A nadie le pueden pasar inadvertidas las repetidas referencias y noticias sobre los nuevos pasos que están intentando dar las mujeres en Arabia Saudí. Siempre se resalta la posición de la mujer en ese país y en los fronterizos: mujeres bajo un régimen patriarcal y machista, que no pueden conducir ni votar, que son vejadas porque su rol se ha reducido a aquél que desarrollan en casa… pero me asalta una pregunta: ¿por qué este tipo de maltratos no influyen en el trato que desarrollan nuestros gobiernos con esta petromonarquía? Deberemos considerar la evolución de los acontecimientos antes de pasar al análisis que explica esta permisividad en concreto.
En nuestros días existe una percepción tan política del Islam que la aproximación a sus temas no se hace nunca desde su teología y/o ciencias, sino que está centrada en los clichés que recibimos sobre las agresiones de las mujeres, su lapidación y demás. Por distintas razones, y de forma muchas veces sesgada, el lugar de las mujeres en el Islam suscita gran indignación. Obviando que se trata de una situación que padece, en distintas variantes, la mujer universal y que no encuentra ningún tipo de justificación en los textos islámicos. Pues en la propia Francia sólo el diez por ciento de los elegidos para la Asamblea Nacional son mujeres. Nuestros conciudadanos se escandalizan al ver a mujeres con velo, olvidando aquél que consiste en conservar una talla 90-60-90, pues es una medida más de subyugación que la autoridad masculina le ha impuesto a la mujer y contra la que nos tenemos que revelar. Pero no nos daremos por satisfechos con estas comparaciones y tendremos que responder a la pregunta: ¿es que el Islam puede afirmarse «poniendo en peligro a las mujeres»? por supuesto que existen lecturas del Corán y de la Sunna que hacen posible una evolución del estatus de la mujer. Lecturas según las cuales, Muhammad Abduh, por ejemplo, planteó, entre otras muchas medidas, la educación de las niñas como una prioridad.
En nuestros días existe una percepción tan política del Islam que la aproximación a sus temas no se hace nunca desde su teología y/o ciencias, sino que está centrada en los clichés que recibimos sobre las agresiones de las mujeres, su lapidación y demás. Por distintas razones, y de forma muchas veces sesgada, el lugar de las mujeres en el Islam suscita gran indignación. Obviando que se trata de una situación que padece, en distintas variantes, la mujer universal y que no encuentra ningún tipo de justificación en los textos islámicos. Pues en la propia Francia sólo el diez por ciento de los elegidos para la Asamblea Nacional son mujeres. Nuestros conciudadanos se escandalizan al ver a mujeres con velo, olvidando aquél que consiste en conservar una talla 90-60-90, pues es una medida más de subyugación que la autoridad masculina le ha impuesto a la mujer y contra la que nos tenemos que revelar. Pero no nos daremos por satisfechos con estas comparaciones y tendremos que responder a la pregunta: ¿es que el Islam puede afirmarse «poniendo en peligro a las mujeres»? por supuesto que existen lecturas del Corán y de la Sunna que hacen posible una evolución del estatus de la mujer. Lecturas según las cuales, Muhammad Abduh, por ejemplo, planteó, entre otras muchas medidas, la educación de las niñas como una prioridad.
Volviendo al tema de la mujer en Arabia Saudí, vamos a presentar los fundamentos de la ideología que Arabia Saudita dice defender y sobre los que sustentan su vejación de la mujer y su falta de derechos.
El Wahabismo como doctrina de pensamiento tuvo su origen en los territorios que constituyen hoy la actual Arabia Saudí, y surgió como reforma para combatir la enajenación en que estaba sumido el mundo musulmán bajo el Imperio Otomano. Para ello, Muhammad Ibn Abd al-Wahhab (1703-1792), y basándose en las ideas desarrolladas por Ibn Taymiyya cuatro siglos antes, intenta volver a formular el patrimonio islámico en torno a su eje fundamental: la expresión de la unicidad de Dios (Tawhîd), de la cual derivan las consecuencias que deberían llevar a los musulmanes a la verdadera liberación. Hace una reflexión que tiene como fundamento la vuelta a la fe purificada de todo tipo de politeísmo que les permitiría a los musulmanes un despertar. De la misma forma, su voluntad de volver al Corán y a la Sunna (mediante una lectura sin exégesis), si bien podría parecer que libera de un antiguo reflejo frío y fundamentalista que expresa el deseo de encerrarse en la letra, manifiesta justamente la actitud contraria: rechazando el taqlid (imitación) y la lectura jurídica tradicional basada en las cuatro escuelas sunníes reconocidas. Pues Ibn Abd al-Wahhâb luchó para que se superen las controversias sobre las glosas y los comentarios a los comentarios, para que no se consagren las decisiones de los alfaquíes (juristas) y para que, finalmente, se realice una nueva lectura de las fuentes reactivando el ejercicio de iÿtihâd (la totalidad del esfuerzo de un jurista).
Ibn Abd al-Wahhâb entiende la afirmación del tawhid como la única salida que permitiría a los musulmanes recuperar la fuerza que tuvieron los primeros fieles (al-salaf); sólo este tawhîd, basado en una lectura nueva y exigente del Corán y de las palabras del profeta, podrá conseguir la liberación del yugo extranjero, de la corrupción y de la decadencia.
Así, cuando firmó una alianza (baya) con Muhammad Ibn Saud, tenía la clara intención de reformar la sociedad musulmana al menos en su corazón, en Arabia, donde se encuentra la Meca y Medina, en un momento en el que en el Imperio Otomano se manifestaban signos de decadencia por todas partes.
Así, cuando firmó una alianza (baya) con Muhammad Ibn Saud, tenía la clara intención de reformar la sociedad musulmana al menos en su corazón, en Arabia, donde se encuentra la Meca y Medina, en un momento en el que en el Imperio Otomano se manifestaban signos de decadencia por todas partes.
Pero la toma de poder por los Saud –apoyados por los británicos– se expresa por medio de un pensamiento literalista y estricto, alejado de la fuente viva de reforma que se esperaba y éste es un hecho no atribuible a su autor sino a sus «representantes» posteriores.
Desde entonces, los Saud hacen y deshacen a su antojo, conservando una lectura patriarcal de los textos que ya habían sido desde siempre masculinos. Exportando sus ideas al extranjero gracias a la impresión de los libros relacionados con la jurisprudencia y el derecho islámicos. Y acometiendo con dádivas tanto a occidentales como a orientales, que pudiendo no esforzarse por una contextualización necesaria, importan ese material rumiado porque les parece más auténtico o islámico.
Y, ¿qué hacen los medios mientras esto se va desarrollando? No podemos obviar que el uso del lenguaje y de determinada terminología nunca es inocente, y menos en un tema del que parece que todo el mundo puede hablar y donde han surgido “nuevos expertos” que atormentan a la población con sus análisis, supuestamente, faltos de subjetividad.
Y, ¿qué hacen los medios mientras esto se va desarrollando? No podemos obviar que el uso del lenguaje y de determinada terminología nunca es inocente, y menos en un tema del que parece que todo el mundo puede hablar y donde han surgido “nuevos expertos” que atormentan a la población con sus análisis, supuestamente, faltos de subjetividad.
Si sumamos a esto la incapacidad de nuestro mundo occidental de entender cualquier otra forma de pensamiento que se distancie de su universo cultural, dejando de reproducir su propia experiencia; tenemos como resultado una negación del otro, que se ve reducido al tradicionalismo y a etapas anteriores en la evolución de la historia humana. Etapas que occidente ya califica de bárbaras.
Es cierto que muchos ulemas no han sabido innovar para que el pensamiento islámico esté contextualizado, se trata de una realidad que Rashid Reda ya reflejó a finales del siglo XIX: «es sobre todo porque los ulemas no han sabido renovar su apologética por lo que muchos musulmanes se han desatendido de su fe». Pero a todos nos debe importar, independientemente de lo que hagan los ulemas, cada mujer que sufre vejación tanto si esto sucede en Arabia como en nuestras sociedades occidentales democratizadas y democratizadoras. Debemos alzar la voz en contra de todo tipo de discriminación sexista que atribuye a las mujeres roles prehistóricos y que las consideran faltas de voz por la masculinización que han sufrido los textos legales.
Por otro lado, sería injusto dejar de mencionar los movimientos feministas universales en general, y musulmanes en particular. Porque están desafiando la lectura tradicional de los textos y descubriendo la naturaleza feminista del propio Corán. Trabajo que está en su infancia pero que gracias a los esfuerzos de no pocas mujeres y hombres de buena voluntad, nos llevará al destino deseado y por el que tantos y tantos están remando. Son movimientos necesarios porque la fidelidad al Corán y a la Sunna no reside en la repetición de sus palabras y en el comentario de las distintas glosas, sino en el entendimiento del sentido dinámico de su contenido.
Es cierto que muchos ulemas no han sabido innovar para que el pensamiento islámico esté contextualizado, se trata de una realidad que Rashid Reda ya reflejó a finales del siglo XIX: «es sobre todo porque los ulemas no han sabido renovar su apologética por lo que muchos musulmanes se han desatendido de su fe». Pero a todos nos debe importar, independientemente de lo que hagan los ulemas, cada mujer que sufre vejación tanto si esto sucede en Arabia como en nuestras sociedades occidentales democratizadas y democratizadoras. Debemos alzar la voz en contra de todo tipo de discriminación sexista que atribuye a las mujeres roles prehistóricos y que las consideran faltas de voz por la masculinización que han sufrido los textos legales.
Por otro lado, sería injusto dejar de mencionar los movimientos feministas universales en general, y musulmanes en particular. Porque están desafiando la lectura tradicional de los textos y descubriendo la naturaleza feminista del propio Corán. Trabajo que está en su infancia pero que gracias a los esfuerzos de no pocas mujeres y hombres de buena voluntad, nos llevará al destino deseado y por el que tantos y tantos están remando. Son movimientos necesarios porque la fidelidad al Corán y a la Sunna no reside en la repetición de sus palabras y en el comentario de las distintas glosas, sino en el entendimiento del sentido dinámico de su contenido.
A occidente le falta consistencia en el trato, no podemos dejar de notar cómo se mueven los hilos de la “democracia” cuando tienen intereses en los recursos naturales y económicos de un estado sin preocuparse mucho por lo que sufren los autóctonos de ese país. El apoyo de las políticas de un país u otro no puede surgir sólo desde el interés que se tenga en lo que ese país nos esté aportando, debe salir desde el deseo utópico de apoyar y defender a las víctimas de tales injusticias, tanto cuando tienen lugar cerca de nuestras fronteras, como en sitios remotos de este, nuestro planeta.
El tema, en palabras de Gema Martín Muñoz, no es el déficit de democracia en los Estados musulmanes, déficit atribuible al Islam, sino la falta de voluntad democratizadora de unas élites gubernamentales que cuentan con importantes apoyos exteriores y que han encontrado en el «miedo al islamismo» la coartada ideológica que les permite ocultar sus comportamientos despóticos y justificar su falta de democracia.
El tema, en palabras de Gema Martín Muñoz, no es el déficit de democracia en los Estados musulmanes, déficit atribuible al Islam, sino la falta de voluntad democratizadora de unas élites gubernamentales que cuentan con importantes apoyos exteriores y que han encontrado en el «miedo al islamismo» la coartada ideológica que les permite ocultar sus comportamientos despóticos y justificar su falta de democracia.
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ResponderEliminararomatherapy