería más efectivo al destacar lo que requiere esta educación en términos de recursos humanos; esto le haría posible llegar a un número más significativo de jóvenes. La segunda ventaja, y en realidad la más importante, es que permitiría a los niños vivir, teniendo a otros a su alrededor, en medio de las realidades cotidianas de sus sociedades: el entorno, los amigos, y los desafíos morales a los que se encararían y con los que construirían sus vidas y su futuro. Si esta educación consigue mantener la interacción con su contexto situacional, conseguirá más solidez y también será más impredecible. Finalmente, este tipo de educación complementaria nos obligaría a estudiar en profundidad la sociedad en que vivimos, aunque sólo sea para descubrir a lo que ésta ha llegado y el cómo. Ésta no es su ventaja más insignificante porque: ¿Cuántos padres y líderes de organizaciones están totalmente desinteresados por los temas que se enseñan en la escuela, como si no tuvieran una importancia real y no fueran asunto de los musulmanes?

Una aproximación contemporánea requiere la posición exactamente opuesta e nos incita a involucrarnos en la vida de las escuelas públicas de maneras diversas. La primera es con el estudio de los variados programas para averiguar lo que contienen y cuáles son los niveles de conocimiento que se exigen en las diferentes etapas. Esta información será esencial cuando intentemos establecer una educación complementaria (ya sea religiosa, moral o incluso cívica) que, obviamente, deberá estar adaptada a los niveles de entendimiento que se establecen de forma natural con las pautas de las escuelas. Otro aspecto crucial es animar a los padres a estar interesados en la escuela y en todas las facetas de la vida escolar. Facetas como pueden ser establecer el contacto con los profesores, ser miembros de los consejos escolares, y participar en las actividades que se lleven a cabo en la escuela; pues son todas oportunidades para entender, entablar diálogo, y jugar un rol real en la educación de los hijos. Es imperativo que todo proyecto educacional en occidente se esfuerce por involucrar a los padres y madres de una manera u otra: las asociaciones islámicas que trabajan por establecer una educación complementaria para los niños, deben sugerir (y requerir a veces como condición para aceptar la matrícula de los niños), la asistencia de los padres a las reuniones regulares, a las actividades, y a cada reunión que tenga como objetivos la discusión y el diálogo. Podríamos incluso contemplar que se estableciera una “escuela para los padres,” como las que existen hoy en día en algunos pueblos, con cursos que proporcionan información básica pero también para familiarizar a las madres y padres en el área de la educación.

Desde otro punto de vista, interesarse por la escuela pública conlleva participar y ser parte de las polémicas y debates que son objeto de discusión en la sociedad. La mayoría de los sistemas educativos del mundo sufren crisis, y las autoridades llevan a cabo reformas estructurales e intentan ajustar los programas según la evolución de sus sociedades. Estas cuestiones conciernen a todos los ciudadanos y no son prerrogativas sólo de políticos y profesores. ¿Qué condición para el asentamiento dice que los musulmanes europeos y americanos no pueden contribuir en estas discusiones y que simplemente deben seguir lo ya estipulado? Es de vital importancia involucrarse en la escuela de la ciudad, la razón por la que se está desprestigiando a los profesores, en los exámenes, en los métodos de selección, y en los horarios y contenido de los programas. En el último punto, en lo que tiene que ver con los programas por ejemplo, los ciudadanos de origen inmigrante y/o musulmán deben hacer sus sugerencias. Cuando revisamos la historia (y a veces la geografía), encontramos que necesita revisiones serias porque incluyen representaciones del mundo que están abiertas al debate. Hablamos concretamente de la historia del colonialismo, la experiencia de exilio de los padres, la nueva y plural naturaleza de las sociedades occidentales, y algunas de las informaciones que se ofrecen sobre otras civilizaciones tal y como se presentan en la mayoría de los programas educativos occidentales. Estar interesado en el colegio del hijo es estar preocupado por el hijo mismo. En esta conexión, es constructiva la experiencia de Shabbir Mansuri, fundador del Consejo de Educación Islámica en California: un día se dio cuenta de lo que se le decía a su hija sobre la religión y decidió dedicarse en cuerpo y alma a un estudio crítico de los programas de historia y geografía y a sugerir planes de estudio alternativos. Su tesis, que no se ocupaba sólo de la enseñanza del Islam y de su civilización, es que es necesario un “cambio de paradigma” en el estudio de estas dos asignaturas y que hay que revisar el enfoque etnocéntrico que se hace de ellas. Se concentró en esta tarea, apoyándose en el trabajo de un equipo de especialistas sólido, que llegó a estudios muy interesantes sobre la presentación de la historia mundial, particularmente en lo que concierne a la historia china, a la islámica y a la historia de la civilización africana. Hoy en día y gracias a la seriedad de su trabajo, los organismos académicos oficiales consultan a su organización, y los editores de los libros de texto se los mandan antes de su publicación, y lo hacen tanto en su estado como a lo largo del país. Este interés en el sistema escolar público y la participación que deriva de ello de forma consecuente, es un requisito necesario a la hora de pensar en una educación complementaria, y el punto de partida deberían ser las realidades que los jóvenes viven.
Debemos revisar y reformar todo este enfoque a la educación islámica que se desarrolla junto a la escuela. Primero, estaría bien tomarse un tiempo en escuchar a los jóvenes y analizar, como sea posible, sus expectativas, sus necesidades, y sus dificultades. Al tener en cuenta tanto esta información, como los objetivos que queremos alcanzar en lo que respecta a la educación islámica, y la necesidad de una vida equilibrada (en los ámbitos intelectuales, sociales, atléticos); se hace posible crear la imagen de un enfoque complementario coherente. Las organizaciones islámicas que se impliquen en este trabajo deberían caracterizarse de fuerza, de competencia, y de seriedad, porque este es un trabajo de los corazones y de las mentes, y el caleidoscopio de contribuciones y experimentos salvajes no ha sido consecuente, como hemos visto demasiado a menudo, y es completamente inaceptable. La propuesta de crear una “escuela después de la escuela” necesita pensarse de manera seria a varios niveles, porque es un desarrollo que debería adaptarse al entorno. Teniendo en cuenta la edad de los niños, los programas escolares, y los patrones de vida (tras haberles escuchado); debería ser posible pensar en un programa de educación religiosa contextualizado. Aparte del entrenamiento tradicional que se ejecuta al enseñar la recitación del Corán; el estudio de sus pasajes y los cometarios que de ellos se hagan deben estar relacionados con la realidad, igual que con la presentación de la vida y la tradición del Profeta. Debemos darles vida a las fuentes (teniendo siempre en cuenta a los jóvenes y a los adolescentes) y lo debemos hacer dando prioridad a su dinámica y a sus aspectos prácticos, que deberían estar por la encima de la sola acumulación de información seca y teórica. La enseñanza de la moral resulta más profunda cuando se compone de ejercicios basados en situaciones de la vida real. Por lo que no se trata sólo de proponer programas de estudio exhaustivamente intelectuales, sino de complementarlos con actividades sociales, culturales y deportivas. Es imperativo integrar la educación islámica en las dimensiones de la vida real: en el centro de nuestros pueblos y ciudades, en relación con las mujeres, con los hombres y con la naturaleza, ya que son lo que constituye nuestro entorno. De este modo, se puede inculcar una verdadera “pedagogía de la solidaridad” al organizar actividades para apoyar a los enfermos, los mayores, los discapacitados, y, para que la gente joven que haya alcanzado cierta edad, trabajen con presos y adictos a las drogas. Las visitas a las instituciones políticas y sociales ayudarían en la construcción de una conciencia civil e involucrarían a los jóvenes en la vida de su ciudad. Y, finalmente, sugerir varias actividades culturales que estén en línea con el universo de referencia occidental y conectados con la vida de la gente que participa en esas actividades. Esto les demostraría a nuestros conciudadanos, que ser musulmanes no supone tener una cultura oriental y extranjera, sino que consiste en ser de aquí y aprender a distinguir entre lo que es consistente con nuestros valores y lo que no lo es.

Las escuelas públicas enseñan las asignaturas básicas; les corresponde a los musulmanes encontrar maneras complementarias, alternativas y originales para proporcionar los conocimientos que consideran esenciales para cumplir con los requisitos del mensaje del que se consideran seguidores. En la convicción de que este mensaje es universal, deben encontrar los medios para serle fiel en occidente. Está claro que no funciona el hecho de crear una serie de “cursos” tradicionales donde los jóvenes se sientan y aprendan en teoría los principios ideológicos de su religión. Las sesiones de dos horas por ejemplo, que se ofrecen por las tardes dos veces a la semana, con el medio día del fin de semana, deberían ser suficientes, junto con el resto de clases del curso, para proveer de una educación islámica apropiada con esa serie de actividades innovadoras que sugerimos antes. Los niños pueden y deben involucrarse en estas actividades; primero, porque al haber nacido y seguir viviendo en el mismo contexto, saben mejor que nadie lo que necesitan y cómo les sería posible interactuar con la sociedad. Además, un programa como éste es una excelente experiencia en “la escuela de vida,” una experiencia para los jóvenes mismos, quienes bajo ninguna circunstancia deberían olvidar su obligación de ser solidarios. Si no tienen dinero, tienen conocimientos y tiempo, que deberían compartir como cualquier otra posesión. Este es exactamente el significado del la frase del Corán que define a los creyentes: "(aquellos) que dan de los regalos con los que (Dios) les ha bendecido."

Las organizaciones islámicas que se interesan por la educación en occidente y que querían tomar la ruta de una acción complementaria, deben por tanto decidir quiénes son sus compañeros y cuáles son sus recursos humanos (escuela, padres, estudiantes); cuáles son sus objetivos específicos para cada edad; y cuál el ámbito de actividades que se pueda cubrir de forma equilibrada (la educación religiosa, comunitaria, cívica, cultural y deportiva); teniendo siempre en cuenta la necesidad de integrar su proyecto de educación con la vida de la ciudad. Lo central aquí es entender la importancia crucial de darle el sentido y el valor que tiene: educar es darle a toda persona el sentido tanto, de sus valores como del valor de lo que hace. Las juventudes musulmanas que viven en la ciudad y a quienes se enseña que deben mantenerse fieles a sus principios y vivir de lleno en sus sociedades; deben sentir que esa sociedad les reconoce, les respeta y que valora su participación. Los actos de solidaridad y el servicio a la comunidad y el comportamiento ético son, en sí mismos, un tipo de expresión pública que les debería, en última instancia, transmitir el reconocimiento del valor que tienen.

En el inicio de esta sección, nos referimos a la necesidad de establecer conexiones que operen entre las distintas educaciones que se ofrecen en occidente y el conjunto de la filosofía del mensaje del Islam. Tenemos que ser veraces, y esto atañe en particular a la educación en la universidad y a las actividades profesionales. Muchos estudiantes no saben cómo encontrar el enlace entre el propósito de su estudio y su pertenencia al Islam: aquí, también, parece que encontramos una división de la personalidad, y vemos a mujeres y hombres musulmanes que están muy satisfechos con su trabajo y desempeño académico pero repentinamente incómodos e incluso inconsistentes cuando se trata de su contexto islámico y el enlace entre estas dos áreas de su vida. Podríamos decir lo mismo de muchos profesionales, cuyas aptitudes y competencias en un terreno particular (medicina, ingeniería, ciencias políticas, todo tipo de trabajo manual y técnico) les parecen totalmente desconectadas de las enseñanzas islámicas y de su moralidad, hecho por el que las rechazan. Esto resulta en un doble empobrecimiento: por un lado, las comunidades islámicas no se pueden beneficiar de las habilidades excepcionales de estos estudiantes y profesionales, y por otro, estos últimos, aunque se encuentren en medio de una sociedad que se debería beneficiar de sus recursos religiosos y éticos, no tienen nada original que ofrecer por la forma en que utilizan sus conocimientos y talento. Lo que necesitamos aquí es infundir una agitación de las mentes, una forma de participar en el estudio, manteniendo en mente las tres preguntas principales de las que ya hemos hablado: ¿Cuál es mi intención? ¿Cuáles son los límites que me impone mi tradición en lo que atañe a la utilización del conocimiento? ¿Cuáles son los resultados de esta última y de mi profesión? Esta concienciación está formada tanto por la humildad (“la necesidad de Él” en todo), como por el precepto fundamental del Islam: el servicio de los demás seres humanos. El Profeta dijo: “el mejor de entre vosotros es aquél que es el mejor para la gente.” (Transmitido por Bayhaqi) No dijo sólo “para los musulmanes” sino que habló de todas las personas, de la humanidad. Encontramos aquí la base de la enseñanza universal del Islam que tiene que ver con la adquisición y el uso del conocimiento y que propugna el establecimiento de una armonía virtuosa entre el conocimiento, la competencia y la ofrenda. Serles fiel a los principios y servir a la comunidad y a la sociedad cualesquiera que sean las asignaturas de estudio y la profesión que se sigue. Esto exige querer alcanzar los más altos niveles de competencia y maestría en el campo de cada cual, un sentido fino de los límites éticos a la hora de utilizarlos, y una conciencia constante de que se utilizan en beneficio de la sociedad. En este sentido, la presencia musulmana en occidente puede llegar a la normalización sin rozar lo trivialno por adherirse de forma voluntaria a la Alteridad o por la justificación de la diferencia, sino ofreciendo principios morales y solidarios emparejados con la competencia confiada en el campo de uno. Se valora a las personas porque tengan contribuciones visibles, y no por ser diferentes.


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