La espiritualidad
En esta segunda parte de los retos comunes que tenemos que asumir para la convivencia en una sociedad occidental, trataremos el tema de la espiritualidad.
En esta segunda parte de los retos comunes que tenemos que asumir para la convivencia en una sociedad occidental, trataremos el tema de la espiritualidad.
Según las enseñanzas del Islam, vivir la relación con Dios en el crisol de la energía y del aliento de la evocación y de la proximidad, es la finalidad de toda vida humana. El Islam es, ante todo, una fe en un solo Dios a quien el creyente está vinculado a través de una vida espiritual permanente. Su vida debería ser, idealmente, una total manifestación de la fe. Así pues, cualesquiera que sean el entrono, el testimonio y la vida del corazón; la espiritualidad debe ser protegida y respetada porque para un musulmán, la vida espiritual es la esencia misma de la existencia en la tierra. La protección de la fe y del modo de vida están naturalmente unidos a su expresión (ad-din), que conforma la libertad de conciencia.
La espiritualidad es la luz a la que las normas morales sirven de jalones y marcas. Todas las religiones y todas las espiritualidades del mundo desean proteger la energía íntima que permite el equilibrio, la armonía, la humanidad de los hombres y su dignidad. Ni siquiera los agnósticos se abstienen de hablar de su deseo de vivir y de dar sentido a una espiritualidad, un aliento de vida, a la conciencia de un sentido que hay que preservar. Todos hablamos: y todos nos damos cuenta de la dificultad casi insuperable de vivir una espiritualidad coherente con el modo de vida en que estamos sumergidos. ¿Cómo vivir la espiritualidad? ¿Cómo protegerla? ¿Cómo transmitirla cuando es tan difícil de vivir?, ¿cómo transmitir su saber y su fuerza a las nuevas generaciones cuando se desea vivir juntos en conciencia? ¿Cómo educarles a la luz del aliento, del sentido? ¿Cómo acompañar a su corazón? ¿Cómo alimentar nuestras conciencias?
Vivir y proteger su espiritualidad en una sociedad materialista es difícil, un verdadero reto que debemos afrontar juntos. La espiritualidad, el sentido y los valores son otros tantos ámbitos que nos deben preocupar si no queremos que mañana, a fuerza de haber descuidado o evitado los debates de fondo, tengamos la obligación de reconocer que hemos dejado el campo libre a todas las desviaciones sectarias y generadoras de exclusiones. Se plantean cuestiones que deben volver a cubrir el ámbito de reflexión de las sociedades industrializadas y ricas. Preocuparnos por la espiritualidad y el corazón es plantear la cuestión del lugar que ocupa nuestra fe en nuestras vidas cotidianas, del papel de las conciencias en nuestras elecciones y negligencias, del valor y del sentido de las cosas más allá de su cuantificación económica. ¿Cómo estar hoy con Dios? ¿Cómo vivir con los hombres? Preguntas inquietantes; un terremoto, a veces, para quien acompaña a sus hijos en su camino y se pone de repente a reflexionar.
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La imagen hoy negativa del Islam ha ocultado completamente el aspecto espiritual de sus enseñanzas. Los musulmanes, debido a su reacción, muchas veces únicamente emocional, están lejos de expresar esta dimensión de su religión. El Islam es una concepción de la vida que orienta a los creyentes hacia la espiritualidad y la meditación sobre el sentido de la vida. Es un modo de vida simple y muy exigente a la vez, que necesita que el musulmán dé lo mejor de sí para ser mañana mejor de lo que ha sido hoy y para elegir, a toda costa, la vía de la generosidad, la justicia y la honestidad.
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