domingo, 19 de diciembre de 2010

Contenido y alcance de las fuentes

Para evitar tanto la actitud de reacción como la de sumisión es necesario volver a las fuentes y estudiar las prescripciones generales, con el fin de identificar el parámetro según el cual podamos medir la coherencia de nuestras posiciones, nuestras interpretaciones o nuestras soluciones. Con esta publicación intentaremos explicar que el margen de maniobra es importante y que el alcance del derecho y de la jurisprudencia islámicos es a la vez concreto y amplio, y que aún basándose en la fuente revelada, necesita un compromiso de la razón humana.

Universalidad y unicidad del mensaje

Para los musulmanes, el Corán, revelado en el transcurso de veintitrés años, entre 610 y 632. En ese sentido el Corán representa un mundo absoluto, ya que está revelado por el Creador de los cielos y de la tierra, del espacio y del tiempo. En el Corán, los creyentes encuentran, más allá de los acontecimientos y de las contingencias de la historia, el mensaje profundo y esencial de at-tawhîd (unicidad de Dios): no hay dioses, hay Al·lâh y los seres humanos deben responder a Su llamada.

Esta es la quintaesencia de los mensajes revelados a todos los mensajeros precedentes: Adán, Noé, Abraham, Moisés, Jesús y el resto de los profetas a lo largo de la historia. El Corán es una llamada, una «amonestación», la última, y está preservada por el mismo Dios: «Somos Nosotros Quienes hemos revelado la amonestación, y somos Nosotros quienes la custodian» (Corán 15/9).

El corazón de la esencia divina, que constituye la base de todas las revelaciones, está presente en el Corán, con todas sus implicaciones para los seres humanos: hay un solo Dios. Es el Creador de todo, venimos de Él, Le pertenecemos y volveremos a Él. Cada uno será juzgado según su îmân, sus intenciones, su conciencia y su comportamiento. Esta vida no es la Vida, sino un tránsito, un tiempo muy breve…; esta vida es una prueba «Es Quien ha creado la muerte y la vida para probaros, para ver quién de vosotros es el que mejor se porta» (Corán 67/2).

Todas las religiones reveladas se basan en la comprensión general del sentido de la vida. Según la enseñanza islámica, Dios, a través de la enseñanza fundamental, ha dado a los diversos pueblos un medio particular para adorarle, adaptado a una cierta época y a un cierto contexto, lo que explica la diversidad y la coexistencia de las creencias queridas por el Creador: «Te hemos revelado la Escritura con la verdad, en confirmación y como custodia de lo que ya había de la Escritura» (Corán 5/48).

Así pues, la diversidad religiosa es querida por Al·lâh y Él ha dado a cada pueblo un mensaje específico. Sin embargo, los mensajes divinos a lo largo de la historia han sido, de una u otra manera, modificados y alterados por los hombres, y cada una de las revelaciones sucesivas ha debido rectificar lo que había sido transformado y falsificado en la precedente.

Para los musulmanes, el Corán confirma lo que ya había sido revelado con anterioridad, y al mismo tiempo corrige y rectifica los errores y las alteraciones que, según el mismo Corán habían sido introducidas en los mensajes precedentes. Como es la última Revelación, el Corán representa la última vía, la última dirección, la última referencia cuyas enseñanzas son válidas en cualquier lugar y para todos los siglos futuros hasta el fin de la historia humana. Las nueve décimas partes del Corán tratan de la espiritualidad en su sentido más amplio: la presencia de Dios, la creación, al-îmân, el culto, la moralidad, el más allá, etc. También hay prescripciones generales concernientes a los temas sociales: en su última Revelación, Al·lâh ha establecido un marco general en el seno del cual los creyentes deben esforzarse por encontrar la ley más adecuada, a la vez fiel al Corán y adaptada a su contexto.

Contenido y alcance

Según algunos ulemas, solamente unos doscientos cincuenta versículos (de un total de seis mil seiscientos treinta y dos) tratan de cuestiones jurídicas, la mayor parte de ellos respondían a problemas planteados a la comunidad en la época de la Revelación. De dichos versículos (es decir sólo un porcentaje del 3,77% aproximadamente),  fuqahâ’ al-usûl (especialistas en los fundamentos del derecho y de la jurisprudencia) extrajeron las prescripciones generales que dirigen la comprensión y el comportamiento tanto de los ulemas como de los creyentes. Lo comprendieron, primero, los compañeros del Profeta y a continuación los juristas (fuqahâ’) para esforzarse por exponer las prescripciones generales que sostenían las respuestas reveladas otorgadas a los musulmanes en el siglo VII de la era cristiana.

Para llevar a cabo esta tarea, se remitían también a la enseñanza del Profeta, SAAWS, a su Sunna. Que contiene todo lo que se reunió sobre el Profeta, sus actos, sus palabras y lo que aprobó clara o tácitamente. La Sunna, segunda fuente de la jurisprudencia islámica, confirma y detalla lo que ya se encuentra en el Corán y, más raramente, añade algunos elementos. Los hadices, cuyo proceso de autentificación se convirtió a lo largo de la historia en una rama de estudios independiente, permiten a los ulemas comprender de manera más completa y profunda las enseñanzas divinas y la vía que los musulmanes deben seguir. Con la primera referencia, que es el Corán, les permiten extraer un marco general de principios que presentan las enseñanzas de la shari’a. De hecho, el marco global y los principios y reglas generales constituyen, según la creencia musulmana, lo que debe ser considerado absoluto e inmutable. Revelados por Dios en su última revelación a través de Su último mensajero, son válidos en cualquier tiempo y lugar. Eso responde a la creencia islámica según la cual los musulmanes deben “permanecer fieles a la Vía revelada” (a-sharî’a) y es uno de los principios de las enseñanzas más importantes de at-tawhîd (unicidad de Dios).

Sin embargo, la fidelidad a tales principios absolutos necesita un trabajo importante y permanente por parte de los ulemas, de los que se espera que formulen reglas específicas y concretas adaptadas al contexto histórico y geográfico. Tal es exactamente la función de al-iÿtihâh (la totalidad del esfuerzo efectuado por un jurista), abordado en otra publicación, aquí basta con mencionar que se espera de los fuqaha’ de la comunidad musulmana, porque tienen que proporcionar a sus correligionarios las respuestas adecuadas y adaptadas a su entorno, que se esfuercen en conseguir juicios individuales o colectivos que permitan preservar el vínculo fundamental que une lo absoluto de las fuentes con la relatividad de la historia y la geografía (épocas, circunstancias, culturas, etc.).

 
Deben plantearse un doble trabajo: una interpretación profunda y concreta del Corán y de la Sunna, y un análisis adecuado de la situación social, política y económica a la que se enfrentan. Deben determinar al-fiqh que es el producto de una actividad humana racional sobre la base de las prescripciones inmutables de la sharî’a, pero son respuestas, adaptaciones y formulaciones que a su vez están en constante evolución.
De hecho, cuando el profeta llegó a Medina se encontró con que los nativos injertaban sus palmeras. Les dijo: “quizás fuera mejor no hacerlo”. Los ansar (habitantes musulmanes de Medina) abandonaron su práctica menguando la cosecha de dátiles, así que fueron a preguntar al profeta, quien les respondió: “no soy más que un ser humano. Cuando os digo que hagáis cualquier cosa que tenga que ver con la religión hacedla; pero cuando os digo algo según mi opinión personal, recordad que soy un ser humano. Vosotros conocéis mejor los asuntos de este mundo.”

Las dos observaciones precedentes nos permiten aportar cierta luz sobre al menos dos confusiones o errores de comprensión en cuanto a la shari’a, su contenido y su alcance.

En primer lugar, la shari’a no se limita al Código penal, que es un elemento muy concreto para tener en cuenta a la luz de una metodología general y una filosofía global de la vida. Considerarlo un elemento fuera del contexto que le confiere su sentido es, no sólo injusto, sino metodológicamente erróneo. Las enseñanzas del Corán y de la Sunna dan forma a un modo de vida completo, lo que en realidad es la shari’a que se nos ha ordenado seguir: desde el cumplimiento de las oraciones cotidianas hasta la defensa de la justicia social, del estudio a la sonrisa ofrecida a un ser humano, del respeto a la naturaleza a la protección otorgada a un animal.

En segundo lugar, la confusión muy extendida según la cual shari’a y fiqh aparecen como la misma y única cosa, cuando de hecho existe una distinción esencial entre ambos. El fiqh representa el producto del pensamiento y la elaboración humanos, más concretamente, es el estado de la reflexión jurídica al que han llegado los sabios musulmanes en un cierto momento y en determinado contexto a la luz de su estudio de la shari’a. Así que, si la shari’a constituye la Vía revelada e inmutable, es completamente distinta del fiqh, que, para ser fiel a su función, debe ser dinámico y estar en constante elaboración, ya que la evolución es la característica de nuestro mundo.

Ser fiel al mensaje del Corán no significa en absoluto limitarse a una lectura literal, restrictiva y perezosa de las dos principales fuentes y de los comentarios que fueron hechos por los grandes ulemas de antaño; al contrario, significa ejercer la inteligencia para aportar soluciones que, al estar adaptadas a la realidad social y política, expresen nuestra intención individual y colectiva de ser musulmanes, de permanecer fieles.

Al conocer la función de las fuentes islámicas y comprender el alcance de la shari’a, se pueden asimilar más fácilmente las diferentes esferas y estratificaciones del pensamiento islámico. Dios sólo decide la Vía, la dirección y los fines y, en el interior de las prescripciones generales y globales que les ha revelado, los musulmanes deben desarrollar su propio conocimiento y comprensión, tanto de las fuentes como de la realidad social para ser capaces de aplicar las enseñanzas de forma fiel. Dios ha decidido la manera de adorarle, el modo de rezar y también lo que es lícito y lo que no lo es: los seres humanos no pueden modificar eso, pero a la vez, no pueden apoyarse únicamente en las prescripciones generales de la shari’a para resolver sus problemas en un mundo que resulta cada día más complejo. Debemos, por ejemplo, en estos tiempos de crisis financiera, estudiar, comprender y tomar en consideración los diez únicos versículos que tratan de economía en el Corán –y debemos encontrar el medio de respetar las enseñanzas-, pero será imposible proponer una economía alternativa, un sistema específico apropiado para nuestra situación contemporánea sin emplear todos nuestros esfuerzos y toda nuestra cualificación –intelectual y financiera- para poner por delante las prioridades, las etapas y las perspectivas que pueden hacernos esperar un porvenir liberado de la dominación del capitalismo y del injusto y despiadado sistema financiero, que padece, desafortunadamente, mucha gente en estos momentos.

Los compañeros del profeta, SAAWS, no dudaban en hacer frente a la necesidad formulando prescripciones y reglas cuando no encontraban respuesta adecuada en las fuentes. Unidos a Dios, sabían que vivían en un mundo en constante evolución. Sabían que ser un auténtico creyente no significa desatender nuestra mente, que buscar la proximidad de Dios en nuestro corazón no significa olvidar la elaboración intelectual; y eso, junto con sus cualidades individuales, quizás sea el don más grande que nos legaron. En otras palabras, a través de ellos aprendemos que una fe intensa no equivale a un déficit de inteligencia. Inmersos en la historia, necesitamos a la vez del corazón y de la mente, de la fe y del intelecto para trazar nuestra vía y para formular reglas y límites de acuerdo con la orientación que Dios le ha marcado a la humanidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario