El sentimiento de una humildad tímida nos impregna cuando emprendemos nuestra búsqueda de conocimiento de Dios a través de Sus Cualidades. Pero ese mismo sentimiento se repliega cuando traemos a la mente Su exhortación porque conozcamos, porque Le reconozcamos.
El profeta, SAAWS, nos recuerda esta incitación con no pocos hadîces: "La búsqueda de conocimiento es un deber sagrado para todo musulmán y musulmana" (Sunan Ibn Mayah); "La tinta de los sabios es más preciosa que la sangre de los mártires" (Sahîh al-Bujâri); "Si alguien emprende un camino en busca de conocimiento, Dios le hace fácil su camino al paraíso" (Sahîh Muslim).
¿Qué importancia podrían tener los Atributos de Perfección de nuestro Creador, conocidos comúnmente como los Nombres de Al·lâh (Asmâ’ Al·lâh al-Husnâ), en nuestras vidas, en nuestras búsquedas, en nuestro conocimiento? ¿Cuáles son los signos que Al·lâh manifiesta en Su libro y en la Creación para que veamos y sintamos Sus Cualidades?
Entender los Nombres con los que Dios se ha autodefinido nos permitiría llevar a cabo una reflexión más sosegada, más "real", más acorde con la condición de todo lo creado respecto de Él. Una reflexión que nos devuelve a nuestro estado original, a reconocernos en aquel estado en el que la humildad nos caracteriza. Contando siempre con que la medida de nuestra aproximación está muy limitada debido a nuestra restringida condición humana.
Lo material que percibimos es fruto de nuestra imaginación. La esencia de estas vivencias es la que encierra la verdadera Cualidad de Dios (uno o varios de los Nombres de Al·lâh).
La definición que fabricamos de las cosas no cambia nada de lo que son en realidad. Por lo que la forma que tenemos de percibir a Dios no cambia en nada Sus Cualidades.
Ahora bien, ¿Cómo podemos conocer a Dios? ¿Cómo podríamos acceder a Sus Atributos de Perfección de forma vivaz, íntima,…? ¿Cómo podemos llegar a la realización de una espiritualidad activa que tenga a Al·lâh presente en todas las esferas de la vida?
El Corán nos enseña una de las maneras con las que podemos acceder a las Cualidades de Dios. En casi todas las suras del Libro, Dios manifiesta una o varias de Sus Cualidades que suele estar acorde con lo que narra ese episodio coránico. Culminando un grupo de aleyas con la manifestación de Sus Cualidades. Destacamos algunos de los ejemplos:
- La primera aleya del Corán en ser revelada fue: “¡Lee en el nombre de tu Señor que ha creado!” (Corán: 96/1). Si observamos todas las suras del Corán veremos que cada una de ellas (menos surat At·tawba) empieza con: "En el nombre de Al∙lâh, el Más Compasivo, el Muy Misericordioso", como si el Señor nos inspirara decir esta frase cada vez que emprendemos algo, haciendo todo en Su Nombre, acercándonos a Su conocimiento...
- La sura de Al-Fâtiha "la que abre el Libro" es una de las más importantes de todo el Corán, pues está repleta de nombres de Al·lâh Enaltecido sea: “En el nombre de Al∙lâh, el Todo Misericordioso, el Muy Misericordioso. Las alabanzas a Al·lâh, Señor de los mundos, el Todo Misericordioso, el Muy Misericordioso, Rey del día de la Retribución” (Corán: 1/1-4). Aleyas que recitamos en todas las oraciones…
- - "La aleya del Trono" (Corán: 2/255) es otra de las aleyas más importantes y grandiosas del Corán. Este versículo contiene seis de los Nombres de Al·lâh en una sola aleya:
“Dios, no hay deidad sino Él, el Viviente, la Fuente Autosubsistente de Todo ser.
Ni la somnolencia ni el sueño se apoderan de Él. Suyo es cuanto hay en los cielos y cuanto hay en la tierra. ¿Quien puede interceder ante Él, si no es con Su venia?
Conoce lo que está manifiesto ante los hombres y lo que les está oculto, mientras que ellos no abarcan de Su conocimiento sino aquello que Él quiere (que abarquen).
Su poder eterno se extiende sobre los cielos y sobre la tierra, y el mantenimiento de estos no le fatiga. Y Él es el altísimo, el grandioso”.
Todos conocemos esta bellísima aleya, todos nosotros la amamos y la recitamos al final de cada oración... pero ¿pensamos una sola vez en nuestra vida en el significado de: el Altísimo, el Grandioso?
- Observamos, además, lo que dice la Sura 112 de Al-Ijlâs (La Adoración Pura), cuyo valor equivale al tercio del Corán: “Él es Al·lâh, Uno. Al·lâh, el Señor Absoluto”. Recitamos a menudo estas aleyas sin sentir, necesariamente el significado de As·samad (El Señor Absoluto).
As∙samad en árabe hace referencia a aquél a quien nos dirigimos en las necesidades... Porque Al·lâh es Uno y no podemos refugiarnos en nadie sino en Él. De ahí el sentido de la siguiente súplica a Al·lâh: "¡Oh Al·lâh, eres el refugio de quien carece de refugio... Eres el apoyo para quien no tiene ningún apoyo!". El Profeta, SAAWS, dijo que el valor de esta sura (Al-Ijlâs, 112) equivale al tercio del Corán porque en ella se descubre que no hay más dios que Al·lâh y que Él es As∙samad. Como consecuencia nunca recurrimos a otro, ni nos humillamos ante nadie. Así Al·lâh es el Ar∙razzâq (El Sustentador), el Donador y quien nos salva de las dificultades, porque Él es As∙samad.
En el Corán también se establece una relación entre el conocimiento de Dios, Su obediencia y la consiguiente felicidad:
¡OH HOMBRE! No hemos hecho descender este Corán sobre ti para hacerte desgraciado, sino como exhortación para todos los que temen [a Dios]: una revelación de Aquel que ha creado los cielos y la tierra, el Más Misericordioso, asentado sobre el trono de Su omnipotencia. De Él es cuanto hay en los cielos y cuanto hay en la tierra, y también cuanto hay entre ambos y cuanto hay bajo la tierra. Y si dices algo en voz alta, [Él lo oye --] pues, ciertamente, conoce [hasta] los secretos [pensamientos del hombre] y también cuanto es aún más recóndito [en él]. ¡Dios --no hay deidad sino Él; Suyos [en exclusiva] son los atributos de perfección! (Corán: 20/1-8)
En estas aleyas aparecen muchos de los Atributos de Dios y se establece también la relación del ser humano con la Revelación. No se trata de padecer por el peso de la palabra divina sino que hay que llegar a un conocimiento para la consecución de la felicidad.
El resto de la sura nos narra la historia de Moisés en su persecución del establecimiento de la palabra divina en el corazón del politeísmo egipcio y de cómo ese conocimiento le otorga felicidad comparado con el cercano ejemplo del faraón de la época que reniega de la verdad revelada y padece.
La segunda forma con la que podemos llegar al conocimiento de nuestro Creador es mediante la contemplación de Su Creación.
Dios nos ha otorgado la facultad del raciocinio e intelecto para que los usemos persiguiendo el conocimiento.
“¡Los siete cielos ensalzan Su gloria infinita, y la tierra, y todo cuanto hay en ellos; pues no existe nada que no ensalce Su gloria y alabanza infinitas: pero vosotros [Oh hombres] no entendéis la forma en que Le glorifican! ¡Ciertamente, Él es benigno, indulgente!” (Corán: 17/44)
Como bien dice Muhammad Asad en su comentario de esta aleya, aunque todo cuanto existe en la creación dé testimonio de la existencia de una Voluntad Creadora consciente, el hombre es, con demasiada frecuencia, ciego y sordo a esta abrumadora evidencia de la eterna omnipotencia de Dios.
Nos está llevando con esto al plano de la vida intelectual del hombre en su búsqueda de las verdades transcendentales. Se pone de manifiesto en esta búsqueda que la apariencia y la realidad de los hechos son cosas intrínsecamente distintas. Tanto, que sólo la intuición mística puede revelarnos qué es aparente y qué es real. En este versículo se nos deja claro que carecemos de las cualidades que nos permitan escuchar las plegarias de los cielos y de toda la creación, pero no por ello debemos dejar de hacer uso de nuestra intuición mística a la hora de aceptar que hay realidades que nuestro limitado alcance no puede albergar.
Si llegáramos a conocer Quien decreta las leyes, nos sería fácil cumplir con Sus preceptos.
Pues las personas desobedecemos sin llegar a darnos cuenta de a Quién estamos desobedeciendo.
Cuando nos aceramos a Su conocimiento, observamos Su sabiduría infinita y Su conocimiento ilimitado, descubriendo Su afectuosidad, Su Bondad, Su misericordia, y Su compasión.
No nos ha abandonado ese humilde sentimiento con el que se emprendía este escrito, pero tampoco queremos que nos abandone…
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