viernes, 11 de octubre de 2013

El estilo de discusión del profeta Abraham con su padre

«No invoques a otros dioses junto con Dios si no, serás castigado. Advierte a los miembros más allegados de tu tribu.» (Corán: 26/213-214) 

El mejor ejemplo de este comportamiento es el que tuvo el profeta Abraham, primero con la invitación de su padre, intentando explicarle que la oración debe dirigirse únicamente a Al·lâh y no a la sordera de unos ídolos elaborados con artesanía humana. Siguió un método sabio que no dejó de lado la amabilidad, elocuencia y elegancia. El Corán nos recuerda su invitación a su padre Azar en las siguientes aleyas:  

«Cuando dijo a su padre: “¡Padre! ¿Por qué sirves lo que no oye, ni ve, ni te sirve de nada? ¡Padre! He recibido una ciencia que tú no has recibido. ¡Sígueme, pues, y yo te dirigiré por una vía llana!” » (Corán: 19/42-43) 

Entendemos del estilo de apelación de Abraham a su padre enseñanzas importantes, considerando;

  • La persona a la que se destina la invitación se debe tratar con la mayor delicadeza y fragilidad y debe seguirse un estilo fácil, cercano y claro;
  • La paciencia a la expectativa de sus reacciones independientemente de su Ego, fuerza o poder.
Hay una similitud relevante en el estilo que contempla Abraham con respecto del que siguió Moisés tras él al invitar al Faraón de la época a su fe. Este faraón cumplía con esas características antes mencionadas (ego, poder y fuerza). Dios le dirigió estas palabras a Moisés: «¡Hablad con él amablemente! Quizás, así, se deje amonestar o tenga miedo de Dios». (Corán 20/44).

La invitación de Abraham a su padre aparece en forma de diálogo: 

«Cuando dijo a su padre: "¡Padre! ¿Por qué sirves lo que no oye, ni ve, ni te sirve de nada? ¡Padre! He recibido una ciencia que tú no has recibido. ¡Sígueme, pues, y yo te dirigiré por una vía llana! ¡Padre! ¡No sirvas al Demonio! El Demonio se rebeló contra el Compasivo. ¡Padre! Temo que te alcance un castigo del Compasivo y que te hagas, así, amigo del Demonio.” Dijo: “¡Abraham! ¿Sientes aversión a mis dioses? Si no paras, he de lapidarte. ¡Aléjate de mí por algún tiempo!” Dijo: “¡Paz sobre ti! Pediré por tu perdón a mi Señor. Ha sido benévolo conmigo. Me aparto de vosotros y de lo que invocáis en lugar de invocar a Dios, e invoco a mi Señor."» (Corán 19/41-47)

En estas aleyas que narran lo que tuvo lugar entre el profeta Abraham y su padre se establecen diversas enseñanzas siendo la primera su grado de correlación con Al·lâh y su confianza en Él. Pues ha invitado a su padre a adorar a Al·lâh aun peligrando su vida y su relación con su progenitor, familia y tribu. Sacrificó todas las ventajas y beneficios que tenía asegurados por su estatus social. Se enfrentó a ser expulsado de su sociedad, al quedarse con el rango de persona non grata.

A pesar de todo ello, no abandonó su postura e invitación porque estaba seguro de que Dios le conducía al mejor camino, que le ayudaría y le guiaría hacia lo correcto siempre. Esto era lo que inspiraba quietud, tranquilidad y seguridad en su corazón.
Consagrándole como ejemplo de confianza en Al·lâh, de muestra de compromiso y fidelidad total a Dios. Además de que sus reacciones no contenían tensión ni invitaban a la confrontación, sino que lo pudo albergar todo en un corazón generoso y paciente. Y siguió dirigiéndose a él con el respetuoso apelativo de “padre” a pesar de la animadversión y negación que mostraba aquel.  

Mantuvo siempre el respeto y la mejor intención con su padre. Con un estilo lleno de compasión, generosidad, y cariño, invitándole a creer. Cuando no encontró remedio ni corazones que escucharan al suyo, abandonó en dirección a Él.  

Aplicando el lema de “El amor se da en Dios y el desencuentro también se da en Él.” «El Profeta y los creyentes no deben pedir el perdón de los asociadores, aunque sean parientes suyos, después de haber visto claramente que morarán en el fuego de la gehena. El perdón que Abraham pidió para su padre no fue sino en virtud de una promesa que le había hecho; pero, cuando vio claramente que era enemigo de Dios, se desentendió de él. Abraham era, ciertamente, tierno, benigno. » (Corán: 9/113-114) 

Observamos en la relación del profeta Abraham con su padre Azar la insistencia de este último en el asociacionismo (shirk) hasta el límite de amenazar a su hijo de muerte, a pesar de haberlo engendrado, criado, educado… y del vínculo tan fuerte que mantenían, y a pesar del respeto y consideración que le mostró Abraham a lo largo de su invitación. Esta agresividad en el trato por parte del padre se debe a que Abraham negaba sus deidades y desmontaba la religión que seguían y la conservaba su invitación a abandonar sus prácticas de asociacionismo que había mantenido durante su vida, para creer en el Dios Único. Queda manifiesta aquí la personificación de la injusticia, la crudeza e intimidación que llegó a la amenaza con apedrear a su propio hijo. 

«Llama al camino de tu Señor con sabiduría y buena exhortación. Discute con ellos de la manera más conveniente. Tu Señor conoce mejor que nadie a quien se extravía de Su camino y conoce mejor que nadie a quien está bien dirigido. » (Corán 16/125)

El ego no entra en razón con la fuerza ni con la coacción sino con la fragilidad en el trato y los buenos modales.
No todo el mundo tiene sabiduría «…Y quien recibe la sabiduría recibe mucho bien... » (Corán: 2/269) No todo el mundo tiene la capacidad de enfocar la invitación desde la sabiduría (conocimiento propio, de Él, conocimiento de la sociedad, del estado de las gentes…).

La historia del profeta Abraham, y las enseñanzas que cada persona pueda sacar de ella, nos invita a dejar de participar en discusiones vacuas, donde sólo se discuten las posiciones de las personas, donde cada cual se apropia de valores y pertenencias universales; dejando de lado nuestra pertenencia al Más Alto, al Justo, ya que «...Tu Señor conoce mejor que nadie a quien se extravía de Su camino y conoce mejor que nadie a quien está bien dirigido. » (Corán 16/125).

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