¡Qué tristes son las imágenes! Pero más triste aún es oír que los hombres y mujeres "libres" las apartan de sus vistas con un mero gesto de indiferencia. Oímos a través del programa televisivo "Informe Semanal" que según las audiencias, la gente cambia de canal cada vez que se proyectan imágenes desgarradoras que agreden nuestro "asentado bienestar". Pero la realidad es que es como si estuviéramos mirando al pasado, viendo la hambruna de Biafra de la década de los 70. Casi medio siglo después, es como si nada hubiera cambiado, como si no hubiésemos conseguido nada más allá de piadosas resoluciones de la ONU. Se nos dijo que uno de los objetivos fundamentales del nuevo milenio era poner fin al hambre en todo el mundo. Sin embargo, estamos lejos de ese objetivo. Ese derecho humano básico de tener suficiente para comer y para sobrevivir sigue siendo un sueño para millones de personas en África hoy en día.
Nuestras hermanas y hermanos en la humanidad están en necesidad urgente de ayuda. Su país estratégicamente situado ha pasado por experiencias recientes y por dolorosas pruebas. ¿Dónde está la justicia frente a ese destino injusto? ¿Qué ha ido mal en Somalia? Tras la pobreza, la inestabilidad, la guerra civil, y la toma del poder por las facciones radicales, hemos llegado a la etapa final: la extrema pobreza que está matando a millones de niños, mujeres y ancianos. En nuestras salas de estar, incluso durante el ayuno cuando esperamos a que se sirvan los alimentos, fijamos la vista en esas desgarradoras imágenes. ¿Cómo es posible? ¿Es éste nuestro mundo? El pueblo de Somalia está esperando a que nuestros corazones se abran, para que nuestras conciencias despierten. ¡Debería darnos vergüenza ayunar para acercarnos a Dios y para hacernos una idea de lo que es la pobreza, según vamos dejando latente muestro desprecio por los pobres y los hambrientos de nuestro planeta!
Somalia necesita nuestra solidaridad. Sería bueno que, como seres humanos y musulmanes, repensásemos la forma de gestionar la zakât, la sadaqa, incluso el sacrificio de ovejas durante Eid al Adha (la Fiesta del Sacrificio). Sería una manera de recordar a los fieles que no puede haber fe sin preocupación por los pobres. No se trata sólo de mostrar solidaridad, ayudando a los necesitados, sino también de mostrar respeto a la hora de ayudar a las personas a ser autónomas para liberarse de la caridad de los demás.
Estos son tiempos excepcionales. Los musulmanes deben tomar la iniciativa mediante el pago de su zakât (impuesto de purificación social) y sus Sadaqât (limosna voluntaria) a las organizaciones que promueven proyectos en países como Somalia. Debe ser un apoyo de emergencia pero también un compromiso a largo plazo con los servicios sociales, escuelas, proyectos de desarrollo local, etc. En menos de un mes, se llevará a cabo la mayor fiesta islámica. En lugar de matar a millones de ovejas, se les permite a los musulmanes enviar la misma cantidad de dinero a Somalia para alimentar a los hambrientos. Estas formas de apoyo al pueblo de Somalia, individuales y a pequeña escala, no van a cambiar la situación, pero sí ofrecen medios vitales tanto humanos como espirituales de la implicación individual de cada persona. Dan un sentido de comunión humana y de compromiso individual que debe nutrir la vida de las mujeres y los hombres dignos en todo nuestro fracturado mundo.
Sin embargo el pueblo somalí no necesita de nuestra caridad. A medida que se estén movilizando para sobrevivir, debemos recurrir a nuestros respectivos gobiernos y pedirles no sólo que ayuden al país ahora (mediante el envío de unos cuantos millones de dólares o alimentos), sino que actúen también de forma responsable en estrategias viables a largo plazo. Lo injusto de la situación en Somalia no es el destino de su pueblo, sino nuestra pasividad continua e injustificada y la aceptación de un orden económico inhumano. Es muy fácil culpar a "su destino", y llorar por él. Pero lo que está mal es este sistema global en el que los países ricos tiran miles de toneladas de alimentos, según los otros se mueren de hambre. En lugar de inútiles resoluciones de la ONU, y de las bellas palabras de solidaridad, es necesario llevar a cabo una reforma seria del orden económico, una reforma radical.
La gente celebra lo que algunos analistas llaman la "primavera árabe". Los árabes se están liberando de las dictaduras políticas y de los años de alienación. Sería bueno ver, como una respuesta a la difícil situación de Somalia (y tantas otras situaciones de extrema pobreza), a los occidentales liberarse de una mentalidad que garantiza tal pobreza, para conseguir su propia prosperidad. Cuán gratificante sería ser testigo de una "revolución occidental", donde los corazones y las almas de los ricos asciendan a esa conciencia humana básica, que les dice que su riqueza es una vergüenza que se adquiere a través del tratamiento indigno de dos tercios de la humanidad.